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Come on, Aussie!

Óscar Díaz | 15 de abril de 2013

En la rígida y reglamentada Augusta, en un campo en que una voz fuera de tiempo o una inoportuna llamada de teléfono te puede poner de patitas en la calle, un grito rompió la tarde. Era un grito de alegría, de rabia, de sueños cumplidos; un grito de desesperación, el grito de tantas estrellas australianas ahogadas en el mar verde de Georgia; el grito de un país que parecía condenado a sufrir otro revés en el major más cruel… Pero también el grito de reivindicación de un jugador que encajó con deportividad uno de los golpes más duros que el golf ha propinado en los últimos años, aquella derrota en el Open Championship de 2012 disputado en Royal Lytham, un colapso que supo aprovechar Ernie Els.

Ese “Come on, Aussie!” a pleno pulmón, con los músculos contraídos y la mirada al cielo, ese bramido desatado de un jugador siempre a este lado de la raya del comedimiento, estaba plenamente justificado. Desencajado, exultante, fuera de sí, Scott creía cumplir su sueño y el torrente de emociones desbordaba su garganta. “Come on, Aussie!”, “¡Vamos, australiano!”, contundente versículo para exorcizar al peor de los demonios, la derrota. Pero ese demonio, la criatura que tantas veces tumbó a Norman en Augusta (ayudado, sin duda, por jugadores de la talla de Ballesteros, Mize, Faldo o Nicklaus) se reservaba un último as en la manga.

Por detrás llegaba Ángel Cabrera, que desde el centro de la calle escuchó el grito, esperó pacientemente a que se acallara el coro del público y enhebró una obra maestra en su último tiro a green, el mejor golpe visto en el día en el hoyo 18, para forzar un playoff que podría dejar en nada el derroche de adrenalina australiana.

Pero Scott recomponía la figura en el desempate, en este duelo de titanes del hemisferio sur, una batalla con los papeles cambiados. El jugador impasible había dejado traslucir sus emociones, mientras que el vehemente latino demostraba tranquilidad y paciencia. Scott desatado y Cabrera, contenido. El mundo al revés.

Y después de firmar tablas en su primer paso por el 18, los dos rivales, tantas veces compañeros en la Presidents Cup, volvieron al escenario de la resolución del año anterior, aquel hoyo 10 que entronizó a Bubba Watson. Pero no hubo nervios ni tiros erráticos como en 2012, sino dos salidas impecables, dos hierros a green magistrales y dos putts que buscaron el hoyo… aunque solo lo encontró el del jugador australiano.

Poco después, Scott volvía a bramar, para contenerse acto seguido y fundirse en un abrazo con Ángel Cabrera. A tal caballero, tal honor, y a tal ganador, tal adversario, un Ángel Cabrera que ennobleció la jornada final, acompañado por su hijo en la bolsa, y que consiguió, junto al campeón australiano, que solo se hablara de golf después de la turbulenta jornada previa.

Un final majestuoso para un Masters único. Un justo ganador, llevado en volandas por toda una nación. ¡Vamos, australiano!

1 comentario a “Come on, Aussie!”

  1. El 15 de abril de 2013 Silvia Llovet ha dicho:

    Óscar, me ha encantado tu crónica ! Gracias que pena que se haya acabado! Que bien lo hemos pasado;)

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