El golf me ha enamorado. Está claro que se trata de un deporte muy divertido, frustrante y satisfactorio a partes iguales, pero hay algo más: ese componente social de compartir unas horas con las personas que tú decides.
De hecho, en mi campo hemos ido creando la cuadrilla de juego en función de las posibilidades de jugar en los mismos horarios y, sobre todo, de la afinidad de caracteres dentro de la lógica heterogeneidad del grupo. Prueba de la fortaleza de ese componente social es que si siempre tuviese que jugar al golf solo probablemente lo dejaría.
Mi opinión sobre este tema ha ido cambiando a lo largo de los años que llevo jugando al golf. Cada vez valoro más el hecho de poder disfrutar de mi deporte con buenos amigos sin importarme demasiado el nivel del campo donde disputamos los partidos. Obviamente a todos nos satisface jugar en grandes recorridos, de fabuloso diseño y exquisito mantenimiento. Poder completar campos míticos como Saint Andrews, Pebble Beach o Augusta National, por ejemplo, son sueños por los que muchos golfistas, por no decir todos, «matarían». Yo soy el primero en hacer todo lo posible dentro de mis posibilidades para llevar a cabo esos anhelos, aunque soy consciente de que algunos de ellos son inviables.
Prefiero jugar con amigos o personas afines a mí. Independientemente de su nivel de juego, su comportamiento en el campo hace que compartir hoyos sea un placer. Y no me refiero a una conducta correcta en cuanto a etiqueta se refiere, sino a una actitud que me hace sentir cómodo a su lado. Cada uno de nosotros valora diferentes cualidades en los compañeros de juego, y cada uno tiene a personas con las que está deseando compartir 18 hoyos. Unos aprecian la sonrisa en el compañero, otros el buen carácter frente al fallo, otros el nivel de juego, etc. No entro a valorar cuales de esas cualidades son más estimadas, pues todas son válidas.
Si practico el golf en un gran campo yo solo o con personas con las que no tengo complicidad, simplemente mi nivel de satisfacción será directamente proporcional al nivel de mi juego. No será así cuando me acompañen allegados que logran arrancarme una sonrisa durante las cuatro horas que dura la ronda, aunque no deja de ser una perogrullada que prefiero jugar bien.
Soy consciente de que posiblemente la mía no sea una opinión muy secundada, porque comprendo que muchos prefieren lo contrario. Nadie lleva razón, simplemente se trata de gustos. Si me enfrento a la utópica disyuntiva de elegir entre jugar en Pebble Beach con desconocidos o uno de los buenos campos sin tanto nombre situados al lado de ese mismo recorrido con buenos amigos, escojo la segunda opción. No deseo llevar el debate al extremo demagógico de renunciar a jugar en Augusta National si no fuese bien acompañado; no se trata de eso, no.
Si en mi ciudad hubiese dos recorridos, uno de ellos de gran reconocimiento, calidad y tradición, y otro de un nivel normal, pero en donde jugase de forma habitual mi cuadrilla, ante la opción de permitirme poder elegir ser de un campo o de otro mi decisión sería clara y acorde con los argumentos que esgrimo. Insisto en que esto no es óbice para, si se presentase la ocasión, intentar jugar en los campos míticos de España o del mundo.
Mi parecer se refiere a partidas amistosas y en ningún momento a torneos, en los cuales creo que se deben respetar los criterios de competición que designe el comité y no atender a peticiones personales. Es cierto que en el contexto de la actual crisis económica que soportamos el jugador ha tomado una mayor posición de fuerza en esa materia, pero no estoy a favor… aunque de ese tema tal vez podamos hablar en algún artículo futuro.
4 comentarios a “¡Cómo mejora el golf en buena compañía!”
Tengo la suerte de ser uno de ellos.
GRACIAS AMIGO
Muy buena apreciación sobre el golf.
Yo lo tengo muy claro. Para mi el golf esta pensado para disfrutarlo con amigos.
Valoro más las risas y el buen rato que un campo espectacular o jugar de escándalo. Para esos días en que el golf te abandona, siempre queda el hoyo 19, ese hoyo en el que todos somos «pros» y en el que, rodeado de buena gente, siempre te apuntas un birdie.
me encanta,,no hay mejor tiempo de ocio que aquel que compartes en armonía con tus amigos. How lucky you are, Javier!
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