The Master by Decathlon

Augusta asesinado

Javier Pinedo | 11 de abril de 2015

Javier Pinedo nos sigue relatando sus vivencias en los Masters que ha cubierto in situ. En esta ocasión nos cuenta la vuelta que jugó en Augusta National en 1991.

1991 quedará para siempre como uno de mis mejores recuerdos de golf que tengo. Aquel año iba a tener la oportunidad de jugar en el Augusta National y ver así cumplido el sueño de todo golfista y, además, lo hice con cierto decoro.

Pero nada hacía presagiar que 1991 iba a ser recordado por mí por esa circunstancia, y sí porque con mi amigo Raúl Andreu abandonamos por fin el hostal del indio (por cierto, increíble que en los dos años que estuvimos allí ningún taxi ni a la ida ni a la vuelta repitiese trayecto y sin embargo el precio nunca variaba) y nos mudamos a una casa que íbamos a compartir con mi gran amigo José Luis Mas, periodista de EFE, y con Ángel Montero, de Marca. La verdad es que ese nuevo estatus se hizo notar en nuestro estado de ánimo y ni que decir tiene que el torneo que hizo José María Olazábal nos tuvo en vilo hasta el mismísimo domingo. Para un periodista español fue una bendición.

Pero al tiempo que estrenábamos casa, un buen amigo, Mauro Alcalde nos presentaba a un amigo suyo que venía de vacaciones y que tenía un sueño, jugar en Augusta. Txomin, que así se llamaba, se entero que el lunes después del Masters había un sorteo para que algunos periodistas pudiesen jugar el Augusta National. Por eso Txomin, que había conseguido que le acreditasen, nos pidió a todos que nos apuntáramos al sorteo y que si nos tocaba que le cediésemos el puesto. Nosotros no nos habíamos apuntado nunca y tampoco entraba en nuestros planes jugar, entre otras cosas porque no teníamos palos y el lunes era el día reservado para ir al mall a hacer las compras y traer los encargos que nos habían hecho. Por tanto, nos apuntamos todos y si por casualidad alguno salía elegido, algo complicado, le cederíamos el puesto encantados.

La verdad es que nos olvidamos por completo del sorteo, salvo cuando veíamos a Txomin que se encargaba de recordárnoslo, pues el torneo de Olazábal ocupaba toda nuestra atención y mucho más cuando al terminar la jornada del sábado lo teníamos en la lucha por la victoria con ni más ni menos que Woosnam o Tom Watson. Pero nuestra sorpresa fue mayúscula cuando se dieron a conocer los nombres de los afortunados del sorteo. Txomin había resultado elegido, pero con él, José Luis Mas y un servidor. Tras la sorpresa inicial, evidentemente optamos por jugar y logramos que la jefa de prensa nos consiguiese unos palos.

Ese fin de Masters prometía emociones, pero el domingo nos llevamos un chasco al ver como la bola de Txema, cuando luchaba por la victoria, aterrizaba en el bunker de Lyle en el 18. Pero si el escocés pudo conectar su hierro 7 y crearse una oportunidad de birdie, él la tenía demasiado cerca del talud y solo la pudo llevar a principio de green cuando la bandera estaba situada al fondo del mismo. Tres putts desde allí hicieron que se esfumase la posibilidad del desempate, pues Woosnam, que necesitaba hacer el par en ese hoyo 18, no desaprovechó la oportunidad de conquistar su chaqueta verde.

Con la lógica decepción nos pusimos a escribir nuestras crónicas y nuestras resacas, argot periodístico que sirve para calificar los artículos post evento. Una vez escritos y enviados, nos fuimos a cenar y la cena estuvo repleta de risas ante lo que nos esperaba al día siguiente, risas que siguieron al ver a Txomin plancharse toda la ropa que se iba a poner el día siguiente cuando regresamos a casa. Y por la mañana más risas al ver que diluviaba y que, por lo tanto, todo el trabajo realizado con la plancha no servía para nada pues el traje de agua se imponía. La lluvia, o mejor dicho el diluvio, no cesó en toda la mañana y eso evidentemente tuvo repercusiones sobre nuestra hora de salida así como sobre los hoyos que íbamos a jugar. En efecto, la salida inicialmente prevista a las 7,30 no pudo darse hasta pasadas las 11 por culpa de la lluvia y por el tee del 10. Aquello nos venía perfecto pues ya no teníamos tiempo de jugar 18 hoyos y por lo menos íbamos a poder jugar el Amen Corner. Y así pudimos, tras pasar por el putting green, empezar nuestra andadura en Augusta.

¿Nervios? Qué va, lo siguiente. No había mucha gente, pero a mí me parecía que eran cientos de miles y todos pendientes de mi golpe de salida. Solo oía el chasquido de mis rótulas y en esas condiciones no podía tener otro resultado que un golpe al aire. Bueno no exactamente pues mi bola salió disparada pero sigo creyendo todavía hoy que fue producto del aire que hizo mi golpe al aire. Pese a ese mal arranque firmé un 6 bastante prometedor con dos putts. La llegada al 12 fue épica y comprendí mucho mejor lo que me dijo Olazábal de aquel hoyo. «Tienes un hierro 8, yo jugué el 7, y en cuando lo pegas vete rezando para que se quede en green». Y claro, mi bola no se quedo en green y fue al bunker del fondo. Mi primer par en Augusta vino en el hoyo 16 y eso que la salida no había sido nada buena. Estaba en la plataforma de arriba mientras que la bandera estaba abajo en la clásica posición del domingo y tuve la suerte de que mi caddie me indicó donde tenía que tirar y que le hice caso, pese a patear por primera vez en mi vida de espaldas al hoyo. En el 17 un segundo golpe sensacional a 40 centímetros del hoyo me hizo comprender el sufrimiento de Hoch cuando perdió el Masters en aquel hoyo con tres putts desde la misma distancia que yo. Y sí, lo han adivinado, yo también hice tres putts.

Eso sí, un par en el 18 me hizo salir de Augusta encantado aunque a la vez bastante triste pues todos los campos desde aquel mismo instante me iban a parecer insulsos. Afortunadamente, hice aquello que me dije ya en 1989 de olvidarme que aquello existía nada más salir de Augusta, y así los campos del mundo me siguen gustando y me sigo divirtiendo un montón con este deporte que aun hoy me depara muchos desafíos. Al año siguiente tendría la oportunidad de jugar los pares 3 con Raúl Andreu, pero 1991 está para siempre en mi memoria.

Entregas anteriores
La primera impresión no siempre es buena
Olazábal y el artesano japonés
El tiro por la culata

Javier Pinedo es la voz del golf en nuestro país. Este periodista especializado atesora un currículum inigualable y lleva en el «zurrón» innumerables majors, Ryder Cups y competiciones de primer nivel. Gracias a su experiencia y conocimientos, se ha convertido en una referencia ineludible tanto en las retransmisiones televisivas de Canal+ Golf como en su columna mensual en la revista Golf Digest. Esta semana Javier Pinedo nos acompañará con una serie de artículos acerca de sus recuerdos y vivencias asociados al Masters de Augusta.

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