“To wear one’s heart on one’s sleeve” es una curiosa expresión inglesa que literalmente significa “llevar el corazón en la manga”, pero que hay que traducir como “exteriorizar los sentimientos en público” o “ir con el corazón en la mano”. El capitán de esta Ryder mágica, José María Olazábal, jamás ha temido mostrar sus sentimientos y gracias a una iniciativa suya (caballerosamente aceptada por Davis Love III) sus pupilos pudieron convertirse en una transcripción literal y ambulante de esa frase hecha al llevar la silueta de Seve, el indiscutible corazón del equipo europeo, bordada en su manga.
Ese fue el primer golpe de efecto de una jornada que se resiste a cualquier interpretación, el corazón indomable de Seve que pasaba del frío tejido a insuflar vida en un equipo europeo que necesitaba de su espíritu, un coraje rescatado por Ian Poulter en la jornada vespertina del sábado.
Y aunque la exégesis de algunas victorias se antoja imposible, hubo método en la épica. No hubo que recurrir a aquel famoso “a mí que los arrollo” de Belauste, precursor de la furia española, pero nadie puede negar que había un plan, y que se cumplió a la perfección, aunque se hubiera forjado con la materia de la que se hacen los sueños.
Las piezas se fueron moviendo, los protagonistas ocuparon sus lugares y el golpe de efecto final lo protagonizó Martin Kaymer, que en poco tiempo había pasado de número 1 del mundo a mero comparsa, a quien el ciclo del golf le ha permitido redimir a su compatriota, el gran Bernhard Langer, por aquel doloroso fallo en la Ryder de Kiawah. Y puestos a hablar de karma y de ciclos, no podemos obviar que la remontada europea iguala aquel récord histórico establecido en la durísima edición de Brookline culminada con aquella infame invasión del green por parte del equipo estadounidense y su séquito, uno de los momentos más duros de la vida golfística del jugador de Hondarribia.
Épica en los jugadores, en la indumentaria, en las volutas de humo del cielo que volvieron a recordar a Seve… y épica en el maravilloso discurso del vasco: “Todos los hombres mueren, pero no todos viven. Esta semana habéis conseguido que me sienta vivo”. Vivos nos sentimos todos y más vivo que nunca está Seve gracias a la hazaña del equipo europeo y de su gran capitán, José María Olazábal.
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