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Zona Pro

El talento que viene

Enrique Soto | 10 de febrero de 2013

“Si eres los suficientemente bueno, eres suficientemente mayor”. Son las palabras que Gerry McIlroy le repitió a su hijo Rory cuando a los 23 años consiguió su segundo grande, y entrañan un mensaje muy directo. Básicamente le quiso decir: “Si tienes la capacidad para ganar a todos estos jugadores, tienes todo lo que necesitas”. A lo largo de la historia más reciente, hemos visto cómo el talento se viste de muchas formas distintas. Tiger ganando el Masters en su primera temporada en el circuito, McIlroy arrasando en el U.S. Open o incluso Sergio García finalizando segundo en su primer PGA. Son algunas de las últimas ocasiones en que se ha presentado de un modo brillante, siempre acompañado de la precocidad y la destreza para convertir lo más complicado en algo sencillo y natural. Mientras el resto de los mortales necesitaban de muchos años de trabajo y decepciones, ellos eran capaces de saltar etapas y alcanzar cotas altísimas en sus primeros pasos.

Pero una capacidad así lleva implícita grandes riesgos. Del mismo modo que es necesaria cierta habilidad para ganar un torneo, es también imprescindible saber marcar los tiempos, aceptar los errores inevitables y tener una virtud que a menudo riñe con la precocidad: la paciencia. También hemos visto cómo grandes jugadores se hundían al no poder cubrir las expectativas que se les habían impuesto. Ocurrió con Michelle Wie y otros tantos ganadores de majors. Lo hemos visto y podemos contarlo, pero hacer que una niña de 15 años lo comprenda es harina de otro costal.

Lydia Ko es un prodigio. A sus 15 años, es la amateur número uno del mundo, no ha fallado un solo corte en un torneo profesional y lleva ya tres victorias frente a muchas de las mejores jugadoras del mundo. Su talento es tan grande que asusta, porque cuanto más nos demuestra de lo que es capaz más preocupan los años en que no ganará con tanta frecuencia. Su última exhibición ha llegado en el Abierto de su país, Nueva Zelanda, frente a jugadoras como Carlota Ciganda, Christina Kim, Caroline Masson, Laura Davies o Sophie Gustafson. Ha vuelto a ganar, pero más allá de los números ha demostrado tener una virtud que distingue a los campeones. La semana pasada rechazó jugar en Australia para preparar este torneo. Quería estar bien delante de su gente y responder a la atención que su país le prestaba (“Ready, set, Ko”, decían esta semana por allí) y, con tan solo 15 años, les ha entregado lo mejor de sí misma. Se marcó un objetivo y lo llevó a cabo con la precisión de un cirujano.

Su menos diez fue inalcanzable para Amelia Lewis, segunda clasificada a un golpe de la victoria, o para Stacey Keating, tercera con menos ocho. La próxima semana ha sido invitada para jugar el Abierto de Australia, el primer torneo de la temporada en el LPGA Tour, y ha conseguido que las expectativas se sitúen a la altura del Everest. ¿Qué se puede esperar de una chica que ha ganado tres torneos en 53 semanas? Pues que vuelva a hacerlo. Un prodigio, un fenómeno natural, un mutante o un avatar, podemos llamarlo como queramos. Un día Ko comenzará a jugar mal, fallará cortes y perderá confianza, como le está ocurriendo a Yani Tseng, y será el día en que su carrera se empiece a tomar forma y a definirse. Desde el barro y la lucha, no desde la cima de la montaña. Mientras tanto, disfrutemos de su rara facultad de convertir un deporte inmensamente complicado en un juego de niños.

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