Augusta National rinde un permanente homenaje a los grandes del Masters uniendo sus nombres a hitos del propio campo. Gene Sarazen, Ben Hogan y Byron Nelson tienen un puente en su honor; Arnold Palmer y Jack Nicklaus, una placa que recuerda sus hazañas. El Masters es el Grande que más y mejor cuida a los amateurs, no en vano Bobby Jones fue el mejor aficionado de todos los tiempos, aunque de ninguno de ellos, salvo de Jones por su condición de factotum del club, se guarda la misma memoria que de los profesionales. Solo un amateur dejó su impronta indeleblemente unida a Augusta National, uno que nunca disputó el Masters y que ni siquiera era buen jugador.
Dwight Eisenhower entró en contacto con el golf pasada la treintena, a instancia de su mujer Marmie, cuando atendía a un curso de formación en Fort Leavenworth en 1925. Antes había jugado al fútbol americano, formando parte del equipo de West Point donde era linebacker. La contundencia de sus placajes le valió el apodo de “El ciclón de Kansas” hasta que una lesión en la rodilla izquierda le obligó a dejarlo. Lo que en principio pretendía ser solo un entretenimiento, el golf, para Eisenhower se transformó en una obsesión. Son muchas las anécdotas que se cuentan sobre Ike y el golf, como que mientras estaba en Londres durante la Segunda Guerra Mundial alquiló una casa lindante con un campo para poder hacer cuatro o cinco hoyos rápidos en cuanto tuviera un momento libre; que una vez elegido presidente hizo construir un green en los jardines de la Casa Blanca y que se dice que dictaba cartas en el Despacho Oval mientras balanceaba un hierro ocho y dejaba el suelo marcado por los clavos de sus zapatos.
Ike visitó por primera vez Augusta National el 13 de abril de 1948 invitado por William E. Robinson (previa anuencia de Clifford Roberts) a la sazón director general del New York Herald Tribune. Ike se encontraba entonces entre trabajos: había cesado como Jefe del Estado Mayor del Ejército y aún no había empezado a ejercer como presidente de la Universidad de Columbia. El destacado papel de Eisenhower en la Segunda Guerra Mundial le había convertido en un personaje muy popular, cuyas apariciones públicas despertaban una enorme expectación. Para Ike, aquellos días en Augusta National supusieron descubrir el mismo santuario que Bobby Jones había perseguido al crearlo; un remanso de paz donde poder jugar al golf durante el día y al bridge por las tardes alejado de todo ajetreo. Posteriormente, Ike describiría aquellos primeros quince días en Augusta como las mejores vacaciones de su vida.
La conexión entre Clifford Roberts y Dwight Eisenhower fue inmediata. Ambos compartían rasgos biográficos similares, con una infancia errante y haberse hecho a sí mismos. Roberts quedó entusiasmado con la figura del general y así se lo hizo saber por carta a los socios del club más cercanos. Tan solo seis meses después de esa primera visita, Augusta le enviaba a Ike la invitación para ser socio del club. En la aceptación sin vacilaciones de Eisenhower se ha querido ver un calculado gesto político, puesto que desde 1948 su nombre sonaba como candidato republicano y el poder económico y la capacidad de influencia de los miembros de Augusta National serían una ayuda de valor incalculable para cualquiera que quisiera iniciar una carrera como candidato. Sin embargo, Eisenhower siempre negó cualquier intención política al unirse a Augusta National. Eisenhower consideró a los socios del club antes amigos que aliados y al club en sí mismo como un lugar donde forjar las amistades de las que tanto había carecido debido a su vida errante como militar, y así lo reconocía explícitamente en su libro Mandate for Change. Fuera buscado o no, los socios de Augusta National jugaron un papel clave en la futura carrera de Dwight Eisenhower.
La unión entre Roberts y Eisenhower se hizo aún más profunda cuando el asesoramiento fiscal de Roberts le hizo ganar algo menos de medio millón de dólares con la publicación de su libro Crusade in Europe. A partir de ese momento, Roberts pasó a ser el asesor financiero de Eisenhower y posteriormente de toda su familia. Incluso llegó a darle unas breves nociones de economía internacional cuando Eisenhower llegó a la Casa Blanca.
Buen ejemplo de la sintonía que se estableció en poco tiempo entre los dos hombres es que, tan solo en su segundo viaje a Augusta, Ike ya se atrevió a sugerirle a una persona tan poco accesible y tan celosa de su club como Clifford Roberts un lugar donde construir un estanque que pudiera usarse para pescar. Sorprendentemente, Roberts acogió con entusiasmo la idea y poco después estaba hecho el estanque, alrededor del cual George Cobb construyó el campo de pares 3 en 1958. Puede que fuera solo una casualidad o quizá una forma de dejar patente la amistad que les unía, pero cuando Clifford Roberts decidió poner fin a su vida lo hizo precisamente en la orilla del Estanque de Eisenhower.
Después de la derrota del republicano Thomas Dewey en las elecciones de 1948, la presión para que Ike se presentara como candidato en las elecciones del 52 frente al demócrata Adlai Stevenson empezó a ser un clamor, a pesar de lo cual Ike seguía mostrándose reticente.
Roberts veía claro que Eisenhower era el mejor candidato posible, pero ante todo quería ayudar a que su amigo despejara sus dudas. Para ello hizo reunir a un grupo de hombres importantes (muchos de ellos socios de Augusta National) para que le ayudaran a asesorar mejor a Ike. Las razones de ese grupo de poderosos surtió efecto al más puro estilo Roberts y Dwight consintió en ser presentado como candidato a las primarias de New Hampshire por un grupo de electores formado por socios de Augusta National (el pasado militar de Ike le impedía presentarse por sí mismo). La victoria fue arrolladora en esa y en prácticamente todas las primarias, consiguiendo más del 85% de los votos en total.
Roberts se encontraba con Eisenhower en el Hotel Commodore de Nueva York la noche electoral presidencial del 4 de noviembre de 1952 cuando subieron a comunicarle la victoria. Tras la elección, Ike pasó diez días en Augusta jugando al golf, pero su nueva dignidad obligaba a blindar aún más un lugar ya de por sí hermético como Augusta National.
Eisenhower visitó Augusta National en 45 ocasiones (nunca durante el Masters), 29 de ellas durante su etapa presidencial, en donde permanecía habitualmente más de una semana. Mientras el presidente estaba en Augusta, se prohibía el acceso a cualquier invitado de los socios. El perímetro del club se cerraba con alambre de espino y los agentes del Servicio Secreto patrullaban el campo con subfusiles Thompson escondidos en las bolsas de palos de golf. Además, se amplió una de las alas de la casa club para disponer un lugar donde el presidente pudiera atender los asuntos inaplazables.
En 1953 los miembros del club sufragaron la construcción de un chalet para el presidente. El proyecto fue dirigido por el arquitecto local Lowrey Stulb, el mismo que había diseñado el puente de Sarazen en el hoyo 15, y supervisado por Clifford Roberts, como no podía ser de otra forma. Las obras se iniciaron en una parcela próxima al tee del hoyo 10 el lunes siguiente a finalizar el Masters de 1953 y acabaron el 1 de octubre de ese mismo año. A simple vista la casa tenía el mismo aspecto que cualquiera otra del campo, excepción hecha del águila del tímpano del porche, pero en realidad escondía una pequeña Casa Blanca, construida de acuerdo con las especificaciones hechas por el Servicio Secreto, en la que el presidente disponía incluso de una línea del celebérrimo teléfono rojo. La segunda planta se diseñó como zona de observación y vigilancia y el sótano se preparó para servir de alojamiento y lugar de reunión al personal de seguridad presidencial.
Mejor conocida es la historia del pino de Eisenhower. El presidente no era un buen jugador del golf. Era mal pateador, pegaba corto y tenía un slice incurable dado que su antigua lesión de rodilla no le permitía un swing ortodoxo. Cuando llegaba al hoyo 17 siempre solía quedar sin opciones de jugar a green o bien porque abría la bola o porque, cuando conseguía pegarle recto, acaba detrás del pino que le bloqueaba el tiro a green. En la reunión anual del club de diciembre de 1956, Eisenhower logró reunir los suficientes apoyos para pedir que el pino fuera talado. Roberts, que presidía la sesión, era consciente de que no podía negarse abiertamente a una petición del presidente de los Estados Unidos, de manera que se limitó a levantar la sesión aduciendo problemas de tiempo y dejando aparcado el asunto para la siguiente sesión. Eisenhower entendió la indirecta y no volvió a mencionar del tema.
El pino de Eisenhower influyó más en el juego del presidente que los resultados del Masters, en el que solo se le recuerdan dos incidentes. El primero fue en el Masters de 1973 cuando Tommy Aaron perdió una bola en su copa, bola que cayó a sus pies en la ronda del día siguiente. El otro fue la lesión del tendón de Aquiles que se produjo Tiger al resbalar en la pinaza después de jugar su golpe desde debajo del 17 en el Masters de 2011.
Tiger
En abril de 2014 una enorme tormenta depositó tal cantidad de nieve en sus ramas que el árbol acabó helado y con las ramas rotas. A pesar de los esfuerzos y las consultas hechas por los rectores de Augusta National para tratar de recuperarlo, no quedó otra solución que talar el árbol, de forma que el año pasado fue la primera vez que los jugadores no se encontraban con el pino a la vista desde el tee del 17, como si Ike hubiera conseguido desde el más allá lo que no consiguió en vida.
Aun así, la huella de Ike persevera. Durante una visita a Edimburgo en 1946, para celebrar la victoria aliada sobre los nazis, Dwight Eisenhower plantó una encina en el Club de Golf de Dalmey. Los socios de ese club se han ofrecido para enviar a Augusta bellotas de ese árbol para que sean plantadas en el mismo lugar en el que estaba el pino y de esa forma mantener intacta la estrecha relación de Ike con Augusta.
Deja un comentario