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Zona Pro

El Peter Hanson de la Ryder Cup

Enrique Soto | 09 de septiembre de 2012

Hanson consiguió su quinta victoria en el Circuito Europeo, a diecisiete días del comienzo de la Ryder Cup (foto © Getty Images)

El golf es un deporte en que cada semana puede ganar cualquiera de los jugadores en competición. Sin embargo, acostumbramos a ver que a los más novatos les cuesta lidiar con la presión de una última jornada: la capacidad de alterar un swing que está funcionando a la perfección o los pensamientos que se cruzan antes de los golpes decisivos. Es por eso que, a pesar de poder ganar cualquiera, somos también conscientes de que algunos tienen más posibilidades que otros, sin importar el resultado que lleven en el día. Sabíamos que Graeme Storm era colíder del KLM Open junto a Pablo Larrazábal, Gonzalo Fernández-Castaño y Scott Jamieson, pero también que su única victoria en el circuito llegó en 2007 y esta temporada había fallado doce cortes.

Es la razón por la que no nos ha extrañado que finalizara esta última jornada con 73 golpes, mas tres en el día, y bajara hasta la quinta posición. No se trata de que no tuviera el talento necesario para ganar (solo dos bogeys en los tres primeros días) sino que, simplemente, ha pasado demasiado tiempo sin que se pudiera crear una oportunidad. Storm no ganó porque cometió cuatro bogeys y un solo birdie, pero también porque no está acostumbrado a vivir jornadas como ésta. Otro jugador, Pablo Larrazábal, sí que acostumbra a caminar en este tipo de atmósfera.

Pablo se quedó a dos golpes de igualar a Peter Hanson, flamante componente del equipo europeo de la Ryder y también ganador, por primera vez en Europa desde 2010, del KLM Open. Se acostumbra a decir que es imposible vencer en un torneo si no se juega bajo par el último día y aunque Larrazábal no lo consiguió (firmó el par del campo), los motivos poco tienen que ver con los que apartaron a Graeme Storm de la contienda. Si hubiera que destacar una virtud del catalán por encima de todas no sería su swing, ni su precisión a la hora de coger calles o greenes. Echando un vistazo a sus números este año, no hay ningún área del juego en la que Larrazábal destaque por encima del resto de jugadores del circuito, excepto en una que a veces obviamos y es fundamental para sumar victorias: la actitud.

A Larrazábal le gusta tanto crearse oportunidades de victoria que tras perder el liderato a costa de Hanson (a falta de tres hoyos para finalizar el torneo) y no conseguir responder al imponente eagle del sueco en el hoyo 18, declaró: “Jugué muy bien, disfruté de la presión y me encanta la atmósfera alrededor del último partido… pero no pude hacer birdies”. Se trata de un jugador que después de perder un torneo del Circuito Europeo (la segunda vez este año que se queda a las puertas, tras el Open de España) es capaz de valorar la experiencia y el camino que le ha llevado hasta aquí. Que no nos engañe su actitud impetuosa en algunos momentos, Pablo sabe muy bien dónde está, cuáles son sus puntos fuertes y cuáles sus carencias.

No se trata de un valor tan común como pensamos. Es el mismo que echamos en falta cuando vemos a un jugador derrumbarse tras quedarse a un golpe del triunfo o el que Suzann Peterssen señaló, hace unas semanas, cuando Lydia Ko ganó en el LPGA Tour con tan solo 15 años: “Sé que es buena, el problema es que es demasiado joven para entender dónde está”. Larrazábal sabe muy bien que el éxito está compuesto de barro y sudor. Y en el golf, más que en muchos otros deportes, no se consigue siempre la recompensa a ese esfuerzo. Por eso le volveremos a ver bien pronto en la parte alta.

La diferencia que le apartó de Peter Hanson fue que él sí consiguió meter los putts o pegar los golpes correctos en los momentos decisivos. Como resumen de su contundencia basta repasar su hoyo 16. Falló la calle hasta el punto de tener que pedir un dropaje que paró durante más de diez minutos el juego, sacó la bola en su segundo golpe por un espacio ridículo y en su tercer tiro a green, dejó el putt dado. Tampoco él rayó a un nivel excelente, como el de sus primeras jornadas del Masters este año, pero sí fue tan contundente como pudo, hasta el punto de meter un putt de eagle en el 18 de más de siete metros. “Cuando tienes una oportunidad de levantar uno de estos trofeos, algo cambia en tu mente. Solo intente estar muy concentrado”, declaró el jugador sueco. “Lo necesitaba. Ha sido un verano algo lento para mí, por lo que llega en el mejor momento para recuperar confianza y sentirme preparado para la Ryder Cup”.

No lo ha tenido nada fácil. Estuvo a punto de retirarse el viernes cuando su hijo de un año enfermó por un virus respiratorio. “Ha conseguido superarlo y se siente cada vez mejor, que es lo más importante. Cuando me enteré entré en pánico. No estuvo bien durante 12 o catorce horas. Solo quería volver pero mi mujer me convenció para que me quedara. Estaba en buenas manos, no había nada que pudiera hacer. Pero cuando tus hijos se ponen enfermos no piensas con claridad”. Una dura prueba la que ha superado esta semana.

Gonzalo Fernández-Castaño no pudo aprovechar su coliderato para crearse una buena opción de victoria. El madrileño nunca se sintió cómodo durante su vuelta y solo pudo firmar un birdie en el par 5 del hoyo 12, finalizando con 73 impactos en quinta posición. Nicolas Colsaerts, que también estará en Medinah para disputar la Ryder Cup, finalizó octavo tras terminar al par del campo en esta cuarta jornada. Martin Kaymer fue vigesimoprimero al hacer 71 golpes.

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