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Dura lex, sed lex

Juan José Nieto | 21 de enero de 2014

John Paramor, jefe de árbitros del European Tour

Escuché hace pocos días a Antonio Colinas, genial poeta bañezano afincado en Salamanca, decir que la poesía tiene los lectores que tiene que tener, es decir, y éstas son ya palabras mías, que la miel no está hecha para cualquier paladar. Pues bien, creo que este argumento puede ser aplicado por analogía al mundo del golf.

No me malinterpreten. Celebro la llegada de todos los estamentos a los campos, la proliferación de profesionales liberales y funcionarios que deciden invertir su ocio en las calles (no siempre) y los greenes provocando una bienvenida popularización de un deporte tradicionalmente acusado de elitista. Se trata más bien de que no todo el mundo sabe gestionar una demanda que va implícita en la práctica de este juego, que está en sus genes y en su historia, que es parte misma de su razón de ser: el cumplimiento fiel de la norma.

“Dura lex, sed lex”, reza el brocardo latino. La ley es dura, pero es la ley. Y más dura aún cuando a uno le toca ser juez y parte, sujeto activo y pasivo en el cumplimiento y aplicación de la misma. Las reglas del golf dictadas por la Royal & Ancient y la USGA reglamentan un catálogo exhaustivo de situaciones, plantean supuestos y recogen múltiples interpretaciones. Pocos códigos de derecho podrían presumir de su precisión y legibilidad. Solo gracias a las bondades de este documento de obligado conocimiento por parte del golfista es posible que este se administre a lo largo de los 18 hoyos que componen una vuelta de golf, imponiéndose, si fuere menester, sanciones de golpes u hoyos en función de la modalidad.

Aun así, a pesar de la perfección formal indicada, es común avistar por los campos de la geografía mundial a verdaderos expertos en el arte de esquivar el contenido de la norma, maestros en el arte de sacar la bola de las dificultades con un fino golpeo de centrocampista o eficaces artificieros capaces de adelantar la marca en el green sin que se percaten sus compañeros de juego. Pues bien, si conocen a alguno de estos fulleros, trasládenle mi invitación para abandonar el golf.

Y es que en este ámbito no cabe la autocomplacencia. En el juego del golf no hay pecado sin penitencia, por venial que pudiera parecer el primero y por estricta que pudiera juzgarse la segunda. Es el componente ético de un deporte en el que todavía adquieren valor de ley términos como el honor, la cortesía o el respeto. Así, mientras en otros ámbitos y disciplinas se asiste con aquiescencia, cuando no se aplaude, a la actuación tramposa de los pillastres, en el golf, simplemente, esta no tiene cabida.

Lo explicaba el pasado viernes en Abu Dhabi Sergio García, quizá no el golfista más ejemplar en sus gestos y declaraciones, pero sí un noble competidor y un fiel cumplidor de la norma, ante una acusación de incumplimiento por arreglar una marca de clavo y atentar, por lo tanto, contra la regla 16-1c (Sergio le demostraría a John Paramor, árbitro del circuito, que lo que hizo fue aplastar un pique que se había levantado con anterioridad). “Jamás haría trampas, ni jugándome un Masters o un British. No podría vivir con ello”.

Vivir con ello. Ahí reside la clave de la cuestión. Vivir con la certeza de haber incumplido la norma y, lo que es más grave, con el peso de haber violado el principio de confianza que se establece entre los competidores, un principio que es prácticamente exclusivo de este deporte, el golf, en el que los árbitros no son jueces, sino notarios y en el que los jugadores, para la fortuna de quienes aún soñamos con una sociedad ordenada por principios morales, son los principales responsables de velar por la pureza de la competición y la realización de la justicia movidos no por la amenaza de un castigo y sí por los dictados de su conciencia.

Si es usted jugador de golf permítame este consejo: estudie y aprenda la norma y aplíquela con rigor. Ganar infringiendo la norma es perder dos veces, es fallarse a uno mismo y es defraudar al golf.

8 comentarios a “Dura lex, sed lex”

  1. El 21 de enero de 2014 thegoldenbeer ha dicho:

    Puestos a ser estrictos, seámoslo también al redactar el artículo. Sergio no pudo demostrar nada a John Paramor, simplemente le explicó su versión de los hechos y este la aceptó. El matiz es importante. No digo que hiciera algo incorrecto, simplemente constato lo que pasó.

  2. El 21 de enero de 2014 JJNieto ha dicho:

    Del seguimiento del supuesto entendí que Sergio pudo encontrar la marca de pique reparado y mostrársela al árbitro. Pero, aun siendo como dices, el hecho de que Paramor aceptase sin necesidad de mayores pruebas, la palabra de Sergio, pone de manifiesto la honorabilidad sobre la que se asienta la práctica de este deporte. De todos modos, no es conveniente invertir la carga de la culpa (hay que demostrar la violación de la regla, no la inocencia) ni obviar el principio de la presunción de inocencia, error en el que algunos medios incurrieron y por el que algunos, como Golf Digest, tuvieron que pedir perdón y rectificar.

  3. El 21 de enero de 2014 irujuan ha dicho:

    En el siguiente enlace queda claro que si visitaron el lugar de los hechos,
    http://ten-golf.es/grandes-circuitos/european-tour/15279-sergio-garcia-hay-gente-esperando-a-que-haga-algo-para-tirarme-flechas.html

    Yo también lo he leído en mas sitios (http://www.irishtimes.com/sport/golf/sergio-garcia-disgusted-at-suspicion-of-cheating-1.1659109), que SI visitaron el green del 18, asi que, siendo estrictos, si quedo perfectamente claro, que seremos pobres pero somos honrados.

  4. El 21 de enero de 2014 thegoldenbeer ha dicho:

    Gracias por la respuesta, estoy de acuerdo en que se ha de demostrar la supuesta falta, no la inocencia. De hecho lo que me preocupa de este tema es el caso Dyson, al que parece que ya hemos juzgado antes de tener la sentencia. Me pregunto qué pruebas van analizar, o cómo se puede demostrar si tocó un pique mal arreglado o una marca de clavos.

  5. El 21 de enero de 2014 rabazo ha dicho:

    Magnífica entrada, Juan José. 🙂

    Un cordial saludo.

  6. El 22 de enero de 2014 Monty ha dicho:

    Sr. Juan Jose Nieto:
    No le malinterpretamos no, pero ya que deja caer el comentario de que los campos se llenan de «Profesionales liberales y funcionarios» y que la miel no esta hecha para cualquier paladar, permitame que le haga una matización.

    En mi ya poco a poco larga carrera como practicante de este apasionante deporte, decirle que los mayores «trampas» encontrados en el no vienen precisamente de esos estamentos.

    Apellidos ilustres, compuestos, de rancio abolengo, etc. Cuentas bancarias bien repletas, son los mayores especialistas en: interpretación de las mormas a su antojo, adelgazar la tarjeta de golpes al final de la vuelta, adecuar convenientemente la bola cuando esta fuera de calle y un largo y desgraciado etc.

  7. El 22 de enero de 2014 JJNieto ha dicho:

    Gracias a todos por los comentarios.

    Respecto al que realiza Monty, decirle que introduje la matización por si, precisamente, la frase «no está hecha la miel para cualquier paladar» daba lugar a equívocos. Lo que defiendo, y creo que a lo largo de la redacción y lectura queda claro, es que el golf no debe seleccionar su clientela en atención a la clase y sí en relación a cuestiones éticas o de honor. Es decir, debe elegir muy bien su público para mantener su condición de isla en medio de un catálogo de actividades, deportivas o de cualquier otra índole, en las que la pillería y la trampa están bien vistas.

    Muchas gracias.

  8. El 24 de enero de 2014 suarez ha dicho:

    El elitismo del señor nieto me parece de otros tiempos.el deporte es de todos y para todos,señor nieto.actualicese.

    Usted practica otros deportes?cuando se ha cometido un error,una injusticia que a usted le favorece,ha acudido al equipo contrario y ha dicho…» mirad,tenéis razón,para vosotros el punto»… O lo que sea

    Menos moralina…

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