US Open 2015

Chambers Bay: bienvenidos al Noroeste

Juan José Nieto | 16 de junio de 2015

Vista del hoyo 15 de Chambers Bay (foto © USGA/John Mummert)

Ciento quince ediciones ha tenido que aguardar el noroeste de los Estados Unidos para albergar su abierto nacional de golf y lo hará, en contraste con esta larga espera, en un campo con menos de diez años de vida y en una región a la que los europeos no llegaron hasta 1832. Con ellos, lo que era un territorio virgen repleto de bosques que desembocaban en la bahía, se transformó en un entorno económicamente pujante gracias al aprovechamiento de la madera y la llegada del ferrocarril (que, por cierto, desempeñará un papel, aunque solo sea escénico, en alguno de los hoyos).

Chambers Bay se halla sobre la antigua localización de una mina de arena y grava y viene a ser el sueño, otro más, de Robert Trent Jones Jr, presidente de una compañía, la suya propia, responsable de la creación de más de 270 diseños alrededor del mundo. Avalado con la medalla de plata del Signature Program por su simbiosis con el medio natural donde asienta sus raíces, el recorrido será, a buen seguro, una dura prueba para los mejores jugadores del planeta.

Todo parece indicar que jugará como lo que parece, un links, un campo abierto al mar con terreno ondulado y aspecto más bien agreste donde los vientos suelen azotar, ya sea desde la tierra o desde el océano. Aunque no nos engañemos, su configuración está mucho más estudiada y es mucho más artificial que la de sus correlatos británicos. Sus colores, su dureza, sus ondulaciones y desniveles recuerdan, han comenzado a declarar los jugadores, a Shinnecock Hills, pese a que este sea uno de los clubes fundadores de la USGA y su nacimiento date de 1891, 116 años antes que el de la sede de este US Open.

Nos recordará a Escocia el tono amarillento de la hierba y lo caótico de los botes de la bola sobre las calles escarpadas. También el movimiento de los greenes, más exagerado, quizá, que en cualquier link escocés, donde las caídas suelen ser más sutiles. Desempeñará un papel clave la brisa, tanto por su efecto sobre el vuelo de la bola como por su influencia sobre la humedad de las calles y los greenes. Si no aparece, o si lo hace pero desprovista de vapor de agua, y el campo juega seco y duro, la precisión con los hierros será el factor determinante. De ahí que algunos jugadores comparen, pese a las evidentes diferencias cromáticas, las demandas de Chambers Bay con las exigencias de Augusta, un campo donde fallar está permitido, pero más vale fallar bien.

Sin embargo, y concluyo, frente a lo novedoso de esta incursión en el Noroeste y ante la aparente bisoñez del campo, no debemos engañarnos; lo que veremos a partir del jueves será puro US Open. Desde el brutal arranque de la vuelta y hasta el retorno a la casa club, cada golpe reclamará un proceso de elaboración mental muy sesudo al que seguirá una digestión más o menos dolorosa. Conviene, en cualquier caso, que ningún resultado, por bueno o malo que sea, deje poso y pueda afectar en el siguiente hoyo. Solo las mentes frías y seguras de sí mismas pueden sobrevivir a este test en el que, con independencia del entorno geográfico donde se desenvuelva, el jugador se ve enfrentado al mayor de los enemigos: él mismo.

Los 18 hoyos de Chambers Bay, comentados por Holly Sonders y Gil Hanse

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