El libro del que toma el título esta breve pieza, El alma de una nueva máquina, es un ensayo de Tracy Kidder premiado con el Pulitzer que narra los avatares de un equipo de informáticos que pretenden diseñar el primer minicomputador de 32 bits de la década de los 80. Más allá de la densidad y la especialización del texto y de su árido concepto, la idea subyacente es que los mejores resultados los obtiene gente que ama su trabajo y lo considera un desafío, gente que está dispuesta a poner una parte de sí mismos en lo que hacen.
Después de la victoria por aplastamiento de Martin Kaymer en el US Open 2014 hemos tirado del catálogo de tópicos (muchos de ellos relacionados con el mundo de la automoción alemana) para asignar al de Düsseldorf un carácter robótico que poco se corresponde con la realidad. Sin duda es metódico a la hora de trabajar (véase el esfuerzo que ha necesitado para deconstruir y reconstruir su swing junto a Günter Kessler, su entrenador de toda la vida), pero eso no le resta ni un ápice de humanidad. Aunque sus modales sean exquisitos y sus expresiones contenidas, quien le viera celebrar la victoria en la Ryder Cup debería saber a estas alturas que tras esas maneras impecables y esa aparente economía de gestos se esconde un torrente más cercano al estereotipo latino que al cliché teutón.
Si no les he convencido aún, les voy a hacer una pequeña confidencia. En las fechas posteriores a la Ryder Cup de Medinah, dos compañeros de Canal+ Golf, María Camarero y Mariano Martín, quisieron completar el material que habían recabado in situ con entrevistas a los protagonistas del torneo, material que se vertería en el magnífico documental El milagro de Medinah del que ambos fueron artífices.
Como es lógico, las agendas de los jugadores profesionales son apretadas y las ocasiones para llevar a cabo las entrevistas, contadas. Aun así, y pese a las dificultades, prácticamente todos atendieron con amabilidad la solicitud de mis compañeros para realizar las entrevistas, aunque cierto es que en alguno pesaba más, como es lógico, el compromiso. Eran muchas semanas respondiendo las mismas preguntas y la emoción ya no estaba tan a flor de piel. El tiempo diluye y relativiza las hazañas, por grandiosas que sean, y no se tarda demasiado en pasar de la ilusión desbocada a la respuesta más o menos formulaica.
Insisto, todos atendieron la llamada con amabilidad exquisita, pero el único a quien se le vidriaron los ojos recordando aquel día en Medinah, el único a quien se le quebró la voz, el único que emocionó con su discurso a entrevistadores y técnicos, fue este golfista alemán al que ahora intentamos encajar en definiciones cuadriculadas y estereotípicas.
Kaymer emociona porque ama lo que hace, aunque no le veamos lanzar el puño al aire. La nueva máquina tiene alma.
1 comentario a “El alma de una nueva máquina”
Excelente artículo Oscar. Personalmente disfruto con las historias que tratan el componente humano de los jugadores.
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