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El golf en Galicia (IV): Real Club de Golf de La Coruña

Enrique Soto | 30 de octubre de 2013

Cuando el Real Club de Golf de La Coruña abrió sus puertas a los socios, solo existían otros quince campos en España (1961). Era una época muy alejada de la última década, en la que se han construido recorridos cercanos a urbanizaciones o futuras zonas residenciales; entonces, el principal protagonista era el golf, no los promotores inmobiliarios. Un pequeño comité se reunió el 1 de septiembre de 1961, buscaron un terreno de unas cincuenta hectáreas cercano a La Coruña y dieron con un anuncio en el periódico situado en los montes de La Zapateira, que es como también se denomina a este campo.

Para hablar de él es necesario empezar por su diseñador. Philip Mackenzie Ross fue un arquitecto escocés que ya había dejado su firma en recorridos españoles, como el Real Club de Golf de Las Palmas, así como en otros en Portugal o Francia. Entre 1945 y 1949 llevó a cabo una gran remodelación y restauración en el Southerness Golf Club, toda una referencia en lo que a links que se refiere, aunque puede que su principal legado a la historia llegara con el Ailsa Course de Turnberry. El campo llevaba abierto desde 1902 (encargada su construcción por la Marquesa de Ailsa), pero durante la Segunda Guerra Mundial fue pavimentado para hacer caminos de hormigón. Ahí fue cuando intervino Mackenzie Ross, que devolvió al recorrido a su vieja gloria en 1951. En 1977, albergó el duelo bajo el sol entre Nicklaus y Watson, mientras que en 2008 contempló cómo éste último disputó un playoff por el Open Championship a los cincuenta y nueve años.

Vista aérea del Real Club de Golf de La Coruña2

No se trataba de un cualquiera. Ross diseñó en La Zapateira un campo a la altura de sus anteriores trabajos, adaptando el espíritu y los principios de los campos escoceses a las características de la tierra gallega. En este sentido, solo se pude hablar de El Real Club de Golf de La Coruña como algo raro, especial y uno de los mejores campos que existen hoy en España. No se trata solo de los múltiples lugares que existen para sacarse una foto, posando frente a una calle inmaculada y continuas hileras de árboles o junto a alguno de sus múltiples lagos, sino de un diseño inteligente, desafiante y, como no podía ser de otra forma viniendo de un escocés, vivo. Sí, allí el campo también se transforma en función del clima.

Enrique Soto, en el hoyo 9 del Real Club de Golf de La Coruña

Hoyo 9 del Real Club de Golf de La Coruña, par 4 de 421 metros (desde amarillas). Hándicap 1 del recorrido.

Cuando uno se planta en el hoyo 1 no puede hacer sino sorprenderse. Se trata de un par 3 corto (130 metros desde barras blancas), con una enorme pendiente cuesta arriba hasta el green. Allí se conoce como “La Pirámide”, un nombre que se ajusta a la perfección ya que el lugar donde debe aterrizar la bola es pequeño; a la derecha espera un fuera de límites, mientras que a la izquierda el green se defiende con un peligroso piano. Es la primera pregunta que plantea Ross: puedes atacar la bandera, puedes arriesgarte, pero, ¿estás dispuesto a afrontar los peligros? Es un comienzo algo atípico, aunque muy representativo de lo que vendrá después, ya que estos interrogantes no cesan.

A partir del hoyo 2, La Zapateira alcanza su máximo apogeo. No se tratan de hoyos especialmente largos (excepto el 4 y el 9, pares 4 superiores a los 400 metros) pero sí tremendamente exigentes. Cuando uno se encuentra ante una prueba presumiblemente asequible, como el 5, par 4 de 335 metros desde blancas, se da cuenta de que no puede sacar partido a su pegada sino se arriesga por encima de los árboles, atravesando un dog-leg en fuerte descenso y dejando a su bola a los arbitrios de un bote benevolente; la alternativa es un hierro a mitad de calle. Son de nuevo las preguntas de Ross azotando la mente del aficionado e incluso las de los locales, que ven cómo el hoyo es también capaz de transformarse si el viento cambia de dirección.

Precisamente es en estos donde se debe aprovechar para firmar buenos resultados. El 4 y el 9 son mucho más claros y directos con el jugador, pero requieren de dos grandes golpes para llegar a green y sacar el par. En ocasiones, el campo solo te pide que juegues bien y que vayas recto, como muchos otros, pero en otras te hace valorar en qué estado se encuentra tu swing y los riesgos que eres capaz de asumir, o como decía Johnny Miller: “El golf trata de evitar las tentaciones y hay muchos que se dejan seducir todo el rato”.

La casa club del Real Club de Golf de La Coruña

A medida que avanza el recorrido, La Zapateira se va despejando de árboles –no de preguntas– y la segunda vuelta, si cabe, es algo más sencilla, pero ni mucho menos fácil. En ella se pueden apreciar otras características de los campos escoceses, como las continuas ondulaciones o los greenes situados ligeramente por encima de la calle. Una vez superadas las pruebas en forma de tubo, se pueden apreciar lo duro que acostumbra a botar la bola o lo rápido que suele rodar al patear. Es un desafío constante. No hay descanso. El Real Club de Golf de La Coruña es colosal y, situado a solo nueve kilómetros de la ciudad, supone una parada obligatoria para todo buen aficionado al golf. El reto de encontrar un mejor campo en España está servido. Hay más información disponible en su página web.

El golf en Galicia (I): Golf Balneario de Mondariz

El golf en Galicia (II): Club de Golf La Toja

El golf en Galicia (III): Campo de Golf Meis

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