“Me siento orgullosa de cómo peleé a lo largo del día y mañana también va a ser duro. Iré hoyo a hoyo, paciente”. Son palabras de Cheyenne Woods tras la tercera jornada del Australian Ladies Masters, en el que se había conseguido mantener en lo más alto de la clasificación a pesar de su evidente inexperiencia. La sobrina de Tiger, al fin y al cabo, solo tiene veintitrés años, no había ganado nunca en el Ladies European Tour y, hasta ahora, no había contado con una oportunidad tan clara con 18 hoyos por delante. Lo normal, al igual que le había sucedido a muchas otras, era que no lo consiguiera.
Dice la teoría del viejo arte de ganar torneos que lo primero en su situación es tranquilizarse, estabilizar la vuelta a base de pares y ser capaz de, poco a poco, sacar el juego que le llevó a liderar. “Ahora solo voy a relajarme”, dijo ayer. “Cenar algo, ver la televisión y hablar con mi gente en casa, pero principalmente relajarme”. Y así comenzó también la cuarta jornada, al menos desde fuera. Fue un birdie en el uno y un bogey en el cuatro, pero el trabajo estaba hecho. El menos doce que figuraba en su casillero seguía en lo más alto y sus rivales tenían una referencia muy clara a la que perseguir.
Para ganar, sin embargo, suele ser necesario algo más. Son legión los que cada semana a lo largo del año manchan una buena racha con una última vuelta de par, más fruto de la presión o los nervios de los peligros a los que realmente se enfrentan. Ahí arriba también estaba Minjee Lee, una amateur australiana que no conoce esos conceptos porque no se está jugando la tarjeta, no sabe que es viajar cada semana a un país distinto y su futuro no depende de el número de euros que acumule en una temporada; al menos por ahora. Volaba libre por la clasificación con tres aciertos en sus nueve primeros hoyos y otros dos por los segundos, alcanzando un acumulado de menos catorce. Camilla Lennarth y Stacy Lee Bregam también conseguían igualar ese menos doce, imponiéndose al viento y los greenes endurecidos del Royal Pines Resort.
Así que el reto de Cheyenne estaba ahí delante, esperándola, pidiéndole algo más que control a lo largo del día. El siguiente paso en la teoría era atacar, sacar de la chistera ese golpe cerca de bandera o el putt que termina entrando por el borde del agujero. Y Woods, como solía hacer su tío con una facilidad insultante, navegó por las aguas del liderato sin una fracción de duda. Birdie al nueve, al doce, al quince y al dieciocho. Allí no quedó un solo error que diera aliento a sus rivales, solo un acierto que llegaba tras otro, como una losa que crece, imposible de levantar.
Su vuelta de menos cuatro le dio su primer triunfo en el circuito ante varias de sus mejores jugadoras. A nosotros, desde la distancia, nos demostró que la sobrina del número uno también conoce a la perfección el viejo libro que dicta los patrones para ganar, y que lo lleva a la perfección si la situación lo requiere. La chica también tiene madera de dominadora, aunque para ello le queden todavía varios mundos que recorrer.
Caroline Hedwall, So Young Lee y Minsum Kim finalizaron quintas con menos nueve, mientras que Jessica Korda empató en la octava posición con Belén Mozo, que entregó la mejor tarjeta del día en casa club: 65 impactos. Pasó de ser trigésimo novena al top 10 en un solo día. María Hernández fue trigésimo cuarta y Mireia Prat quincuagésimo octava.
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