La organización del LPGA Championship había sido muy exigente con la preparación del campo, el Locust Hill Country Club. Los dos primeros años que se celebró allí el segundo major de la temporada, las ganadoras (Cristie Kerr y Yani Tseng) alcanzaron un acumulado de menos diecinueve tras cuatro jornadas, una cifra quizá excesiva para tratarse de un gran test de golf. Es por ello que en 2012 dejaron crecer el rough, en un intento de seleccionar aún más la competición y hacer que la tensión electrizara los hoyos finales del domingo. El cambio pudo tratarse de tan solo unos centímetros alrededor de calle, pero el efecto fue devastador: Shanshan Feng ganó en 2012 con menos seis.
Los planes no cambiaron para esta semana. Se extendió un camino de baldosas verdes rodeado por una pesada hierba, señalando muy claramente la única vía posible para atacar los greenes. Eso sí, nadie contó con que la lluvia fuera a ser tan fuerte. La primera jornada del torneo no se disputó porque el campo estaba encharcado y muchos dudaron de si el viernes podría dar definitivamente comienzo. Mucho trabajo después, las jugadoras pegaron su primer golpe pasadas las siete de la mañana y se encontraron con que podían parar bien la bola en los greenes, sin embargo, también comprobaron que apenas rodaba un metro en la calle y que la hierba que crecía alrededor de ese camino se parecía más a unos alambres que al típico rough penalizador.
El terreno estaba dispuesto para cierto tipo de jugadoras. Son aquellas que no tienen miedo desde el tee de salida y que sus fallos, como decía Hogan, “son mejores que los del resto”. En Locust ya no se trata solo de coger calle, sino que no hacerlo implica casi automáticamente un error. Que se lo pregunten a la primera líder del torneo, Chella Choi, que no falló una sola en sus primeros dieciocho hoyos y entregó una tarjeta de 67 golpes. Al finalizar, habló como si de un robot se tratara: “Pegué muy bien el driver. Cogí catorce calles. Estoy muy feliz. Mi objetivo es solo mantenerla en calle”. Por como lo hizo, parecía una máquina programada para ejecutar una y otra vez un vuelo en línea recta.
Pueden preguntárselo también a Morgan Pressel, segunda clasificada hoy y que en 2012 se lesionó la muñeca en este mismo escenario. ¿La razón? Un esfuerzo excesivo tratando de salir de la hierba alta. “No pegué a la bola muy bien el año pasado”, declaró. “Fallé muchos drives y tuvo que dar muchos, muchos golpes con el rough a la altura de las rodillas”. Doce meses después y tras toda una temporada intentando recuperar su físico, parece dispuesta a vengarse. Diez calles, veintitrés putts y 68 impactos. ¿Quién consiguió igualarla? El metrónomo del LPGA Tour.
No ha pasado mucho desde que estas mismas jugadoras se enfrentaran a un escenario apocalíptico en el Royal Liverpool Golf Club. Nadie imaginó este deporte para jugarlo en aquellas condiciones. El viento movía las bolas en los greenes, la lluvia arreció con fuerza toda la semana y era prácticamente imposible controlar la bola en cuanto esta se alzaba en el aire. En este caos transformado en competición, Jiyai Shin ganó con nueve impactos de ventaja pero, sobre todo, una sensación de superioridad que muy pocas han transmitido en las grandes citas. La surcoreana es imbatible cuando de repetir el mismo golpe una y otra vez se trata y esta semana quiere volver a demostrarlo. Trece calles, catorce greenes y ni un solo error en su tarjeta para, al igual que Pressel, otros 68 impactos. Ya pueden seleccionar a su favorita.
Brittany Lincicome ocupa la cuarta posición con menos tres, mientras que la joven Jessica Korda y la veterana Se Ri Pak son quintas con menos dos. Un grupo de nueve mujeres se encuentran con menos uno, dejando a solo quince habitando bajo par. Una o dos salidas erradas y zas, números grandes en la tarjeta. Beatriz Recari, Carlota Ciganda, Belén Mozo y Azahara Muñoz sufrieron las devastadoras consecuencias de no coger calle. La primera firmó dos dobles bogeys y firmó un mas dos; la segunda, cometió cinco y se situó en mas tres; la tercera optó por una estrategia conservadora hasta que cometió dos errores en los hoyos 5 y 6, que se convirtieron en otros dos dobles bogeys y una vuelta de mas cinco; mientras que la última no consiguió un solo birdie y terminó en mas siete. Es difícil encontrarse con su mejor versión en estas condiciones. El camino hasta Oz está construido esta semana en baldosas verdes y toda aquella que se salga de esa estrecha vía se encontrará con peligros insuperables.
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