Hay tantas cosas por hacer en Galicia que un visitante ocasional podría quedar apabullado, investigando durante días en la habitación de un hotel, pensando por dónde sería mejor empezar. Está El Camino, el mar, las montañas, los cientos de establecimientos en los que te sirven la comida de antes o los que han evolucionado hasta ofrecer nuevas versiones. Es tan larga su historia que no es difícil perderse; caer en cualquier punto de Coruña, Lugo, Orense o Pontevedra y ver cómo se esfuman los días. Pero, ¿qué hay del golf? ¿Es un buen destino para darle a la bola? Nosotros fuimos allí a comprobarlo.
El primer campo que visitamos fue el Golf Balneario de Mondariz, situado en la localidad con el mismo nombre y conocido por muchos por el balneario que lleva funcionando allí desde 1878. Cuando uno entra en sus instalaciones y se asoma a la terraza de la casa club no es difícil quedarse boquiabierto: se pueden ver las salidas del hoyo 10 y del 4, así como los greenes del 9 y del 18; al fondo, solo hay una sucesión de árboles que se extienden hasta perderlos de vista. Podría tratarse de un recorrido bonito, sin más, como se podría esperar de muchos situados al norte de España. No es su caso. La palabra que mejor define a este diseño de Álvaro Arana es divertido.
Parece difícil creerlo cuando, desde la casa club, atisbas todas las dificultades que pueden esperarte durante las siguientes horas. Prácticamente cada calle de Mondariz está rodeada por hileras de árboles que meten miedo desde el tee de salida, los bunkers son grandes y todo ese rough, verde y fuerte, amenaza con enganchar con fuerza la bola. Esos miedos se esfuman en cuanto llegas al primero de sus hoyos: un par 4 corto, dogleg de derecha a izquierda, que dependiendo de la posición del tee, puede llegar a alcanzarse en un solo golpe. En ese momento te olvidas de todo, ya que la primera pregunta que se te viene a la cabeza es “¿y si arriesgo?”. Y es muy representativa, porque te acompaña en prácticamente cada prueba.
Es la principal virtud de este campo y una de las más difíciles de conseguir en cualquier diseño: ampliar las posibilidades del jugador, permitir que se ataquen los hoyos de varias formas distintas. En este sentido, Mondariz es simplemente brillante. Ocurre también en el 3: un par 5 en el que puedes pegar un draw por encima de un fuera de límites o jugar un hierro a mitad de calle; la diferencia, en el segundo golpe, es de no llegar a green o pegar un hierro 9 a bandera. Sucede lo mismo en tantos otros y si se tiene la suerte de salir con un jugador local, le explicará todas. Ellos tienen la suerte de disfrutar de un campo que contiene varios en sí mismo.
¿Quién tiene ventaja aquí? Aquellos que peguen el driver recto y a una distancia aceptable. Ellos son los que más pueden arriesgar en todas estas preguntas que plantea Arana; jugar por encima de los árboles y atacar con un hierro corto o, en días complicados, optar por una estrategia más conservadora. Esos miedos de los que hablábamos antes desaparecen rápido, ya que las calles son más anchas de lo que parecen desde arriba y el rough siempre permite sacar la bola, aunque no como desde la calle. El campo mantiene un equilibrio perfecto para que el jugador lo disfrute, le penaliza justamente, pero siempre dejando alguna opción.
No es de extrañar, por tanto, que la forma de atacarlo sea distinta a la que se optó por primera vez. En general, el juego largo es la parte más divertida de Mondariz, con sus múltiples caminos hacia el hoyo, pero no la más difícil; el recorrido no es precisamente largo (par 71 de 5.507 metros desde amarillas) y, si se va mínimamente recto, las oportunidades de birdie se suceden. Otra cosa, sin embargo, es aprovecharlas. Los greenes son su principal defensa ante los mejores jugadores. Están siempre en buen estado y la bola rueda de maravilla, hasta el punto de que es normal tirar un putt de dos metros fuera del hoyo. Cuando uno se da cuenta de que tiene que fijarse en la dirección en que crece la hierba, puede haber firmado ya varios tripateos. Pero se trata solo de eso, de acostumbrarse y afrontar más preparado su parte más complicada.
En España hay complejos que cuentan con mejores instalaciones, mayor número de empleados y unos recursos prácticamente inagotables, pero que no son ni la mitad de divertidos que Mondariz. Dependerá de cada uno, pero esto es lo que buscan la mayoría de aficionados. Además, cuentan con algo muy importante que también les sirve como factor diferencial: sus empleados, tanto los del balneario como los del propio campo de golf. Para más información pueden visitar su página web o sus cuentas en Twitter o Facebook.
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