La victoria de Bubba Watson en el Riviera Country Club nos ha dejado muchos titulares referentes a su potencia desde el tee. No es de extrañar, ya que el ganador del Masters en 2012 bombardeó el mismo recorrido en el que triunfó Hogan hasta el punto, una vez más, de dejar en evidencia su diseño. Si había un dogleg de izquierda a derecha, Bubba pegaba su salida por encima de los árboles, en los pares 5 llegaba fácilmente en dos impactos; por no hablar de que los bunkers de calle no entraban dentro de sus posibilidades. Es evidente que su pegada le otorgó una ventaja muy contundente respecto al resto de competidores pero, en contra de lo que pueda parecer, no es el área de su juego que más tuvo que afinar para terminar en primera posición.
Este recorrido, al fin y al cabo, no es ni mucho menos uno de los más largos de los que aparecen en el calendario del PGA Tour. El mismo Torrey Pines, donde la media de golpes subió como la espuma hace unas semanas, lo supera ampliamente, así como el TPC de San Antonio. Al igual que vimos a Watson volver a ganar golpes respecto a sus rivales con el driver en las manos, no es en Riviera donde más se nota esa ventaja. Su par 4 más largo, por ejemplo, cuenta con 430 metros, mientras que la media ronda los 384.
Y no es difícil dejarse engañar por la potencia de Watson si uno contempla sus drives más largos en cada uno de los días de competición, desde la bomba de 311 metros del jueves hasta los 331 que alcanzó el sábado. Eso, para un jugador como K.J. Choi, que finalizó decimosegundo y promedió en 2013 unos 254 metros desde el tee, es una utopía. Por no dejar a un lado, tampoco, la velocidad que genera en la cabeza del palo en el momento de impacto con la bola, que es el verdadero indicativo de potencia. Bubba, la pasada campaña, fue el primero del circuito en esta estadística, con 123,87 millas por hora con su driver rosa.
Parece evidente que su pegada sigue proporcionándole grandes alegrías y a buen seguro tuvo mucho que ver con sus buenos resultados en los recientes HSBC Champions, World Challenge o Phoenix Open. Sin embargo no fue el gran cambio que le permitió ganar en Riviera, ya que todos estos números los llevó a cabo con regularidad a lo largo de 2013, donde no ganó ni un solo evento y solo consiguió tres top 10. Fue, evidentemente, uno de los que más golpes ganó desde el tee, pero estuvo muy lejos de las primeras posiciones en proximidad al hoyo desde menos de 125 yardas (154º) o incluso desde menos de 175 (97º). En otras palabras: toda la ventaja que conseguía con el driver la desaprovechaba con palos más cortos de la bolsa.
Puede que su victoria en Augusta, un campo que favorece claramente a los que van largos de salida, le hiciera reflexionar sobre el siguiente gran objetivo de su carrera, quizá el US Open o el Open Championship, que normalmente penalizan con dureza las imprecisiones desde el tee. En esos campos Bubba ya no cuenta con tanta ventaja, ya que uno de sus drives desviados, a pesar de estar cerca del hoyo, puede no tener un tiro claro a bandera y terminar en catástrofe.
El que no firmara un solo bogey en los últimos treinta y seis hoyos del Northern Trust Open se debe, en parte, a un gran juego desde el tee, pero sus catorce birdies de esos dos días se deben precisamente a una gran mejora en sus aproximaciones a bandera y, también, a los casi cuatro golpes (3,769) que ganó pateando respecto al resto de sus rivales el domingo. Dustin Johnson, otro gran pegador, finalizó segundo y perdió impactos dentro de los greenes el viernes y el sábado. Y sí, Bubba puede seguir ganando gracias a que es uno de los mejores del mundo cuando saca el driver de la bolsa, pero su camino a seguir, al menos desde su punto de vista, pasa por el mismo que el del resto de jugadores, sin importar su nivel: mejorar en las áreas más débiles.
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