Francesco Molinari es un latino atípico; pausado, comedido, es difícil captar un gesto fuera de lugar en el golfista turinés. Y cuando las piezas encajan y sus golpes parecen escapados de la mesa de un delineante, Molinari es una maza sigilosa pero contundente.
No hay más que mirar sus resultados de 2012, un año aparentemente anodino pero que asusta por su regularidad. Ocho torneos metido en el top 20 de los nueve que ha disputado en el European Tour, guarismos a la altura de los mejores. Y, sin embargo, nadie se habría atrevido a señalar a Molinari como uno de los mejores del año en curso.
Pese a su origen mediterráneo y el estereotipo de sangre caliente asociado a estas latitudes, el menor de los Molinari parece encajar mejor con el perfil de otros jugadores que han destacado en el Real Club de Golf de Sevilla, como Soren Kjeldsen, golfistas seguros desde el tee y que han conseguido eludir el durísimo rough del campo. Molinari ha enhebrado una vuelta casi perfecta en cuanto las condiciones meteorológicas y el putter le han dado algo de tregua, mientras otros jugadores más temperamentales perdían comba.
Ya ayer hablábamos de la posibilidad de que se diera un resultado muy bajo entre los favoritos de este Open de España devenido en US Open por culpa de la lluvia y el viento, y Molinari ha hecho buena nuestro no demasiado aventurado augurio. Su -7 del domingo ha sido la mejor vuelta del torneo y le ha permitido adjudicarse el triunfo con tres golpes de diferencia sobre el trío compuesto por Alejandro Cañizares, Soren Kjeldsen y Pablo Larrazábal, mientras que Jorge Campillo tenía que conformarse finalmente con la quinta plaza compartida con el danés Thorbjorn Olesen.
En los primeros compases, Molinari enganchaba tres birdies en cinco hoyos y Simon Dyson, después de un comienzo mágico con dos birdies, empezaba a diluirse y a dar muestras del nerviosismo que le llevó a destruir sus opciones de victoria.
Posteriormente, el transalpino volvía a encadenar otra gran racha entre los hoyos 9 y 14, y dejaba el torneo finiquitado, pese a los postreros intentos de remontada de Alejandro Cañizares (birdies en los hoyos 13 y 14, y eagle en el 16) y la brega constante de Larrazábal, otra vez perjudicado en un par de momentos importantes de la vuelta por circunstancias ajenas (un buggie arrancando en mal momento en el hoyo 7 y un teléfono sonando justo cuando tiraba un putt crucial en el 14), pero que no le ha perdido la cara al torneo en ningún momento.
Por detrás, Campillo cedía terreno a última hora con dos bogeys (aunque la solidez de Molinari ya le había arrebatado sus opciones de victoria) y el joven danés Olesen lo ganaba con un gran sprint final.
Después, ya solo faltaba la celebración protocolaria después de la previa, más informal, en forma de ducha de champán proporcionada por los demás jugadores italianos, una costumbre que se está convirtiendo en divertida seña de identidad de un European Tour que ha cumplido su cuadragésimo aniversario en Sevilla, en un Open de España centenario, y justo un día antes del primer aniversario del fallecimiento de Seve Ballesteros.
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