US Open 2015

A Sergio se le revuelven los mitos

Juan José Nieto | 20 de junio de 2015

Sergio García, durante la segunda vuelta en Chambers Bay (foto © USGA/Darren Carroll)

Cuenta Ovidio en Las metamorfosis (echando mano, probablemente, de una tradición anterior) como Pigmalión, rey de Chipre, obsesionado por encontrar a la mujer perfecta y frustrado tras fracasar una y otra vez en su búsqueda, encaminó su vida a crear esculturas preciosas para compensar su soledad. Una de ellas, Galatea, era tan bella que el escultor soñó con que cobraba vida y podía amarla en persona. Afrodita, que observaba la escena, se apiadó del rey y le concedió el deseo que tantas veces este había concebido en el subconsciente.

En nuestros días, la psicología habla de “efecto pigmalión” para referirse a las profecías autocumplidas, a todos aquellos hechos que acontecen en nuestra biografía como simple realización de nuestras expectativas. El problema es que no todas las predicciones que realizamos sobre nosotros mismos son tan bellas y poéticas como la de Pigmalión. Y eso, Sergio García lo sabe muy bien. Sin ir más lejos, esta semana, toda vez que el campo, y en especial sus greenes, no se mostraron todo lo amables que él quería, en vez de esculpir en su mente una imagen positiva de Chambers Bay, se ha dedicado a rumiar sus defectos en twitter y, seguro, también en el interior de su mente. Todo ello, no hace falta ser un experto psiquiatra, le ha conducido a una espiral de negatividad. Ha deseado tanto que el US Open se jugara en otras condiciones, ha aborrecido hasta tal punto la preparación del campo, que Afrodita le ha concedido su deseo: jugar mal y fallar putts.

Con 35 años, Sergio García no puede permitirse que los malvados engranajes de su mente le priven de competir en más grandes. Las oportunidades irán menguando por la acción inevitable del tiempo y es posible que, como Fausto, el castellonense se arrepienta demasiado tarde de haber desperdiciado tantas opciones por el mero hecho de que los escenarios no se ajustaran a su ideal preconcebido. Toda vez que Augusta no le entra por los ojos, si empieza a descartar más oportunidades, a Sergio se le acabarán pronto las ocasiones de engalanar su palmarés con el major que su juego merece.

A pesar de todo, gracias a que, hasta en sus peores días, su juego largo es magistral, el español ha pasado el corte. Este sábado deberá aprovechar que saldrá a jugar antes de que el viento y el sol causen mayores estragos sobre las superficies, con el frescor del rocío mañanero y sin la presión de quien se siente cerca de la obtención de un major. Si hay un torneo en el que diez golpes son poco menos que un suspiro, este es el US Open, pero para que Galatea cobre vida, será necesario imaginársela antes.

Eso y que se le aparezcan las musas con su canto celestial y Apolo acompañando a la cítara. Dicen que son pocos los privilegiados que tienen la posibilidad de escucharlas, pero nadie dudaría de que Sergio bien podría ser uno de los elegidos. Para que ello suceda solo debe destapar sus oídos, salir al campo y observarlo con los ojos de un enamorado al que no le importan ni el paso del tiempo ni el efecto de las arrugas en el rostro de la amada. Solo así, trabajando feliz en su juego, podrá Sergio García reconciliarse consigo mismo, escuchar el canto de las musas y hacer que los mitos griegos, en vez de jugar en su contra, lo adopten como uno de los suyos.

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