Cinco españoles afrontarán el duro desafío del PGA Championship en el Oak Hill Country Club. Ninguno de ellos ha conseguido todavía una victoria esta temporada, a pesar de que su nivel de juego ha sido superior a otras. A diferencia del golf femenino, los chicos todavía no han encontrado el camino definitivo hacia el éxito y esta semana se enfrentarán a los mejores del mundo, con el Masters de 1999 de Olazábal como última referencia.
Pablo Larrazábal. No comenzó la temporada con las mejores sensaciones, pero desde que compitiera en La India a buen nivel, Pablo mantuvo una racha de buenos resultados que se mantuvo durante varias semanas; quizá lo más difícil de conseguir en el golf profesional. Sexto en Malasia, cuarto en Marruecos, de nuevo sexto en Corea, quinto en China… El catalán partió con opciones los domingos pero no consiguió rematar la faena. Sus últimos eventos (Abiertos de Francia y Escocia) no invitan al optimismo pero los objetivos de Pablo van más allá de ganar o perder. Se trata también de acumular experiencia, jugar los cuatro días y, si hay opción, luchar como siempre por terminar lo más alto posible. La temporada que viene, en vez de uno, podría jugar los cuatro grandes.
Sergio García. La trayectoria que ha seguido Sergio este año es, cuanto menos, sorprendente. Comenzó a un nivel altísimo, finalizando segundo en Catar, tercero en Bay Hill, séptimo en Tampa Bay y, después de liderar el Masters, concluyó con un octavo puesto. Su buen estado de forma le llevó a pelear por la victoria en The Players con la mejor versión de Woods, en lo que parecía un adelanto de triunfos inminentes. Después de aquello y, sobre todo, de unas desafortunadas declaraciones, el castellonense parece haberse deshinchado un poco. Solo ha jugado cuatro torneos desde el 16 de junio y, aunque sigue habiendo signos positivos en su juego, no parece que llegue en las mejores condiciones a Nueva York. De poco importa todo esto cuando se tiene su talento y es probable que si consigue aislarse del entorno y de la presión añadida que siempre tienen estos torneos consiga tener una opción el domingo.
Rafael Cabrera-Bello. El grancanario juega su segundo grande de la temporada. En el Open dejó una impresión buenísima, manteniéndose en las primeras posiciones durante las dos primeras jornadas y solo cediendo ante la cara más dura de Muirfield. Su temporada no ha contado con actuaciones estelares y una quinta posición en el Abierto de Irlanda es, hasta ahora, su mejor resultado. Sin embargo, a pesar de las semanas difíciles, se ha mantenido en esa difícil progresión de confirmarse como uno de los pesos pesados del Circuito Europeo. Destacar en el PGA y asegurar su presencia en los grandes el próximo año es el siguiente paso.
Miguel Ángel Jiménez. La lógica no funciona para este hombre de cuarenta y nueve años. Se rompió la pierna y parecía haber dicho adiós a una carrera en la élite, al menos desde fuera, pero por dentro Miguel estaba ardiendo de rabia por no poder competir. De ese ansia silenciosa nació un cuarto puesto en Wentworth o el último gran intento de dejar una huella imborrable en su historia, otra cuarta posición en Firestone. La edad o un cuerpo que va a menos no tienen suficiente fuerza como para hacer que su cabeza titubee. Decimotercero en el Open. En el PGA… Quién sabe, pero Jiménez llega en forma.
Gonzalo Fernández-Castaño. El que todavía no haya ganado este año no desmerece para nada la gran temporada que está llevando a cabo el madrileño. De pasar a competir en Europa, en campos que conocía, ha hecho las Américas y medirse con el circuito más exigente de la actualidad. Su mérito no reside tanto en los números, sino en ser capaz de competir cada semana y no haberse perdido ni uno solo de los torneos importantes, acostumbrándose a habitar entre los mejores. Su juego está siendo consistente, pero puede que su mayor aval de cara al cuarto grande del año sea tener las ideas muy claras. Si se encuentra cómodo en Oak Hill, Gonzalo seguro que estará arriba.
Deja un comentario