Este sitio emplea cookies de Google para analizar el tráfico. Google recibe información sobre tu uso de este sitio web. Si utilizas este sitio web, se sobreentiende que aceptas el uso de cookies.

Zona Pro

El talento de Mr. Dufner

Enrique Soto | 12 de agosto de 2013

“No creo tener tanto talento como otros de los jugadores. Para tener éxito necesito hacer cosas distintas. Necesito ser más fuerte mentalmente. Me tengo que preparar mejor, de una forma inteligente. Tengo que aprovechar las ventajas que da el material de hoy día. Tengo que hacer cosas que el resto no necesitan. Tengo que ser sincero conmigo mismo, lo que no es fácil”. Son palabras de Jason Dufner, un jugador que salía a un golpe del líder en la última jornada del PGA Championship. No tiene el talento de Phil Mickelson alrededor de los greenes, no cuenta con la capacidad de cerrar los torneos de Tiger Woods y también está muy lejos de patear como lo ha hecho Brandt Snedeker los últimos dos años. Aún así, Jason tenía una oportunidad.

Y él lo sabía, porque el pasado viernes había necesitado de solo 63 golpes para finalizar su vuelta; había dejado su nombre en la historia. No necesitó de grandes momentos, heroicidades o intentos imposibles de cruzar una bola entre las ramas, botarla en el talud de un bunker y esperar que tocara la bandera. No. Dufner fue pegando uno a uno los golpes que necesitaba para desnudar Oak Hill, un venerable recorrido donde los mejores del mundo se atascaban en sus hierbas altas, en las largas hileras de robles. No fue un derroche de condiciones físicas, mentales o de imaginación; simplemente, hizo lo que tenía previsto. Eso, de entre todos los requisitos necesarios que existen para jugar bien al golf, puede ser el más complejo de alcanzar.

“Algunos jugadores se motivan con el miedo al fracaso, otros por dinero, otros por la necesidad de triunfar”, declaró este jugador, que hasta los quince años no se tomaba el golf muy en serio. “Siempre me he sentido como un reserva, y eso me mantiene con ganas”. En su tiempo libre, acostumbra a ver partidos de fútbol americano universitario, poniendo especial atención a los más jóvenes. “Estoy fascinado por ver quién consigue llegar a la élite y quién no”, ha comentado en ocasiones. “Quién se atasca y quién alcanza todo su potencial. La mayoría de veces no tiene que ver con la capacidad física; por lo general todo se reduce a la mente. Se trata del deseo, la concentración, la ética de trabajo… Todas esas cosas que no puedes ver”.

Es muy difícil verlas también en su caso. Dufner no muestra una sola emoción a lo largo de 18 hoyos; balancea constantemente el palo antes de pegar a la bola, como si no tuviera muy claro cuándo ejecutar el golpe; su rendimiento en los greenes, esta temporada, ha sido muy irregular. No había indicios de que esta semana pudiera ganar su primer grande, sobre todo teniendo en cuenta que su gran oportunidad, allá por 2011, finalizó con un debacle en los últimos hoyos del Atlanta Athletic Club. A pesar de su maravillosa muesca en la historia del viernes, Jason parecía tener todas las papeletas para firmar un doble bogey en su primer hoyo del domingo y desaparecer en la clasificación, como hubiera hecho cualquier otra persona, como llama él, sin talento. La diferencia con respecto a ellos es que Dufner era plenamente consciente de lo que no podía hacer.

Así que un hombre sin más armas de las que saltan a la vista pegó su primer golpe, metió su primer putt de un metro y realizó su primer par del día. “Ya está”, debió pensar. “El resto lo conozco”. En el 4 y el 5 firmó sus primeros birdies, en el 8 el tercero y en el 16 el cuarto. Cuando miró la clasificación, pudo ver cómo su compañero de partido, Jim Furyk, se había desgastado en una estrategia conservadora que no le hacía bajar del par; cómo Henrik Stenson había cometido más bogeys de los que sus brillantes golpes podían compensar y, en general, cómo el resto de aspirantes eran incapaces de lanzar un ataque como el que él había ejecutado un par de días antes. A lo mejor se sorprendió, quién sabe; puede que lo considerara algo natural. Detrás de su pétreo rostro no se pueden descifrar muchas cosas.

La sucesión se repitió a lo largo de 18 hoyos. Jason mira su libro de distancias, habla con su caddie, le pide un palo, lo agarra, visualiza el golpe, ejecuta unos diez waggles y aplasta la bola contra el suelo. Prácticamente todas las banderas de este diseño de Donald Ross vieron cómo aterrizaba muy cerca, hasta seguro que escucharon el sonido amenazante de cómo se aproximaba con posibilidades de entrar en el agujero. No fue una vuelta normal, segura y libre de peligros como la de Jim. Fue un clínic con los hierros.

“Para mí, para ser competitivo en este tipo de campo, sabía que necesitaba pegarle muy bien y he sido capaz de hacerlo”, declaró tras finalizar con 68 golpes, en un acumulado de menos diez. “Cuando cojo calles consigo dejarla en green. Esa ha sido la diferencia esta semana”. El talento de este hombre casado, de treinta y seis años, no ha llegado en forma de victoria con ocho golpes de ventaja en un grande; sino de un modo mucho más silencioso, más metódico. El talento de Mr. Dufner ha sido ser constante y, sobre todo, inteligente, a lo largo de toda su carrera.

Resultados completos

Deja un comentario

Si estás registrado, la publicación de tus comentarios será instantánea. Asegúrate de escribir correctamente tanto tu nombre de usuario como la dirección de correo electrónico que incluiste durante el registro.
Si no estás registrado, tus comentarios quedarán pendientes de moderación. Regístrate aquí.

Comentario: