Faltan casi dos años para la disputa de la siguiente Ryder Cup, pero se habla más que nunca de ella estos días. La razón es que ya se conocen los dos nombres que capitanearán a los equipos de Europa y Estados Unidos, Paul McGinley y Tom Watson. Las elecciones responden a las situaciones de ambos combinados y parecen lógicas y respetables. El viejo continente ha ganado siete de las últimas nueve ediciones y todo es armonía y buenas formas, en las que se respeta una rotación perfecta en el turno de capitanes y todos los componentes del equipo muestran una opinión unánime. “McGinley se merecía esta oportunidad”, parecen haber clamado esta semana. Por su parte, Estados Unidos se ve necesitado de una reacción, la búsqueda de un punto de inflexión que les vuelva a convertir en la potencia de antaño y olvidar la imagen que mostraron el último domingo de competición en Medinah. Tom Watson parece llevar la palabra victoria grabada en su nombre y ningún jugador ha podido discutir la decisión, porque saben que pocos lo harían mejor que él.
Así, con unos que llegan en la cresta de la ola y otros que se encomiendan a una leyenda del golf, se da el primer paso para llegar a Gleneagles en el año 2014. En cada edición de la Ryder vemos cómo los verdaderos protagonistas terminan siendo los propios jugadores, dejando a sus capitanes en un segundo plano, pero aún así los creemos importantes y en ocasiones decisivos en su labor, capaces también de controlar lo que sucede en el campo con unas palabras en el momento adecuado. ¿Sus responsabilidades? Son varias, y hasta podríamos atrevernos a enumerarlas.
– Elección de los jugadores del equipo.
– Elección de las parejas en Foursomes y Fourball a lo largo de las dos primeras jornadas.
– Elección del orden en que participan.
– Unir a jugadores que compiten habitualmente entre sí en un mismo espíritu de equipo. Hacerles entender que durante tres días son uno solo dentro del campo.
– Preparación del recorrido (si se pertenece al equipo local).
Son las cinco más evidentes dentro de una lista que es larga, y que sin duda cualquier capitán a lo largo de la historia podría alargar hasta llenar páginas y páginas con problemas que pueden surgir sobre la marcha, incluyendo el cuidado de los más mínimos detalles. Pero la labor por la que se los juzga habitualmente se reduce a alguno de estos cinco puntos: cómo decidió juntar a dos jugadores tan distintos, cómo uno de ellos no jugó todos los partidos si estaba en buena forma o cómo no llevó a la competición a otro, que había ganado varias veces antes de la Ryder. Si se termina en el lado ganador no existen dudas y el capitán ha hecho una gran labor, mientras que si se pierde hay algo que ha fallado.
¿Cuáles son entonces los requisitos para ser capitán? También se pueden enumerar si tenemos en cuenta los últimos en acceder al cargo:
– Veterano, que en condiciones normales no tendría la oportunidad de acceder como jugador.
– Jugador que ha participado en varias Ryder Cup.
– Jugador con un buen palmarés a lo largo de su carrera profesional.
– Jugador que ya ha ejercido como vicecapitán dentro del equipo.
Ninguno de ellos es oficial ni está registrado en ningún documento, pero atendiendo a las últimas elecciones de ambos bandos (José María Olazábal, Davis Love III, Corey Pavin, Colin Montgomerie, Paul Azinger, Nick Faldo…) se comprueba que todos cumplen con estos requisitos. En el caso de Tom Watson, evidentemente, también, pero en el de McGinley existe una novedad respecto a los últimos capitanes europeos: el irlandés solo ha conseguido cuatro victorias en su carrera en el Circuito Europeo, lo que le deja en este ámbito por detrás de jugadores como Sandy Lyle (18), Colin Montgomerie (31), Miguel Ángel Jiménez (19) o Paul Lawrie (8), todos ellos considerados al cargo esta semana en Abu Dhabi, donde se reunió el Comité de Jugadores. Pero también por detrás de Martin Kaymer (10), Sergio García (10), Ian Poulter (12), Lee Westwood (22) y, en general, cualquier miembro del último equipo que disputó la Ryder, por lo que Europa estará a las órdenes en la próxima edición de un hombre que ha ganado menos que cualquiera de sus jugadores. ¿Es esto es una desventaja? Dado el apoyo unánime de todos ellos, es evidente que no, ya que desde Rory McIlroy, número uno del mundo, hasta Graeme McDowell o Luke Donald han apoyado firmemente la decisión. Respetan a McGinley y le creen capaz de llevarles de nuevo al triunfo.
Ahora bien, ¿es una ventaja? Estados Unidos pierde siete de las últimas nueve ediciones y opta por un candidato que lo ha ganado todo, tanto como jugador como capitán. Europa, desde la superioridad y la estabilidad que otorgan las victorias, prefiere la rotación en su lista de candidatos. Puede que ninguno de ellos tenga una relevancia fundamental en la disputa de la competición ya que la Ryder, de entre todas las que hay en golf, demuestra ser impredecible año tras año. Pero si Europa hubiera perdido los partidos individuales en Medinah, como parecía que iba a suceder tras el desarrollo de los dos primeros días, ¿apostaría por el mismo hombre?
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