Competir es negociar con el tiempo. Es imposible que un deportista, en cualquier disciplina, se mantenga al máximo de sus posibilidades durante largos períodos de tiempo. Para ganar un campeonato es necesario perder otros tantos y, desde la derrota, preparar nuevos asaltos a la victoria. Lo creemos evidente al hablar de atletismo o natación, donde los picos de mejor forma son muy limitados, casi inexistentes, pero al hablar de golf olvidamos que estos jugadores también se preparan a conciencia para ciertos momentos del año. Tiger lo hace de cara a los majors, al igual que McIlroy. Otros, como Martin Kaymer, han intentado ser más ambiciosos y se han preparado para un futuro más incierto; un largo plazo ilimitado que tenía por objetivo ser capaz de jugar más al draw.
Sin embargo, la llegada de la Ryder Cup ha precipitado los planes del alemán, que seguramente esperaba resultados más inminentes cuando comenzó a modificar su swing. Mientras Colsaerts jugaba todos los torneos posibles para intentar convencer a Olazábal de su valía para el equipo europeo, Kaymer no participaba en una sola prueba desde que firmara dos vueltas consecutivas de 79 impactos en el PGA Championship. En lugar de competir, a Martin le tocaba sombrear. Dijo no tener intención de cambiar sus planes a pesar de poder perder su clasificación automática para Medinah porque estaba inmerso en el lugar donde se fraguan las victorias: las incontables horas de prácticas. Esta semana volvemos a acordarnos de él porque participa en el KLM Open, pero Kaymer llevaba pensando en esta cita durante las últimas cuatro semanas.
Ha sufrido una circunstancia que a menudo rompe con los planes a largo plazo de cualquier deportista. La competición no espera a nadie. Ni empieza ni acaba, solo continúa. El equipo europeo necesitaba a la mejor versión de Kaymer y él ha resuelto responder a la llamada, volcarse en un objetivo concreto y alimentarse de la presión que, sin haberlo esperado, se había creado en torno a su figura. En un día como hoy no parecía disputarse un torneo del Circuito Europeo en Holanda, sino que el alemán volvía a competir a veintiún días del comienzo de la Ryder Cup. Fue el día en que el antiguo número uno recuperara sus galones.
Emparejado junto a Nicolas Colsaerts y Jose María Olazábal, el alemán firmó una vuelta de cinco golpes bajo el par merced a cinco birdies, un eagle y dos bogeys. Como si no hubiera pasado el tiempo llegó a alcanzar los greenes del Hilversumsche Golf Club hasta en 17 ocasiones en regulación; diez de catorce calles y 31 putts. Fue el día en que se cambió la tendencia. Por primera vez en un tiempo, Kaymer podría haber hecho hoy menos golpes de los que realmente ha conseguido. Son días para afilar sus armas, volver a coger ritmo y sentirse capaz de vencer a cualquiera.
El liderato tras esta primera jornada fue a parar a manos del inglés Graeme Storm, que llevó a cabo una vuelta impecable de 63 golpes. Siete birdies y ni un solo error. Fabrizio Zanotti, Raphaël Jacquelin y el propio Kaymer son los perseguidores más cercanos, a dos golpes de ventaja. Alejandro Cañizares, Peter Hanson, Danny Willett, Craig Lee, Steve Webster y Felipe Aguilar les siguen de cerca con un global de menos cuatro y ocupan la quinta posición.
Gonzalo Fernández-Castaño fue capaz de sobreponerse a un doble bogey en el hoyo 4 y finalizó sus 18 hoyos con menos tres, ocupando la undécima plaza. Miguel Ángel Jiménez y Pablo Larrazábal finalizaron con menos uno, mientras que Jorge Campillo y Olazábal lo hicieron con uno sobre par. Ignacio Garrido (+2), José Manuel Lara (+6) y Carlos del Moral (+9) completan la participación española en Holanda.
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