Llegaba ilusionado Gonzalo Fernández-Castaño al The Greenbrier Classic tras dos semanas en las que había protagonizado un buen Travelers Championship y posteriormente se había regalado unos días en España. Además, según manifestaba su primer contacto con el The Old White TPC, sede del torneo, fue amor a primera vista, considerándolo «uno de los mejores campos de todo el año». Y como en todas las historias de amor, este idilio entre el par 70 y el jugador español tuvo sus buenos y sus malos momentos.
Sus comienzos fueron envidiables. En su primer contacto, a pesar de haber fallado calle, el español conseguía el primer birdie del día con un tirazo a 135 metros que aterrizaba a uno del hoyo. La pasión seguía floreciendo en el hoyo 2 con otro acierto gracias a un putt de cinco metros. El madrileño estaba contento pero quería más. Y lo consiguió, en el 9 y en el 11, donde se encaramaba a los puestos altos de la tabla con un espectacular segundo golpe desde 180 metros.
Sin embargo, cuando su -4 parecía reflejar que la relación entre ambos parecía irrompible, llegó lo que ocurre a veces. Sin un motivo aparente, la situación desembocaba en una pequeña crisis. Fernández-Castaño sucumbió ante el hoyo 13, el más difícil del campo, donde se apuntó el primer bogey de su tarjeta. No sería el último, ya que en el 16, tras fallar calle y green, llegaría otro que le hacía caer hasta el 68 que acabaría entregando (-2) para acabar el día ocupando la 31ª posición.
En una jornada en la que 70 jugadores entregaron tarjetas por debajo del par, el madrileño cerró de este modo la primera jornada a cuatro golpes del liderato que asume en estos momentos el defensor del título, Jonas Blixt, con su resultado de 64 golpes (-6). El dos veces ganador en el PGA Tour ha encontrado en este campo de Virginia Occidental su particular oasis, después de una temporada en la que a pesar de mostrar algún destello de calidad en el Masters de Augusta (segundo clasificado), sus resultados no le estaban acompañando.
De hecho, el 64 de este jueves es la primera vez que baja de 70 golpes en sus últimas dieciocho vueltas competitivas y mejora por dos golpes su anterior mejor tarjeta.
En el tee del 1 comenzaba a planear su asalto a lo más alto de la tabla, al ver que no había viento al empezar su vuelta. Al percatarse de esta ausencia, no dudó en informar a su caddie: «voy a ser realmente agresivo». Éste le dio el visto bueno y a las primeras de cambio consiguió apuntar el primero de sus ocho birdies. Los últimos llegarían de forma consecutiva desde el hoyo 16 hasta el 18, con un final sublime que le hace aventajar por un golpe a un grupo de ocho jugadores que comparten la segunda plaza con -5.
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