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Conspiranoia 74

José Ramón Rodríguez | 22 de julio de 2012

Durante años no hubo más directiva sobre el tamaño y el peso de una bola de golf que el criterio del fabricante o del jugador que las encargaba, en el caso de los más pudientes. La llegada de la bola de gutapercha, primero, y posteriormente la Haskell favoreció la uniformidad de las bolas porque ambas podían ser fabricadas en serie. Hasta 1920 no se emitió una regla que regulara el peso y el tamaño de la bola, en este caso 45,9 g y 41,1 mm (1,62 onzas y 1,62 pulgadas), pero a partir de ese momento los criterios de la USGA y del R&A divergieron. En los años 30, la USGA reguló que la bola debía tener un peso máximo de 45,9 g y un diámetro mínimo de 42,6 mm, en tanto que el R&A mantuvo el mismo peso y diámetro que en las reglas de 1920.

La bola del R&A pasó a ser conocida como bola europea, bola del Open Británico (o simplemente bola británica) o bola pequeña, mientras que a la de la USGA se la conoció como bola americana. Hasta 1990 no se produjo la unificación mundial, adoptándose el estándar americano, pero el R&A prohibió el uso de la bola pequeña en el Open Championship a partir de la edición de 1974, celebrada en Royal Lytham. Curiosamente, en esa misma edición se levantó una polvareda relacionada con una bola que tardó años en asentarse.

A falta de dos hoyos para acabar el torneo, Gary Player tenía una ventaja de seis golpes sobre el segundo clasificado, Peter Oosterhuis. En el hoyo 17 mandó su bola a una zona de rough denso, avisó al árbitro para que contara el tiempo y pidió ayuda a los espectadores para encontrar su bola. A falta de pocos segundos para que se cumplieran los cinco minutos, su caddie Alfred “Rabbit” Dyer encontró la bola. Player la jugó sacándole un cinco al hoyo y acabó ganando su tercer Open Championship, igualando a Harry Vardon y John Henry Taylor como únicos ganadores de un Open en tres décadas distintas al haberlo logrado en 1959, 1968 y 1974. Esa bola encontrada milagrosamente fue el origen de la polémica.

Las versiones varían, pero se alzaron muchas voces que señalaron a a «Rabbit» Dyer como responsable de haber dejado caer otra bola cuando la situación era desesperada. Para unos fue un cámara de la BBC el que encontró la bola original inmediatamente después de haber acabado el campeonato, mientras que otros dicen que fueron unos socios del club días después. Los defensores de que hubo juego sucio durante el hallazgo de la bola incluso aseguran que Nicklaus, enterado del desenlace, se cruzó con Palmer en la casa club y le espetó: «No pensarás recoger el trofeo, ¿verdad?». Pero la conspiranoia más disparatada va mucho más lejos. Por una parte, se dice que la bola se entregó al R&A y que está guardada a buen recaudo en una caja fuerte para salvaguardar el buen nombre del torneo y del R&A. Por otro, se aventura que todo fue un invento de Dyer y Player para desviar la atención de una supuesta infracción por mejorar el área de swing durante la disputa del último hoyo.

Evidentemente, Gary Player se defendió con firmeza de las acusaciones. Resultaba ridículo enfrentarse a una descalificación con la ventaja que tenía. Además, puso a su caddie, el primer caddie negro en el Open Championship, como víctima y dijo que había estado recibiendo insultos racistas desde el primer momento. La defensa que hizo Player de su caddie negro contrastaba fuertemente con el régimen segregacionista del apartheid vigente en Sudáfrica, su país de origen, y de esa forma contribuía a reforzar su imagen de jugador de moral y rectitud sin tacha, buen cristiano, abstemio, no fumador y amante del gimnasio.

La realidad es que contra Player solo hay opiniones y ninguna prueba. Incluso el periodista y narrador de golf Peter Kessler hizo una extensa entrevista con imágenes del incidente para The Golf Channel sin que pudiera probarse nada. Resulta curioso que un incidente así levantara tanta polvareda en su momento y que años después todavía puedan leerse discusiones al respecto en foros y blogs de Internet, mientras los piscinazos y demás triquiñuelas futboleras, de mayor o menor trascendencia pero de vigencia efímera, siguen siendo motivo de conversación habitual cualquier lunes.

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