La última vez que Paul Lawrie formó parte del equipo europeo era 1999. El escocés venía de ganar el Open Championship, el único major de su carrera, y no tenía más que treinta años. Desde entonces ha pasado más de una década y Lawrie ha vuelto a ganar, pero el rendimiento que nos podíamos llegar a esperar poco tiene que ver con aquel año mágico. Sus apariciones en los grandes eran más que discretas y en ocasiones le veíamos asomarse de nuevo en los primeros puestos de la clasificación, como para recordarnos que seguía formando parte del Circuito Europeo. Muchos le dábamos por perdido.
Algo debió de cambiar en su interior cuando ganó la pasada temporada el Open de Andalucía. Porque el jugador que teníamos en mente hubiera desaparecido del mapa y, en vez de eso, empezamos a contemplar el retorno del mejor Lawrie. Dicen que el efecto Ryder motiva hasta tal punto a los aspirantes a jugarla que son capaces de sacar lo mejor de sí mismos para conseguirlo. No importa ganar torneos, sino clasificarse para llegar allí. Es el último peldaño imaginable para un europeo o un americano, en el que las victorias pueden llegar a saber a poco y en el que los propios profesionales pueden terminar sorprendidos por su rendimiento. Paul Lawrie empezó a sentir ese efecto en Andalucía y un año y medio antes de la batalla en Medinah comenzó una carrera que le ha llevado por 37 torneos alrededor del mundo. Esta semana, en Escocia, ha llegado a la meta.
El cambio que hemos podido ver en Lawrie en los últimos dos años se hizo evidente al finalizar la tercera jornada del Johnnie Walker Championship. Era líder en solitario por un golpe de ventaja, y nadie esperaba que fuera a bajar el listón que había marcado durante los tres días de competición, en los que siempre bajó de los 70 golpes en Gleneagles. La memoria es frágil, no hace demasiado hubiéramos esperado cualquier cosa. Pero cómo íbamos a esperar un desmoronamiento de un jugador que después de Andalucía, volvió a ganar en Qatar ante los mejores del mundo y sumó otros cinco top 10 a lo largo del año, colocando su nombre en el equipo mucho antes que hombres como Graeme McDowell. Lawrie no solo jugará en Medinah, sino que se ha clasificado en tercer lugar después de Rory McIlroy y Justin Rose.
Hasta cuatro golpes de ventaja sobre Brett Rumford le sirvieron para conseguir holgadamente su segunda victoria del año. “Probablemente ha sido una de las mejores semanas de mi carrera de tee a green”, declaró al finalizar. “No he tenido dudas, he pegado a la bola extraordinariamente bien. El campo ha estado perfecto y se ha jugado un poco largo, pero he conseguido pegarle duro. He estado trabajando en mi ritmo y cuando consigues metros de más, ayuda. Ha sido una semana fantástica”.
El Johnnie Walker Championship era el último torneo válido para clasificarse para la Ryder Cup, y el lunes Jose María Olazábal dará los nombres de sus dos elecciones personales para el equipo. Nicolas Colsaerts necesitaba finalizar en segunda posición para arrebatar el puesto a Martin Kaymer, pero no lo ha conseguido. El belga firmó el par del campo en esta última jornada y cayó seis puestos en la clasificación, hasta la decimonovena plaza. Sería toda una sorpresa que el capitán europeo no pronunciara mañana su nombre junto al de Ian Poulter, completando a un equipo en el que ya se encuentran Rory McIlroy, Justin Rose, Paul Lawrie, Graeme McDowell, Francesco Molinari, Luke Donald, Lee Westwood, Sergio García, Peter Hanson y Martin Kaymer.
Un español tenía una mínima esperanza de formar parte de este combinado. Rafael Cabrera-Bello salía a jugar en Gleneagles a cinco golpes de la cabeza, dispuesto a “disparar mi última bala” y emprender un ataque que desembocara en la victoria. Sus 70 golpes no fueron suficientes para conseguirlo y el grancanario finalizó en la décima plaza, a siete golpes de Lawrie. Es más que probable que se quede corto para estar en la Ryder, pero solo el hecho de competir hasta el último hoyo le habrá hecho mejor jugador.
Jorge Campillo finalizó en la decimonovena posición con menos seis, y se queda a un solo puesto de meterse en la final de la Race to Dubai, su objetivo del año. Pablo Larrazábal finalizó con menos cuatro en la trigésimo segunda posición y Jose Manuel Lara fue sexagésimo tercero.
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