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Zona Pro

El peor enemigo del golf

Enrique Soto | 04 de junio de 2012

Ross Fisher fue el último perjudicado durante la última jornada del Wales Open

El problema se ha repetido durante muchos años: un jugador se toma más tiempo de la cuenta en ejecutar sus golpes y termina con la paciencia de compañeros de partido, periodistas y, sobre todo, aficionados. La cuestión no es baladí. Basta con ver la rutina previa al golpe que ha seguido Kevin Na durante los últimos años para desesperarse e imaginar que jugar dieciocho hoyos junto a él debe de ser toda una odisea. Si a eso le sumamos el elevado precio de un solo minuto en la televisión, como para dejar a un cámara pendiente de su juego.

Los cambios en el golf son lentos. Hasta que la realidad no se hace clara y evidente los organismos competentes no se deciden a tomar medidas que acaben con este tipo de problemas. En unos años en los que el golf quiere abrirse a todo tipo de personas, ya era hora de que los grandes circuitos comenzaran a penalizar a los jugadores más lentos, aunque en ocasiones sea injusto. Tres circuitos y tres penalizaciones en apenas un mes, o lo que es lo mismo, un correctivo y un mensaje a cualquier profesional: no tienes todo el día para pegar a la bola.

El mecanismo para medir el tiempo es sencillo y sigue unas pautas similares en todos los circuitos, con leves variaciones (en las que también influye el criterio del árbitro si las condiciones de juego son complicadas). Cuando un partido pierde hoyos respecto al que juega delante y no sigue el ritmo marcado previamente al inicio de su vuelta, se empieza a cronometrar lo que cada uno de los jugadores invierte en cada golpe, notificando los retrasos a los jugadores para que tomen medidas al respecto. Este aviso no incluye penalidad alguna. El segundo aviso se da cuando existe una evidencia de que el juego es lento y ha sobrepasado el marcado para ejecutar un golpe y sí está sujeto a la penalidad de un impacto. Un tercer aviso significarían dos golpes más y un cuarto la descalificación del jugador. En el caso del PGA Tour, además, los jugadores pueden ser multados si acumulan varios avisos por juego lento a lo largo de la temporada. Solo con llegar a los dos avisos la multa asciende a cinco mil dólares y por cada siguiente infracción deberá pagar diez mil.

La regla no es nueva pero sí lo ha sido la frecuencia con la que se ha aplicado últimamente. Kevin Na recibió el primer aviso por juego lento en la tercera jornada del The Players Championship (siendo susceptible a pagar una multa si recibe otro a lo largo de la temporada) y el efecto en el golf profesional ha sido múltiple. No solo le han seguido penalizaciones en otros circuitos sino que además el propio Na ha decidido cambiar su rutina pre-golpe, predicando con el ejemplo. Desde entonces las declaraciones a favor de la medida fueron múltiples y llegaron por parte de jugadores muy importantes en el golf actual: Luke Donald, Lee Westwood, Tiger Woods o Colin Montgomerie se mostraron favorables a la actuación de los árbitros en este tipo de situaciones, aunque el PGA Tour siga demostrando cierto carácter inmovilista y Tim Finchem, su comisionado, haya llegado a afirmar que no existe un problema de juego lento en el circuito.

Aún faltaba la prueba de fuego: aplicar esta regla en una situación crítica, donde la penalización fuera decisiva para el devenir final del torneo. Fue el caso de Morgan Pressel en las semifinales del Sybase Match-Play Championship (perteneciente al LPGA Tour), en su partido contra Azahara Muñoz. Ambas jugadoras recibieron el aviso al finalizar la primera vuelta del recorrido y dos hoyos más tarde comenzaron a ser cronometradas. Pressel ganó el hoyo 12, colocándose tres arriba y encarrilando el partido con vistas a llegar a la final pero en el siguiente tee Doug Brecht (el árbitro encargado de cronometrarlas) la penalizó con un hoyo perdido por haber tardado dos minutos y nueve segundos en jugar tres golpes, lo que sobrepasaba el límite 39 segundos. En vez de ganar tres arriba, Pressel solo ganaba por uno y terminaría perdiendo el partido.

El último caso llegó ayer en la útima jornada del ISPS Handa Wales Open, perteneciente al Circuito Europeo. Un resucitado Ross Fisher llevaba una gran semana, jugando al nivel que le llevó a formar parte del equipo europeo de la Ryder Cup en Celtic Manor, donde también se disputaba este torneo. En la última jornada y con Fisher a un solo golpe de la cabeza, fue penalizado por juego lento en los hoyos 11 y 14 con un golpe y una multa de seis mil libras. El encargado de aplicar la regla no fue otro que el árbitro jefe del circuito, John Paramor, después de haber avisado al partido al completo en el hoyo 6. Posteriormente explicó que Fisher había invertido 57 segundos en su segundo golpe en el hoyo 11 y 55 segundos en su primer putt en el 14, tiempos por encima de los 40 segundos permitidos. Al respecto, Fisher comentó: “No creo que sea justo, pero ahí está”, mientras que Paramor aclaró que “se había pasado del tiempo claramente”. El inglés finalizó sexto.

Cambios que llegan al golf después de muchos años, pero que llegan. Es curioso comprobar que Jack Nicklaus era considerado como uno de los jugadores más lentos de su época, en los que su meticulosidad le llevaba a analizar cada aspecto del campo al milímetro: desde la distancia a bandera hasta la visualización previa al golpe. Nick Faldo ha sido uno de los jugadores más pausados de la historia y dominó el golf a finales de los ochenta y comienzos de los noventa, con una particular obsesión con el mecanismo del swing. Sin olvidar a Sergio García, que en los albores de su carrera sumaba un waggle tras otro antes de impactar su bola. Otros, sin embargo, parecían competir por quién pegaba a la bola más rápido: Lee Trevino, John Daly o más recientemente Rickie Fowler o Rory McIlroy son jugadores mucho más veloces.

Es fácil pensar que algunos jugadores necesitan más tiempo que otros pero, como comentaba Luke Donald a este propósito: “No es tan difícil”. Bienvenidos sean entonces los cambios.

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