No es un hecho noticiable, pero en las islas siguen empeñados en conducir por la izquierda. Ya no se emplea el látigo para fustigar con la diestra a las bestias de tiro (motivo por el que empezaron a ir «al revés») y para azuzar a los caballos de vapor basta con pisar un pedalito, con lo que no existe la posibilidad de atizarle a algún viandante despistado con dicho instrumento. Pese a todo, los transeúntes tal vez preferirían encajar algún azote (si nos fiamos del esotérico éxito de 50 sombras de Grey) a sufrir sobresaltos a causa de los despistes espaciales de los conductores continentales. No obstante, el intrépido Carlos Palomo, compañero de fatigas en Locos por el Golf y conductor de la expedición, está saliendo más que airoso del trance y hasta el momento un levísimo desencuentro (apenas un roce) con un bordillo ha sido el lance más grave en nuestro periplo automovilístico.
Sin novedad, por tanto, en los trayectos Edimburgo-Perth-Gleneagles que hemos hecho desde que ayer aterrizamos en Escocia (con la primera cena, las primeras cervezas y la primera noche en tierras caledonias) y el desplazamiento de hoy al campo.
Como suele suceder en este tipo de acontecimientos, el montaje de esta Ryder Cup apabulla por su grandeza y entiendes al instante que esto no se organiza en cualquier sitio. Y no solo por los detalles evidentes (cifras aportadas por la organización, tamaño de la sala de prensa, densidad de voluntarios por metro cuadrado, despliegue de medios técnicos), sino por algunas pinceladas más mundanas que dejan traslucir planificación y trabajo. La existencia de hoteles “portátiles” en las inmediaciones del campo para la legión de trabajadores de esta Ryder Cup es uno de ellos, aunque los funcionales barracones parezcan fuera de lugar en un país célebre por las bondades y la hospitalidad ofrecidas en sus bed & breakfast.
Después de ser recibidos con una sonrisa que desarma por María Acacia López Bachiller, jefa de prensa del European Tour en España, y una vez acreditados y agasajados con un buen número de detalles (agenda, programa oficial, guía, una pulserita con 150 libras de saldo para el restaurante donde desayunaremos y comeremos), tomamos posesión de nuestros puestos en la tremebunda sala de prensa para, a continuación, darnos la primera vuelta por el campo.
Por el tee del 1 iban desfilando en grupos de cuatro los miembros del equipo americano, alentados por su afición y aplaudidos gentilmente por el numeroso público local. Es la Ryder, pero sorprende la cantidad de gente que hay el primer día de prácticas, un martes laborable y, a priori, sin mucho tirón para el espectador de a pie. No se puede sacar mucha punta a los primeros swings, aunque nos tienta buscar segundas lecturas al golpe que desde el tee del 1 Patrick Reed mandó a Sebastopol (que habrá pasado de manos ucranias a rusas, pero sigue estando a hacer puñetas). Sin mirar en qué concejo acababa su golpe con la madera, el novato estadounidense ya estaba pinchando una segunda bola para solaz de los espectadores congregados en las inmediaciones, que mantenían sus formas exquisitas mientras internamente se relamían ante la posible implosión durante la competición del robusto texano… y más después de afirmar que se consideraba uno de los cinco mejores jugadores del mundo. Parece que en su equipo hay pocos golfistas dispuestos a compartir suerte con Reed, una posible fuente de desequilibrios para Tom Watson.
Por lo demás, buenas formas, relajación y gestos calmados de los americanos, a los que siguieron posteriormente una batería de europeos en tríos para no dar muchas pistas a los rivales. Así, McIlroy salía con Kaymer y García; Poulter con Rose y Gallacher; Björn con Westwood y Donaldson; y, por último, Stenson con Dubuisson y McDowell. La partida de ajedrez ha comenzado y ninguno de los capitanes quiere desvelar sus bazas, aunque entre los americanos parece haber más “parejas naturales” dado los éxitos previos de Bradley con Mickelson y Simpson con Bubba Watson.
Precisamente, los tres golfistas españoles que están esta semana en Gleneagles (García, Olazábal y Jiménez), protagonizaban a primera hora de la mañana una divertida instantánea poco después de las fotos oficiales de los equipos. Los vicecapitanes llevan en volandas al jugador, bonita metáfora del papel de mentor que se espera que ejerzan esta semana, aunque los dos porteadores de la “sillita de la reina” le cambiarían el puesto sin pensárselo dos veces a García. El de Borriol tiene armas de sobra para sostenerse solo, pero en una competición como la Ryder nunca está de más el apoyo de gente en quien confías, de jugadores a quienes respetas… e incluso de leyendas que están más presentes que nunca durante estos días.
Baste echar un vistazo a una de las espectaculares pantallas que pueblan el campo, la situada en la parte trasera de la grada del 18 justo frente a la calle del 1, paso obligado para todos los golfistas que compiten esta semana en Gleneagles. El impresionante monitor está oportunamente enmarcado por una cita del gran Severiano Ballesteros, omnipresente en la Ryder y que, sin duda, ejercerá de tercer vicecapitán español junto a Jiménez y a Olazábal. “Como jugador y capitán vives momentos inolvidables en los que compites por tus compañeros, tu país y tu continente”. Palabra de Seve. Palabra de Ryder.
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