1971 fue un año trascendental para el golf europeo. Fue la última temporada de la anterior encarnación del actual European Tour, cuya orden de mérito se regía por puntos, no por ganancias, y uno de los dominadores del panorama continental era el recientemente fallecido Ramón Sota.
En aquel año Ramón Sota ganó el Open del Algarve en Vale do Lobo, el Open de Italia (por delante de Brian Barnes, que batió a Jack Nicklaus dos veces en un día en la Ryder Cup de 1975) y el Open de Holanda, además de quedar tercero en el Open de España (tras el sudafricano Dale Hayes, que tenía en aquel entonces 18 años, y el mítico argentino Roberto de Vicenzo), segundo en el BP de Roma, cuarto en el Open de Madrid en Puerta de Hierro (pese a un 77 inicial) y undécimo en el Open Británico de aquel año disputado en Royal Birkdale y que fue famoso por el duelo entre Lee Trevino y el taiwanés Mr. Lu. Sota finalizó aquel año décimo en la orden de mérito y varias publicaciones le nombraron mejor golfista europeo del año, como por ejemplo el International Herald Tribune y la revista Trofeo. Por desgracia, Ramón Sota se retiraría de la competición en 1972 con solo 34 años por culpa de los yips, poco después de culminar una de sus mejores temporadas.
Junto a los hermanos Miguel, Sota devolvió a España a un panorama internacional del que llevaba ausente tras la desaparición de la figura de Ángel de la Torre en los años 20 y 30. Aun así, Ramón Sota siempre estuvo muy arraigado a la tierra pese a su carácter cosmopolita y a ser pionero en escenarios como Augusta, y tenía claro qué había que hacer para que el amor de su vida, el golf, calara en la sociedad española.
En aquel 1971 solo había 45 campos de golf en España y se rondaban las cinco mil licencias, y Ramón Sota, como expresaba siempre que tenía ocasión en privado y también hizo en público en esta interesante entrevista publicada el 2 de mayo de aquel año en ABC, tenía claro que la única vía para el desarrollo y la popularización del golf pasaba por la creación de campos municipales. En aquel lejano 1971, y en aquel contexto, el discurso era casi revolucionario.
41 años después, el número de campos y licencias se ha multiplicado, se ha recorrido un largo trecho por el camino de la normalización del golf y este deporte está al alcance de un amplio segmento de la población. Aun así, seguimos arrastrando viejos estigmas, queda mucho trabajo por delante para llevar el golf a la base de la sociedad y el futuro es incierto a causa de la crisis y la preocupante pérdida de interés de los más jóvenes. Por todo ello, el sueño de Ramón Sota, pocos días después de su desaparición, está más vigente que nunca.
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