Después de recordarnos la anécdota del desayuno con Michael Campbell en el Open Championship de 1995 en St. Andrews y sus avatares con las apuestas en esa misma edición, Javier Pinedo nos habla de una edición mítica, la de 2005, en su tercera columna de la semana.
2005 fue el año del triunfo de Tiger y de una anécdota que ahora pasaré a relatar, pero fue igualmente fue el año de la despedida, del adiós para siempre de los campos, de una leyenda del golf mundial, Jack Nicklaus, el Oso Dorado que, como lo hará Tom Watson este año, quería despedirse en la Casa del Golf, en St Andrews.
Ese año, como los últimos desde la irrupción de Tiger, la visita de rigor a Ladbrokes resultaba aburrida pues Tiger apenas si se cotizaba y era difícil buscar una solución alternativa. Menos mal que ese año el tercer puesto de José María Olazábal, me hizo casi recuperar lo apostado. Pero 2005 era la despedida de Nicklaus y había en el ambiente algo especial, sobre todo el viernes cuando, efectivamente, y más tras sus 75 golpes del jueves, se iba a producir ese adiós. El corte se presumía bajo y, aunque suponíamos que Nicklaus lucharía hasta el fin, como así fue, era difícil creer que pudiese pasar el corte. Pero aquel viernes lo importante no era que superara o no el corte, sino hacerse con alguno de los billetes de 5 libras que el Banco de Escocia iba a poner en circulación con la efigie del Oso Dorado.
Por eso Nacho Gervás y yo nos encaminamos a la zona de público donde el banco escocés tenía una sucursal y donde se iban a distribuir esos billetes. Y menos mal que fuimos pronto, pues nos tocó hacer una cola razonable que al poco de llegar nosotros empezó a crecer y crecer con gente deseosa de agenciarse algunos de estos billetes.
Finalmente, y tras un tiempo prudente, conseguimos unos cuantos que nos sirvieron para hacer unos cuantos regalos originales y para conservar uno que es unos de los tesoros más preciados que conservo después de tantos años.
Pero si ese año estuvo marcado por el adiós de Nicklaus y por la victoria de Tiger, para mí lo más importante se produjo el domingo. Yo sabía que Tiger sentía mucha admiración por José María Olazábal, pero nunca había coincidido con él en un partido estelar de un fin de semana. Esta vez iban a jugar juntos el domingo, y tenía muchas ganas de enfrentarse al que él consideraba uno de los mejores competidores del golf moderno. Hasta ese día había laminado a no pocos jugadores (bueno, a todo el que se le había puesto por delante), y tenía ganas de que un jugador de la talla de José Mari le llevase al límite.
Por eso me fijé mucho en los primeros hoyos y, desgraciadamente para mí pero sobre todo para Tiger, enseguida nos dimos cuenta de que aquel no era nuestro José María Olazábal, que nos lo habían cambiado. Por eso, a la altura del hoyo 4 ya estaba todo el pescado vendido y Tiger tenía otra muesca más en su revolver. Supe posteriormente, por el entorno de Tiger, que éste se llevó una decepción, más que nada porque no hubo ni partido, aunque eso no disminuyo un ápice la admiración que le sigue profesando al vasco. Ess verdad que fue un palo, ya que era el jugador que más pensaba que le podía apretar un domingo y no fue así.
Nosotros también nos llevamos el chasco, pues ni Olazábal ni Sergio, que también estaba en la pomada, fueron oposición para Tiger. Pero eso sí, nos hicieron vivir un Open, como todos los de St Andrews, muy especial.
Un desayuno casi con diamantes
Empieza la racha
Javier Pinedo es la voz del golf en nuestro país. Este periodista especializado atesora un currículum inigualable y lleva en el «zurrón» innumerables majors, Ryder Cups y competiciones de primer nivel. Gracias a su experiencia y conocimientos, se ha convertido en una referencia ineludible tanto en las retransmisiones televisivas de Canal+ Golf como en su columna en la revista Golf Digest. Esta semana Javier Pinedo nos acompañará con una serie de artículos acerca de sus recuerdos y vivencias asociados al Open Championship en St. Andrews.
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