Se ha dado el primer paso para que el golf vuelva por todo lo alto en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. El comité encargado de elegir el diseño del campo que albergará la competición se decidió la semana pasada por el que presentó Gil Hanse, toda una sorpresa si tenemos en cuenta que entre los siete candidatos se encontraban nombres como Jack Nicklaus, Annika Sorenstam, Lorena Ochoa, Greg Norman, Gary Player o Robert Trent Jones II.
El golf, después de 112 años de ausencias, volverá a ser olímpico y se ha elegido el proyecto que mejor se adaptaba al terreno y a las necesidades del evento, no el más mediático.
Gil Hanse es un arquitecto estadounidense con una gran experiencia. Sus restauraciones de Winged Foot (Nueva York) y el North Course de Los Angeles Country Club o la creación del Boston Golf Club y Castle Stuart (sede del Scottish Open) le han colocado entre los más prestigiosos del mundo. A su currículum se suman campos hasta en Corea del Sur y Japón, pero nadie apostaba por su designación ante tal plantel de leyendas vivas de este deporte.
Era una de las apuesta más arriesgadas. La posible elección de las parejas Nicklaus-Sorenstam o Norman-Ochoa tenía doble filo: por un lado, ofrecen un perfil reconocible y una referencia para todos los públicos, pero su carácter mediático les convertiría en blanco fácil de las críticas en caso de que su diseño no gustara. Escoger al equipo formado por Hanse y Amy Alcott (jugadora perteneciente al Salón de la Fama del LPGA Tour) es el camino difícil pero ha dejado un mensaje bien claro: Rio 2016 se preocupa por el golf.
“Apenas pude contener las lágrimas”, comentó Hanse al enterarse de la noticia. No es para menos. Pasará a formar parte de la historia del golf en el proyecto más importante de su vida, para el que ya ha dicho que se mudará a Río cuando comiencen las obras. El proyecto no solo ha de ser apto para que los mejores jugadores del mundo desplieguen su talento, sino que se enfrentará a una serie de retos muy propios del diseño actual de campos de golf: ha de ser ecológicamente sostenible, ideal para toda clase de jugadores y , en definitiva, no puede convertirse después de la competición en un gran terreno vacío.
La intención es que después de los Juegos pase a ser un campo público y ayude a promover el golf en Brasil. De hecho, uno de los grandes alicientes para elegirle a él frente a otros ha sido “priorizar la construcción de una escuela de golf”.
Después de que se eligiera el formato de competición (cuatro días, stroke play) y el método de clasificación, el diseño ha sido el tercer gran paso para conformar el golf olímpico. Cada paso es crucial y puede determinar el futuro del golf en unos Juegos, algo que, a estas alturas, no está claro.
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