Seguro que lo han escuchado alguna vez a sus compañeros de partido: “Yo no tiro bolas porque termino jugando peor”. Suele ser el testimonio de alguien que puede salir una o dos veces al campo por semana y que, de lunes a viernes, apenas cuenta con una hora para trabajar en su swing. No se trata de un caso aislado, sino que en la actualidad hay miles de aficionados alrededor del globo que piensan de esta forma: no reciben clases, no saben cuánto cuesta un cesto de bolas y basan toda su práctica en su experiencia en el campo. El único problema para ellos es que a lo mejor pretenden también jugar a un buen nivel.
El golf, de entre todos los deportes, es quizá el que más horas de entrenamiento requiere de un aficionado para alcanzar pequeñas mejoras. En otras palabras, es frustrante, y no son muchos los que tienen la voluntad y el tiempo necesarios como para ser mejores, es decir, aprender la técnica del movimiento. Incluso Bubba Watson o Jim Furyk, dentro de sus anómalos swings, cuentan con referencias que vigilan continuamente, ya sea el grip, el camino que sigue el palo en el backswing o cómo se comportan sus cuerpos antes de impactar a la bola. Esto no es ninguna novedad: para jugar mejor es necesario este trabajo.
El caso es que para ellos o para cualquier otro jugador, la práctica no siempre refleja buenos resultados. Muchos pueden soportar el dar dos pasos hacia adelante en un día de prácticas y llegar al campo y ver que han dado uno hacia atrás, pero lo verdaderamente difícil es ver que se dan dos pasos hacia delante para, al día siguiente, dar otros dos pasos en la dirección contraria. Por suerte y desde hace unos años, la ciencia ha pasado a estudiar también lo relacionado con este deporte y existen varias pautas que no muchos golfistas conocen, al menos por la forma en que practican. Algunos de esos trabajos incluso están relacionados con la música o el baseball, disciplinas que también requieren de una enorme inversión de horas para apreciar pequeños resultados.
Desde que se coge un palo por primera vez se suele insistir en la importancia de la repetición. Esto se debe a que el golf se basa en la memoria mecánica, es decir, el recuerdo de las habilidades motoras y ejecutivas necesarias para realizar una tarea. Es muy similar, en algunos aspectos, al baile; primero se interiorizan los pasos para luego ponerlos en práctica al ritmo de la música. La mayoría de clases funcionan así: se aprende un nuevo concepto (grip, stance, línea del palo…) a través de ponerlo en práctica una y otra vez, con cientos de bolas de por medio.
Esta forma de afrontar el entrenamiento se llama, en psicología deportiva, práctica bloqueada (blocked practice). No se pasa a otra actividad sin haber ejecutado todas las correspondientes a la primera. En el caso del golf, podría aplicarse a pegar tres buenos golpes seguidos con el hierro 7 antes de pasar a uno más largo, el 5 o el driver, y es la que siguen instintivamente la mayoría de aficionados, ya que parece lógica. Si el swing se basa en la memoria muscular, ¿por qué no hacer todas las repeticiones seguidas? Ya que se trata de un movimiento difícil, es más cómodo practicar diez minutos en algo concreto que hacerlo en varias cosas distintas.
El otro método que existe para entrenar se llama práctica al azar (random practice), y se basa justo en lo contrario: el jugador debe cambiar de actividad constantemente dentro del tiempo disponible. Un ejemplo aplicado al golf, por ejemplo, sería pegar tres bolas con el hierro 7, otras tres con el 5 y finalmente tres más con el driver, repitiendo esa secuencia. Al finalizar, el entrenamiento debería de ser similar en cualquiera de los métodos: se ha pegado el mismo número de bolas con cada palo, solo que en un orden distinto.
El problema que plantea la práctica bloqueada es que empuja a la repetición y, aunque sea algo que se relacione muy fácilmente con el trabajo (insistir constantemente en una materia para dominarla), no tiene nada que ver con cómo funciona el cerebro humano. Estamos programados genéticamente para prestar atención al cambio, no a las secuencias que se repiten. Un ejemplo muy común de este fenómeno se observa en los bebés: si se les muestra un objeto una y otra vez dejarán, en algún momento, de prestarle atención; mientras que si se cambia alternativamente por varios, ésta no disminuirá. En el fondo, todos lo sabemos: la repetición constante termina siendo aburrida, lo que implica que nuestro cerebro no está muy comprometido con la tarea que ejecutamos. En vez de cambiar a otra, solemos esforzarnos en concentrarnos más (es decir, más trabajo).
Hay varios estudios que confirman que la práctica al azar es mucho más efectiva a la hora de transformarse en resultados positivos. Uno de ellos fue elaborado en 1994 por Hall, Domingues y Cavazos (se puede leer aquí) a base de juntar a jugadores de baseball profesionales siguiendo ambos métodos de entrenamiento, a través de 12 sesiones. Al finalizarlo, los que siguieron una práctica al azar impactaron a la bola un 57% más de veces que antes, mientras que los que siguieron una práctica bloqueda lo hicieron en un 25%. Fue más del doble de efectiva, a pesar de que se pegaron el mismo número de bolas. Esta misma idea se aplicó al golf en el libro Motor control and learning, a behavioral emphasis (Control y aprendizaje motor, un énfasis conductual), escrito por Richard Smith y Timothy Lee.
Pero después de conocer la teoría: ¿cómo ponerla en práctica adecuadamente? Varios profesores ya lo hacen con sus alumnos, como Andrew Rice, que sabiendo de las limitaciones de tiempo de muchos de ellos ha elaborado un plan para sesenta minutos de entrenamiento que podéis consultar aquí. Básicamente divide la práctica en segmentos de veinte minutos:
1. Juego largo y técnica.
2. Wedges y juego corto.
3. Putt
Se trata de una aplicación perfecta de la práctica al azar, ya que aunque no se termine el día pegando buenas bolas con un palo concreto, los resultados, a largo plazo, son claramente superiores.
2 comentarios a “Cómo hacer del entrenamiento algo útil”
Muy buen artículo, muy instructivo y práctico.
Me inclino por la práctica al azar, es mucho más parecida a lo que luego te encuentras en el campo de juego.
[…] Así que ahora, en el Range de práctica, dedico buena parte del tiempo al juego corto, tratando de evitar demasiadas repeticiones de un mismo tiro, porque según un reciente estudio, esto no es bueno para el cerebro en el proceso de aprendizaje de cómo enfrentar cada golpe y cada reto en el juego real, donde cada tiro es diferente. La recomendación es emular en el Range el juego de campo. Pero bueno, aquí dejo un link que explica en detalle está propuesta (http://www.cronicagolf.com/como-hacer-del-entrenamiento-algo-util). […]
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