Entendiendo que en el golf moderno la competitividad prima y casi cualquier jugador que pinche bola en un torneo de los principales circuitos cuenta con opciones de victoria, la búsqueda de referencias y de líderes es inevitable. Hasta 2008 Tiger Woods había acaparado casi en exclusiva dicha posición, pero su descenso a los infiernos (personales, físicos y deportivos) dejó el trono vacante y un extraño interregno en el que secundarios de lujo como Westwood, Donald, Kaymer o Scott ocuparon el primer plano. No sería hasta la segunda venida (sin mesianismos, nos referimos a su segundo ascenso al número uno del mundo) de Rory McIlroy cuando volvió a establecerse un «patrón oro» sólido. El norirlandés llegaba al Masters de Augusta, el primer major del año, después de haberse impuesto en los dos últimos grandes de 2014 y a falta solo de la chaqueta verde para completar su particular Grand Slam. Y ahí es donde saltaron por los aires los pronósticos: Jordan Spieth, un joven texano de modales exquisitos, vencía en Augusta, se adjudicaba el US Open en Chambers Bay y se convertía en la principal amenaza para el líder del escalafón.
Aunque Spieth no lograra hacerse con el Open Championship (un golpe le sobró), la lesión de Rory McIlroy y la pujanza del estadounidense hacen que la escala de valores golfísticos se haya trastocado una vez más. Nadie se atreve a poner en duda el estado de forma de un McIlroy aparentemente recuperado en tiempo récord de su rotura de ligamentos en el tobillo izquierdo, pero la falta de competición y la exigencia del escenario del PGA Championship (Whistling Straits, otro diseño «Dyebólico») lastran sus opciones. Spieth, por contra, llega con las obligaciones que él mismo se quiera imponer. La búsqueda del Grand Slam acabó en el Old Course, pero en caso de conseguir el triunfo en Wisconsin podría unirse a Tiger Woods y Ben Hogan como únicos ganadores de tres grandes en una misma temporada en la era moderna del golf.
Evidentemente, este es el principal foco de interés para los aficionados y la prensa, pero haríamos mal en descartar al ganador del Open Championship, Zach Johnson, supuesto convidado de piedra en el partido estelar durante los dos primeros días de competición, pero que llega rebosante de confianza. Y no olvidemos que Johnson ya fue tercero la última vez que el PGA Championship pasó por Whistling Straits en 2010.
Aquella edición se la adjudicó el alemán Martin Kaymer, de nuevo ocupando un discreto segundo plano, pero la atención mediática la acapararon otros dos favoritos: Bubba Watson y Dustin Johnson. El zurdo estadounidense, siempre al límite, llega después de rozar el triunfo en Canadá y Akron, y aunque su rendimiento en los majors de este año ha sido cuando menos discreta, este PGA Championship parece llegar en el momento adecuado. A su favor: la potencia y la creatividad marcas de la casa; en contra, su tremenda volatilidad. Dustin Johnson, por su parte, fue protagonista a su pesar en 2010 cuando se quedó fuera del playoff por apoyar su palo en un búnker en el hoyo 18 en el segundo de sus «colapsos» en los majors (después del sufrido meses antes en el US Open de Pebble Beach). El longilíneo estadounidense sigue siendo un enigma y su aparente indolencia parece servirle de escudo ante la acumulación de desgracias que pueblan su historial en los torneos más importantes. Una vez más, la amalgama de contundencia y toque de su juego puede ser una baza imbatible en Whistling Straits, un campo no excesivamente largo pero con greens pequeños e infernales.
Un escalón por debajo están los eternos aspirantes encabezados por Jason Day, Rickie Fowler y Henrik Stenson, a quienes quizá haya que añadir a algún joven valor como Patrick Reed (siempre competitivo en los grandes) o Brooks Koepka. En el lado opuesto del espectro, Tiger Woods y Phil Mickelson, dos veteranos en horas bajas a quienes, por respeto a los galones, nadie se atreve a descartar. Si seguimos las cinco etapas del duelo del modelo de Kübler-Ross, no sabemos si Tiger Woods está embarcado en la fase de negación («Estoy muy cerca») o la de negociación («Es un proceso»), pero parece que el golf ha bajado algún puesto en su escala de prioridades y eso, indefectiblemente, se refleja en sus resultados. Como Phil Mickelson, que ocupa la peor posición en el ranking mundial desde 1996, corre el peligro de rozar la irrelevancia si los malos resultados se siguen acumulando, una muerte en vida para quienes lo han sido todo en el mundo del golf.
Los europeos están sufriendo en este 2015 una mala temporada y, de hecho, podría darse el primer «barrido» estadounidense desde 1982 (es decir, que los estadounidenses ganen los cuatro majors del año). El éxito de Shane Lowry en el Bridgestone Invitational debería ser un acicate para los primeros espadas continentales y, de nuevo, las miradas se centran en Justin Rose, Henrik Stenson o Sergio García, sin perder de vista a jóvenes valores como Willett o el mencionado Lowry.
Con respecto a los españoles, cuatro son los jugadores presentes en Whistling Straits, un campo que no trae muy buenos recuerdos a los nuestros. En 2010, solo Gonzalo Fernández-Castaño superó un corte que fallaron Sergio García, Miguel Ángel Jiménez y Álvaro Quirós, mientras que en 2004 los caídos eran García y Olazábal y era Jiménez el que le sacaba un 65 en la segunda jornada al campo para llegar al fin de semana, donde acabó trigésimo primero. Aun así, el magnífico rendimiento de Sergio García en los grandes (17º en el Masters, 18º en el US Open y 6º en el Open Championship) le vuelve a colocar entre los favoritos en un torneo en el que ya tiene dos subcampeonatos y un tercer puesto en 16 ediciones disputadas.
A su lado estará un Miguel Ángel Jiménez que no ha superado el corte en ningún major estandar (si bien fue cuarto en el Senior Open, y decimoséptimo en el US Senior Open), y en cuyo haber figuran once cortes superados en dieciséis ediciones jugadas y una décima plaza en 1999 como mejor resultado. Por su parte, poco se les puede exigir a Pablo Larrazábal y a Rafa Cabrera-Bello. El barcelonés juega su segundo grande del año y en cinco ediciones previas del PGA solo ha superado el corte en 2011, mientras que Rafa Cabrera-Bello llega de firmar un buen papel en el Open Championship (fue 40º) y es la cuarta vez consecutiva que juega el PGA, donde ha jugado el fin de semana las dos últimas ocasiones.
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