Es la palabra de moda en el US Open. Lo mismo sirve para describir el vértigo físico de Jason Day, protagonista de la jornada del sábado; que el vértigo psicológico de todo aquel que se asoma al liderato en el major más exigente del año; o el vértigo canónico, esa «turbación del juicio, repentina y pasajera» que define el diccionario y que invade a quienes continuamente se enfrentan a decisiones imposibles en un campo llevado al límite por la USGA.
Aun así, en la cabeza del torneo encontramos sospechosos habituales, invitados inesperados y un par de resucitados, uno procedente de lo más hondo de la clasificación y otro del hospital. Ese es el resumen que puede hacerse después de echar un vistazo somero a la zona alta de la clasificación de esta 115ª edición del US Open, torneo que llega a su tramo final con un amplio abanico de aspirantes. Entre los ocho primeros, tres golpes; entre los quince mejores, cinco. Una nimiedad en un campo como Chambers Bay.
En la jornada del viernes, Jason Day parecía convertirse en el protagonista involuntario de aquel contundente tema de U2 («Hello, hello, I’m in a place called vertigo«, decía el estribillo) y sus problemas de equilibrio dejaban en suspenso su continuidad en el torneo. Un día después, Day se sobreponía a los síntomas de su molesta enfermedad, acentuados por las duras condiciones de juego y el cansancio, para finalizar con tres birdies en los cuatro últimos hoyos cuando todo el mundo lo descartaba, y ascender hasta la primera plaza. Hasta su caddie, el circunspecto Colin Swatton, no tenía palabras para lo que acababa de hacer su jefe.
«Ha sido la mejor vuelta de golf que he visto en mi vida. Ha hecho un esfuerzo sobrehumano. Durante la vuelta hubo ratos en que se sentía bien y otros en que no. Estaba agotado. Pero hubo momentos en los que fue capaz de sobreponerse y pegar el golpe que hacía falta pegar», declaraba el caddie de Day, que hereda de Mickelson la condición de «campeón sentimental del público».
Pero Chambers Bay no sabe de sentimentalismos y cada día golpea a un buen puñado de participantes. Ayer cayó el texano Patrick Reed, que se fue con tres dobles bogeys en el zurrón (más otros tres bogeys y tres birdies) para descender del liderato hasta la novena plaza a cinco golpes de la cabeza.
Salieron mejor parados, además de Day, los ocupantes del liderato (todos ellos con -4): el bombardero Dustin Johnson, cuya contundencia le sigue permitiendo buscar líneas imposibles y atacar banderas vedadas a muchos mortales, el sudafricano Branden Grace, fino en los links y sobrio en su juego, y Jordan Spieth, el «niño de oro», que sufrió más de lo que auguraban los dos estratosféricos birdies que logró en sus dos primeros hoyos y que, pese a todos, está a 18 hoyos de seguir con su búsqueda del Grand Slam.
Por detrás, el mejor de la jornada sabatina, un Louis Oosthuizen imperial que ha pasado del 77 en la primera jornada a encadenar dos 66 consecutivos para colocarse quinto. El ganador del Open Championship de 2010 en St. Andrews impone respeto y su exhibición después de haberse librado de la «rémora» de Fowler y Woods, sus compañeros de fatigas durante los dos primeros días, es digna de estudio. A su lado, secundarios cualificados como el irlandés Shane Lowry, el australiano Cameron Smith y el estadounidense J. B. Holmes, todo desparpajo y valentía, y con +1 otro buen puñado de kamikazes encabezado por Romero, Finau o Stenson.
Por desgracia, y salvo sorpresa mayúscula, se quedan fuera de la lucha por el título Rory McIlroy, el mejor el sábado junto a Oosthuizen pero absolutamente incapacitado en los greens del links de University Place («coliflores», los llamó el norirlandés), y Sergio García, trigésimo quinto después de ganar veinticinco plazas en una gran vuelta de golf. El español estuvo cerca de armarla y meterse entre los mejores, pero un triple bogey en el hoyo 14 anuló sus denodados esfuerzos y lo dejó en una incómoda tierra de nadie de cara al último parcial.
Deja un comentario