Mientras que durante los primeros años de este siglo el golf era un monólogo perpetuo de un jugador llamado Tiger Woods, la actualidad reciente se parece en muchos más sentidos a un diálogo. Y es memorable. El 2013 terminó con el Tigre caminando lento por las calles, McIlroy alcanzando de nuevo su última velocidad y Henrik Stenson aplastando rivales con un juego largo de altos vuelos. Ninguno de ellos, sin embargo, ganó alguno de los cuatro grandes celebrados. El golf ha vuelto a sus orígenes y a su característica más genuina: la imprevisibilidad. Ayer eran ellos, hoy podrían ser otros. Y mientras nosotros intentamos ponernos al día con declaraciones, estadísticas y otros datos que nos den la clave del futuro, los nombres y las posibilidades siguen creciendo. En el PGA apareció Jason Dufner; en el desierto, hace unos días, Victor Dubuisson. El diálogo amplía sus interlocutores.
Y de lo que se habla estos días, previos al Cadillac Championship, es de nuevo de Tiger. Su retirada del Honda el pasado domingo fue la última puñalada a un arranque de año irregular, lleno de dudas y cuestiones sobre su futuro a las que solo el tiempo dará respuestas. Se ha hablado de si verdaderamente aparecerá mañana en Doral mientras su caddie se paseaba por el recorrido midiendo distancias, de si su preparación física es demasiado agresiva para un deporte como el golf, que si verdaderamente le quedan tantos años en la élite como marca su carnet de identidad… Pero Woods, probablemente, saldrá otra vez el jueves como si no hubiera pasado nada, en un escenario rediseñado por Gil Hanse pero del que guarda todavía el aroma de su victoria hace doce meses. Su historial dice que no pasa por su mejor momento, pero el número uno, ganador de dieciocho World Golf Championships, está siempre sumando nuevos argumentos a la conversación.
Otras ideas a tener en cuenta son las palabras de Justin Rose, campeón del US Open y reconocido como, posiblemente, el jugador más sólido de tee a green de la actualidad. Su hombro parece haber estado dándole problemas, al igual que le ha sucedido a Phil Mickelson o a Louis Oosthuizen con su espalda en este comienzo de curso. Son jugadores tocados por las horas de entrenamiento pero a los que resulta imposible descartar sabiendo de dónde vienen y, sobre todo, a dónde quieren llegar.
Pero lesiones y datos accesorios aparte y, centrándonos solo en la competición, el Cadillac se antoja hermoso y lleno de vitalidad. Se han reunido allí los mejores del planeta, sin excepción, desde los diez mejores del Ranking hasta aquellos que buscan una plaza de honor en alguno de los majors. Esa ambición tiene hoy el rostro de Jason Day, ganador del Accenture, número cuatro del mundo e intimidante hasta decir: “No tengo ninguna intención de parar”, como si aquel triunfo fuera solo un indicio y no un premio. No hace mucho dijeron lo mismo Adam Scott, Henrik Stenson o Jordan Spieth, subidos a una velocidad endiablada a su talento y de camino a las cimas más peligrosas.
En esta gran conversación habrá tres voces españolas: Jiménez, Fernández-Castaño y García. Es la última de ellas la que más fuerza y contundencia tiene a día de hoy, ya que Sergio, al igual que ha hecho Woods a lo largo de toda su carrera, parece ser capaz de pelear incluso en los días más complicados. Y eso, de entre todas las virtudes que puede tener un golfista, es probablemente la más peligrosa para sus rivales. Esta semana tiene una nueva oportunidad de decirles que también sabe perfectamente cómo cerrar los torneos, que es el último capítulo en el libro titulado “El arte de ganar”.
Y por último McIlroy, el jugador que más tiene que decir en este torneo por la sencilla razón de tener más potencial, más opciones de salir del hoyo sonriendo. En el Honda fueron subidas y bajadas, altos y bajos, como cuando era el número uno. Sin embargo, inmerso en este estado de brillantez, igual tira por la borda un torneo que gana por ocho impactos de ventaja. Y hay algo claro en su evolución como profesional: a cada torneo que pasa controla mejor todo lo relacionado con su juego.
Bogart con Renault en el aeropuerto de Casablanca, Sócrates y Critón debatiendo sobre la injusticia, Talleyrand y Fouché tras el Waterloo napoleónico… Son muchos los diálogos memorables de la historia y esta semana el golf afronta uno propio, abierto y generoso, como los grandes. Voces autoritarias, personajes profundos y solo un nombre que grabar en el trofeo. Que alguien escriba una historia mejor.
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