Ya lo ha indicado Sergio en estos días previos: la salida desde el tee del uno de la Ryder Cup es el más impresionante que juegan en sus carreras. Los nervios están a flor de piel, la multitud ruge alrededor y las emociones se disparan. Ni el jugador más frío es capaz de abstraerse de esos momentos en los que la varilla de grafito del driver parece que se transforma en flan de vainilla.
Es el lugar donde esperaban los aficionados europeos en la Ryder de Medinah para cantarles el «You´ll never walk alone» a sus jugadores según pasaban por el primer hoyo. Donde Poulter y Watson desafiaban al público y el último lugar donde los capitanes dan las consignas a sus pupilos. Allí donde Paul Lawrie descubrió que el concepto de mostrarse agitado cobraba otra dimensión: «Nunca he estado más nervioso en mi vida», decía el escocés de su salida en Brookline en 1999 junto a Colin Montgomerie. Todo esto ocurre, a menos que te llames Rory McIlroy y necesites estar cinco minutitos más en la cama.
Pero para llegar a ese sitio mitológico hay que andar. Esto no es una perogrullada, esto es el proceso que requiere la tradición para que todos los jugadores empiecen a sentir en sus estómagos mariposas mientras van avanzando, escuchando el griterio, imaginando sus golpes, viendo la cara de sus compañeros, caddies y contrincantes, hasta lanzar su primera bola en la competición. En definitiva, la última prueba antes de saber si están hechos de la pasta que requiere la Ryder. En esta ocasión, la caminata desde el putting green al tee del uno lo han grabado en el canal de Youtube de la Ryder explicando cada sitio por el que pasarán los jugadores hasta llegar a poner la bola. Por un momento podremos hacernos idea de qué sienten Sergio y compañía mientras avanzan en pos de la gloria.
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