Este es el primero de una serie de tres artículos en los que José Ramón Rodríguez dará un certero y ameno repaso a la historia del golf en Estados Unidos, desde sus oscuros inicios al acontecimiento que cambió para siempre la suerte de este deporte en el país norteamericano y que contribuyó a su actual popularización: el US Open de 1913 ganado por el amateur Francis Ouimet. En esta entrega nos centramos en las primeras huellas que dejó el golf en Estados Unidos.
Thomas Friedman, columnista del New York Times y Premio Pulitzer, se preguntaba hace unos años en Golf Digest si el golf no se había convertido en el pasatiempo nacional de Estados Unidos por encima del béisbol. Friedman respondía afirmativamente aduciendo que ningún deporte gozaba de mayor popularidad en todos los grupos de edad, y concluía diciendo que por el individualismo del golf y por los retos que presentaba al jugador, ningún otro entretenimiento reflejaba mejor el carácter americano. Argumentos ideológicos y sociológicos aparte, resulta difícil pensar que el golf supere al béisbol en popularidad en Estados Unidos, a pesar de ser el país con mayor número de practicantes y con mayor número de campos. Y a la vez, es difícil rechazar la idea de que todo el golf actual pivota alrededor de Estados Unidos: cuentan con los mejores jugadores de la historia presente y pasada, con el circuito profesional más atractivo, tres de los cuatro Grandes se juegan en tierras americanas y son americanas las marcas que llenan las bolsas de profesionales y amateurs de todo el mundo. Y todo eso comenzó hace poco más de 120 años.
Al contrario de lo que ocurre con el origen del golf mismo, el arranque del golf en América resulta evidente puesto que fueron los emigrantes del Viejo Continente los que exportaron este juego. Mucho más difícil resulta poner fecha a esa llegada. El 13 de agosto de 1876, el New York Times publicaba por primera vez un artículo en el que se habla del golf, en donde se decía que probablemente fue introducido por el 42º de Highlanders durante la Guerra de Independencia. Sin embargo, hay algunos datos históricos que indican que en el Nuevo Continente se jugaba al golf antes de esa época.
La primera referencia escrita al golf en América data de mediados del siglo XVII. En 1659, las autoridades de Fort Orange (actual Albany, Nueva York) promulgan el siguiente edicto:
El Honorable Comisario y los Magistrados de Fort Orange y la villa de Bererwyck, habiendo oído diversas quejas de los habitantes de este burgo contra la práctica de jugar al golf en las calles, lo que causa gran daño a las ventanas de las casas, y también expone a la gente al peligro de ser lastimados y es contraria a la libertad de las calles públicas:
Por tanto sus señorías, deseando prevenir eso mismo, por la aquí presente prohíben a todas las personas el juego del golf en las calles bajo la multa de 25 florines a cada persona que sea hallada haciéndolo.
Siendo un asentamiento holandés, es poco probable que se tratara del golf tal cual lo conocemos hoy, tal se jugaba en Escocia, sino que lo más probable es que se tratara del kolven o kolf, juego holandés que se tiene por uno de los antecesores del golf. Aun así, resulta curioso comprobar como en el Nuevo Continente, al igual que pasó en Escocia, se menciona por vez primera al golf en un documento que prohíbe su práctica.
En 1743 salió desde el puerto de Leith rumbo a Charleston (Carolina del Sur) un envío de 96 palos y 432 bolas featheries cuyo destinatario era un tal David Deas. La primera operación comercial transatlántica de material de golf no pasaría de mera anécdota histórica de no ser por varios motivos: para empezar, es el primer indicio de que en el nuevo continente se jugaba al golf escocés y no solo al kolven como parece indicar la prohibición de Fort Orange; en segundo lugar, la cantidad de material enviado hace probable que no hubiera un solo destinatario, sino un grupo de ellos; y en tercero, se sabe que David Deas fue Gran Maestro Provincial de la Masonería en el Nuevo Continente, lo que hace pensar que la masonería sirvió de vehículo de expansión al golf igual que sucedió en las Islas Británicas con clubes como The Gentlemen Golfers of Edinburgh o Royal Blackheath. Si se encajan todas las piezas, cabría imaginar que en Charleston hubo algún tipo de agrupación golfística hacia 1743, un año antes de la fundación del Gentlemen Golfers of Edinburgh (después The Honourable Company of Edinburgh Golfers), tenido por el primer club de golf del mundo, lo que convertiría a esa agrupación de Charleston en el club de golf más antiguo del mundo. Sin embargo, la falta de datos que confirmen esa posibilidad la convierten solo en una hipótesis aventurada. Además del envío de Charleston, hay constancia del envío de 72 palos y 576 featheries de Glasgow a Virginia en 1750 y de 18 palos y 144 featheries de Glasgow a Maryland en 1765.
En 1779 la Rivington’s Royal Gazette publica un anuncio que sirve para confirmar que en el área de Nueva York se jugaba al golf en torno a la fecha de la Declaración de Independencia. El anuncio rezaba: “A los JUGADORES DE GOLF: La temporada de este agradable y sano Ejercicio avanza. Los caballeros pueden equiparse con excelentes PALOS y verdaderas BOLAS de Caledonia”.
En el último cuarto del siglo XVIII, Charleston era una ciudad próspera, con importantes líneas comerciales con el viejo continente y una intensa vida social y cultural. Fue lugar de destino de un buen número de escoceses e ingleses, por lo que no es de extrañar que el primer club de golf americano bien documentado se fundara en Charleston. En 1786 un grupo de escoceses liderado por el Dr. Henry Purcell, deán de la Iglesia Episcopaliana de San Miguel, fundaron el South Carolina Golf Club. Carecían de campo como tal y en su lugar jugaban en Harleston Green, un parque público situado en el centro de Charleston, en tanto que un bar llamado Williams’ Coffee House hacía las veces de de casa club, como atestiguan varios anuncios de las actividades del club publicados en The Charleston City Gazette. El Club de Golf de Carolina del Sur sobrevivió 15 o 20 años antes desaparecer. También se dispone de datos que atestiguan la fundación de un club similar en en Savannah en 1795. Cabe destacar que estos primeros clubes sureños eran verdaderos clubes sociales y no solo clubes de golf como muestra la invitación que se conserva de una tal Miss Eliza Johnston a la celebración de su boda en el club de golf de Savannah.
Por motivos que no son del todo bien entendidos, la llegada del siglo XIX supone un parón en el desarrollo del golf americano hasta su práctica desaparición. Se piensa que la Guerra de Independencia primero y la guerra de 1812 después, dificultaron el intercambio comercial con el Viejo Continente, provocaron la huída de ciudadanos británicos y despertaron una cierta anglofobia que borraron al golf del mapa. Distintos historiadores ponen énfasis en que desde 1811 hasta 1880 no es posible encontrar un solo indicio de que se jugara al golf en los Estados Unidos. Horace Hutchinson afirmaba tras una visita a finales del XIX a Estados Unidos: “Es algo a lo que es difícil hacerse una idea ahora, pero en esa época, hasta donde yo sé, no había nada que pareciera una bola o un palo de golf en los Estados Unidos”.
A pesar de la virtual ausencia del golf, los Estados Unidos contribuyeron durante todo el siglo XIX a una de las revoluciones en el material de golf. Las exportaciones de madera de nogal hicieron posible que esta madera se convirtiera en el material preferido para la fabricación de varillas, que hasta ese momento se hacían de madera de avellano o fresno. Del mismo modo, la madera de palo santo, también de origen americano, fue la elegida para la fabricación de las cabezas hasta bien entrado el siglo XX.
Estos años oscuros, como han sido llamados, acabaron en 1880 tan repentinamente como se iniciaron.
El origen del golf americano (II): los pioneros
El origen del golf americano (III): la hazaña de Francis Ouimet
4 comentarios a “El origen del golf americano”
Muy interesante!
Muy interesante y sobre todo instructivo.
A la espera de la segunda entrega.
Enhorabuena por este magnífico artículo.
Como escriben arriba, «a la espera de la segunda entrega»!!! 🙂
Magnífico!
…otro más esperando la siguiente entrega…
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