Cada vez que alguien escribe que la Ryder Cup es una competición única, en el cielo se apaga una estrella, muere un gatito y Perogrullo (personaje de incierto origen) se revuelve en la tumba. Pero no por ello deja de ser menos cierto. Por las emociones que se viven, por las situaciones especiales que se dan a lo largo de la semana y porque… no hay muchos lugares en los que te puede atropellar Steve Stricker en un buggy. En puridad, fue su chófer y cierto es que la culpa fue enteramente nuestra, ya que Carlos Palomo y yo andábamos cual pavisosos despistados por medio de una carretera de acceso. Aun así, nuestra vida en ningún momento corrió peligro ya que los americanos iban a una velocidad muy contenida.
Con respecto a nuestras últimas andanzas, y con el aspecto automovilístico dominado y plenamente acostumbrados a conducir por la izquierda, anoche nos perdimos la cena de gala en Glasgow y el concierto posterior. Para empezar, por aquí tienen la mala costumbre de merendar-cenar (la cena era a las 18), con lo que nosotros todavía andábamos a esas horas dándole a la tecla. Por otro lado, y aunque no hicieran cumplir la recomendación a rajatabla, sugerían que se fuera con chaqueta y corbata, prendas sacrificadas en nuestras maletas por los numerosos “y si” y “por si acaso” que generan el incierto clima escocés, así que optamos por el irresistible combo “cena + pintas”, sabedores de que el “photocall” no sería lo mismo sin nuestra irresistible presencia. Las agencias tendrán que apañarse con las fotos de los jugadores y sus bellas acompañantes…
Con respecto al día a día, hoy ya se ha notado una afluencia muy superior de público y hemos visto las primeras colas en los controles de seguridad, aunque la jornada está desapacible y el viento que arrecia se combina con un bonito negro Mordor en el cielo. Por cierto, la organización mandó el otro día un mensaje advirtiendo que habían aparecido unas cuantas entradas falsas o vendidas por empresas no autorizadas y recomendaban a los espectadores que comprobaran sus entradas en www.ticketcheck.rydercupeurope.com. Me pongo en el lugar del pobre que paga billete de avión, hotel, coche de alquiler, estancia y demás zarandajas para que una señora en la puerta le diga, en la mejor tradición Little Britain, “The computer says no” después de pasar su entrada por el lector de código de barras.
En los días previos a la competición diversas fuentes nos han inundado con un cifras de todo pelaje y condición que pretenden transmitir la grandeza de este acontecimiento deportivo. Entre los datos más interesantes, los que me proporcionó Richard Coleman (responsable del Centro de Investigación de la Industria del Deporte de la Sheffield Hallam University) y a quien vi en acción realizando varias encuestas para evaluar el impacto económico del torneo (220 millones de libras aporta el turismo de golf anualmente a Escocia).
Entre los datos curiosos, algunos ofrecidos por Johnnie Walker (recordemos que Diageo, empresa matriz de la marca de whisky, es dueña del complejo de Gleneagles). Por lo general, 23 greenkeepers se ocupan de mantener el PGA Centenary Course, sede de la Ryder, pero durante el torneo serán 80 los que cuiden hasta el último detalle del recorrido. Curiosamente, los jardineros recorren 16 millas al día (28 kilómetros) al cortar sus greens, dando más sentido que nunca al «Keep walking» del slogan de la marca. Más estadísticas curiosas e inútiles: a lo largo de las 7296 yardas que mide el campo caben 20000 botellas de Johnnie Walker Blue Label en fila y la arena de sus bunkers llenaría medio millón de botellas de Johnnie Walker Black Label. Apasionante… Y entre los datos técnicos ofrecidos por la organización, llaman la atención las 16 pantallas Jumbotron, el vídeowall de 56 metros cuadrados de la carpa de prensa y los 510 plasmas repartidos por todas partes. Ya solo falta calcular cuántas ruedas de prensa de políticos españoles caben en todas esas pantallas.
Hablando de cacharros, Rory McIlroy ha decidido poner en juego un nuevo driver y la prensa quería saber qué opinaba el capitán europeo al respecto. McGinley ha declarado que tiene confianza absoluta en el norirlandés y en las decisiones de su equipo, aunque más de uno piensa que los cambios de última hora en un palo tan importante pueden generar un debate innecesario alrededor de su posible rendimiento si McIlroy no está muy afortunado.
Y, por supuesto, la noticia del día es la ceremonia de inauguración y el anuncio de los primeros emparejamientos. Aunque las ediciones anteriores y los movimientos de los capitanes dan ciertas pistas (McDowell-Dubuisson, Walker-Fowler, Bradley-Mickelson, Poulter-Rose, etc), habrá que ver si hay sorpresas. En estos tiempos de relaciones virtuales y webs de citas y compatibilidades, a lo mejor es el momento de que algún lumbreras tecnológico cree el equivalente golfístico de Meetic, eDarling o Tinder, una app que está haciendo furor según me ha contado algún jovenzuelo inquieto. Imagínenselo: iMatchPlay, la web para jugadores de foursomes o fourballs exigentes. Y siguiendo con las afinidades, ayer, con cierta mala idea, le preguntamos a Sergio García a qué vicecapitán hacía más caso, y que si prestaba más atención a lo que le decían Olazábal o Jiménez que a lo que tuviera que decirle Harrington. El de Borriol fue muy diplomático al decir que no hacía distinciones y que, por ejempo, en su primera vuelta de prácticas les había acompañado Torrance pese a que él era el único español del equipo. Pero nos sigue costando imaginar a Harrington dando una charla motivadora al as español, la verdad.
Entregas anteriores
Diario de la Ryder 2014 (I): tres españoles en Gleneagles
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