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Zona Pro

«El alcohol era la única forma de evadirme de mí mismo»

Carlos Palomo | 31 de marzo de 2014

«Cuando tienes tanto talento como él, solo es cuestión de ver cuándo madurará su juego. Bowdo es un talento en bruto». Son palabras de Adam Scott en 2009 refiriéndose a su compatriota Steven Bowditch, reciente ganador del Valero Texas Open y uno de los jugadores que más ha tenido que luchar contra sí mismo para alcanzar el éxito. Y es que pocos ganadores en el PGA Tour han sufrido tanto como este jugador de 30 años cuya primera victoria coincidió con el comienzo de una importante y destructiva depresión.

Hay quien dice que el dolor y el sufrimiento son elementos necesarios en nuestras vidas para aprender a valorar los buenos momentos. Tal vez esta teoría tenga algo de cierto, pero el propio Bowditch pensará estos días en los que la vida le sonríe que su camino hasta la gloria podría haber sido algo menos doloroso.

Buscando en la hemeroteca conocemos su historia a través de un artículo de Golf Digest publicado en 2009. En él, el periodista Jim Moriarty hace un recorrido por el particular infierno de Bowditch sin saber que el guión maldito de su vida acabaría con final feliz cinco años después.

Su victoria del domingo pasado llegó doce años después de pasarse a profesional en 2001. En aquella época trabajó como greenkeeper, vagó por el Challenge Tour, y tras perder la tarjeta, volvió a Australia para trabajar en la tienda del Kooralbyn Resort. Reunió algo de dinero y comenzó a jugar en minitours de su país subiendo pequeños escalones con cada torneo en el que destacaba. Un tercer puesto en el Australian Open le dio una plaza en el Jacob’s Creek Open en febrero de 2005, torneo cosancionado con el Web.com Tour. Acabó ganándolo con 21 años, convirtiéndose así en el segundo jugador más joven en ganar un título de la segunda división americana.

El miércoles antes de esa victoria, pegando bolas en la cancha de prácticas, sufrió un dolor de cabeza tan intenso que le llevó a pedir ayuda médica. Los posteriores resultados convirtieron lo que iba camino de ser una exitosa carrera en una pesadilla para su protagonista. Los dolores de cabeza eran cada vez más frecuentes y pronto se le sumaron síntomas preocupantes como hemorragias nasales y noches de insomnio. El diagnóstico era claro: depresión clínica.

A pesar de acudir a terapia una vez al mes, Bowditch no disfrutó precisamente en su estreno como jugador del Web.com Tour. Admitía que se encerraba en el vestuario en cada torneo del circuito hasta dos minutos antes de llegar al tee de salida. Evitaba entrenar cerca de los demás compañeros para no tener que hablar con nadie. «No quería estar cerca de nadie. No quería hablar con nadie. Cuando la gente me hablaba, ni sabía qué me decían», explicaba el australiano en el artículo de Golf Digest.

Acabaría encontrando en el alcohol una vía de escape a su doloroso día a día, sumiéndose en una peligrosa espiral durante seis semanas autodestructivas posteriores a su victoria de 2005. «Acababa el pro-am a medio día, comenzaba a beber a la una de la tarde y me tiraba bebiendo hasta las cinco de la madrugada. A las siete empezaba el torneo. Volvía a casa, me echaba la siesta y volvía a hacerlo. Era la única forma de evadirme de mí mismo». Acabó la temporada siendo el cuarto clasificado en la Lista de Ganancias del circuito tras añadir a su título otros dos segundos puestos y seis finales entre los diez primeros.

Su debut en el PGA Tour no pudo ser más duro. Sus diez primeros torneos entre la élite incluyeron tres descalificaciones, dos retiradas y cinco cortes fallados. En abril de 2006 tocó fondo. Acumuló doce noches consecutivas sin dormir, periodo tras el cual se bebió una botella de whisky, durmió durante 24 horas y buscó, al despertarse, poner fin a tanta agonía.

A modo de ancla, decidió ponerse encima toda la ropa posible para tirarse a la piscina de un bloque de apartamentos. El episodio no acabó en tragedia gracias a la repentina aparición de su novia en aquel escenario. Al conseguir reanimarlo y llevarlo a un hospital, ésta no solo consiguió salvarlo sino que le otorgaría la posibilidad de volver a empezar.

Ya en casa comenzó la segunda fase de su tratamiento. Pastillas antidepresivas, Prozac y Zoloft le fueron ayudando hasta que, en el verano de 2008, su doctor le retiró la medicación. Dos años más tarde, conseguiría su segunda victoria en el Web.com Tour. Atrás quedaba el jugador que llegaba al tee de un hoyo y tenía que preguntarle a su caddie que le contara qué acababa de ocurrir en el green anterior porque no recordaba qué golpes había pegado minutos antes ni qué resultado acababa de hacer.

Sin embargo, fue tal vez en 2011 cuando Bowdo dio el paso definitivo que confirmaba su recuperación. Lejos de querer ocultar su pasado, colaboró con un programa de ayuda a gente aquejada del mismo problema que él. «Sentarte y hablar de esto con los demás es algo que te hace quitarte un peso de encima. Quiero que la gente sepa que la depresión es algo común y que, cuanto antes encuentres el tratamiento adecuado, antes vas a comenzar a recuperarte», explicaba hace tres años.

Como él mismo decía, es algo que «le puede pasar a cualquiera». Incluso a todo un ganador del PGA Tour.

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