No ha existido una referencia clara en la Lalla Meryem Cup. En el comienzo fueron Rebecca Hudson y Sophie Walker, seguidas de Ariya Jutanugarn tras treinta y seis hoyos disputados. La presencia de la tailandesa, de apenas dieciocho años, sí parecía poder ser definitiva en la primera posición del torneo. En primer lugar, porque destila un talento asombroso a pesar de su juventud: le pega muy largo, es certera en sus tiros a bandera y ya ha competido con la actual número uno del mundo por una victoria; en segundo, porque ganó en el Golf de l’Ocean hace doce meses. Lideraba el torneo la misma jugadora que en la pasada edición y no soplaba el viento en la costa marroquí, por lo que una referencia muy clara dominaba la competición.
Pero Ariya ha estado seis meses lesionada, por lo que su vuelta a los circuitos se antojaba lenta y progresiva, a pesar de sus ganas. En la tercera jornada firmó el par y una veterana, como mandan los cánones, ocupó su lugar en la tabla. Se trataba de Gwladys Nocera, ganadora en doce ocasiones en el Ladies European Tour, capaz de imponerse a unos días complicados en los greenes para sumar otra vuelta por debajo de los setenta impactos. Contaba con dos de ventaja sobre una compatriota, Sophie Giquel-Bettan, y cuatro sobre Jutanugarn. Nadie más parecía ser capaz de aspirar a la victoria.
Pero entonces apareció ella, una chica que participó en la última Solheim Cup envuelta en un desparpajo y un capacidad para sumar birdies impropias para alguien de diecisiete años. Charley Hull fue la jugadora más joven en debutar en esta competición pero, desde aquellos días mágicos en Colorado, poco sabíamos de ella. Había firmado contratos de patrocinio acordes con su nuevo estatus y, probablemente, había entrenado con insistencia durante el invierno, como cualquiera de sus rivales esta semana. Pero Hull, todavía menor de edad, estaba a cinco golpes del liderato, y esa diferencia es un mundo por atravesar.
Cuando se tiene su talento, sin embargo, todo parece más fácil. Firmó dos birdies en sus dos primeros hoyos de la última jornada en Agadir, un eagle en el seis, y otros dos aciertos en el siete y el nueve. En un espacio tan reducido, había transformado esa diferencia en algo tan asequible como un paseo de apenas dos horas. Nocera también tuvo sus aciertos, pero nada comparado con aquel vendaval, que prosiguió su camino con la naturalidad de quien aspira a ganar cada semana. Birdie al once, al dieciséis y al diecisiete. Hull terminó en menos quince y cuando Gwladys miró la clasificación, ya con la tarjeta firmada, posiblemente no pudo creerlo: estaba empatada en la primera plaza. Había playoff.
Y fue simplemente una continuación de aquella jornada épica. Dejó su bola a poco más de un metro del hoyo y embocó el putt más importante de su vida. “Hice una vuelta de menos nueve y pensé que tenía la oportunidad en el dieciocho, pero fallé”, declaró. “Cuando hice birdie en el playoff mis manos estaban temblando, como cuando tenía uno parecido en la Solheim Cup frente a Paula Creamer y Lexi Thompson. Fue igual hoy para ganar y lo volví a conseguir, por lo que siento que soy buena bajo presión”.
Y no solo fue aquel último impacto, sino lo que vino antes: “Con tres hoyos por jugar terminé birdie, birdie y par, y casi con otro birdie en ese último, que se escapó por poco. Nunca me rendí y llegué ahí arriba, consiguiendo mi primera victoria todavía con diecisiete años. La semana que viene cumplo los dieciocho, por lo que estoy muy contenta”.
Se cierra una historia de doce meses que comenzó en este mismo recorrido, donde Charley finalizó segunda. Mireia Prat y Marta Silva fueron trigésimo terceras con más uno.
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