En un recorrido en el que nada es lo que parece, cada jornada del PGA Championship está siendo distinta a la anterior. Primero, la calma, condiciones idóneas para alcanzar resultados favorables. Segundo, la violencia, en el que un viento feroz azotaba el Ocean Course de Kiawah Island arrastrando cualquier atisbo de clemencia. Día para los más fuertes, los llamados a resistir. Y tercero, el equilibrio interrumpido, donde la naturaleza y el campo se daban la mano para permitir un día del movimiento según marcan los cánones. Riesgo y recompensa, buenos golpes seguidos de oportunidades de birdie, habilidad premiada con una pausa en una vuelta exigente y, sobre todo, el momento oportuno para distinguir a los que verdaderamente están jugando mejor al golf. Todo ello interrumpido por una tormenta apocalíptica que deja a la PGA sin capacidad de reacción, buscando recursos para terminar el domingo un torneo completamente distinto a cualquier otro, cualquier major. No podía ser unas nubes eléctricas pasajeras, sino la madre de todas las tempestades. Éste es el torneo del caos.
Y como tal comenzó su tercera jornada. Era el día del movimiento y se esperaba que ciertos jugadores dieran el paso más contundente hacia el triunfo o que, por lo menos, reflejaran su actual estado de forma del modo más verídico posible. Jason Dufner, el paradigma del impacto claro, firmaba 68 golpes; Steve Stricker llegaba a menos cinco, al igual que un Bo Van Pelt con tintes de Ryder Cup; Padraig Harrington se quedaba en 69 impactos. Lo que aconteció el día anterior también era un espejismo, sí que había posibilidad de recortarle golpes a la obra de Pete Dye, el monstruo tenía puntos débiles. Con ese pensamiento en la cabeza, Vijay Singh, Rory McIlroy, Carl Pettersson, Adam Scott, Trevor Immelman o Tiger Woods salieron a la caza de una buena vuelta de golf que les distinguiera de cara a la jornada definitiva, la que encumbraría al campeón.
Un jugador que ganó el Open Championship durante tres días y fue capaz de perderlo en tan solo cuatro hoyos debería estar hundido, angustiado con la conjura del golf contra su causa. Tiene el derecho universal a sufrir durante toda su carrera por aquella tarde. Pero el deporte es competir, escalar un peldaño y luego el siguiente, el siguiente… Adam Scott es el jugador que perdió aquel grande y que, semanas después, compite por otro en condiciones mucho más severas, en las que el fracaso es natural y el éxito una exhibición de talento. Él sabe que los peldaños nunca se agotan y el camino es largo, por eso después de firmar 75 golpes golpes en la segunda jornada del PGA llegó al hoyo 5, y al tercer día, embocó su bola desde el bunker. Siempre existe una vía para los persistentes. Birdie en el 7, 8 y 9. Cinco bajo par en sus primeros nueve hoyos de un día en el que es necesario demostrar los credenciales, distinguirse de cara a la noche de gala. Hoy estoy en Kiawah Island, el año que viene volveré a las islas; soy mejor jugador que nunca.
Sin embargo dos jugadores consiguieron superarle antes de que sonara la alarma. El primero tiene 49 años y el segundo solo 23. Que venga cualquier otro deporte a comprobar este dato. Vijay Singh llegaba de firmar los 69 golpes más impresionantes de su carrera profesional, avalado por la sabiduría que otorga el tiempo, un Masters y dos PGA Championship. Sus siete primeros hoyos fueron la representación de la pausa ante el peligro y la decisión en la ventaja. Dos birdies y cinco pares en lo que se antojaba una vuelta comprometida y astuta, de viejo campeón. Junto a él, en seis bajo par, Rory McIlroy se desataba en lo que hasta el momento son los mejores nueve hoyos que nadie ha jugado en este campeonato. Si Vijay era la templanza Rory se convirtió en el desequilibrio y regaló un espectáculo que incluyó una bola clavada en un árbol en un hoyo que terminó con par. Se dice que la madurez poco tiene en común con la juventud pero, que alguien se atreva a decir que este chico no tiene galones de número uno. Es el más perjudicado entre todos los que se encontraban hoy en el campo. Solo con pensar lo que hubiera ocurrido si seguía ese ritmo…
Carl Pettersson cuarto en el hoyo 8, seguido de Bo Van Pelt en casa club y Trevor Immelman en el 10 con menos tres. Steve Stricker, Peter Hanson, Graeme McDowell e Ian Poulter en menos dos. Tiger Woods se hundía en la clasificación cuando una tormenta le salvó de perder otro grande esta temporada. “Tuve un duro comienzo y no pude conseguir nada. Volveré mañana por la mañana y veré que pasa”, declaró el americano. Y lo que aconteció hoy es que Woods no pateó como ayer y todo su juego sintió el impacto, un temblor hasta sus mismos cimientos. Bogeys en el 4, 5 y 7 que le dejaban con un golpe bajo el par, a cinco impactos de los líderes. El domingo es la última oportunidad esta temporada de demostrarse que todavía es un jugador imperturbable.
En cuanto a los españoles, ambos han cedido terreno. Jiménez está a un solo hoyo de finalizar la vuelta y se encuentra con +1 en el día y +3 en el acumulado en la trigésimo quinta plaza, mientras que Gonzalo Fernández-Castaño aparece en la vigésimo octava con un golpe menos, también con +1 en los doce hoyos que lleva disputados de la tercera vuelta.
Los partidos pendientes de terminar sus vueltas comenzarán a jugar partir de las 07:45 (hora local), mientras que la última jornada del PGA Championship lo hará desde las 11:44 hasta las 13:45. Se jugará en partidos de tres saliendo por el tee del 1 y del 10.
Adam Scott Álvaro Quirós Asian Tour Carl Pettersson European Tour Gonzalo Fernández-Castaño Graeme McDowell Ian Poulter José María Olazábal Kiawah Island Miguel Ángel Jiménez Ocean Course Pablo Larrazábal Padraig Harrington Pete Dye Peter Hanson PGA Championship PGA Championship 2012 PGA of America PGA Tour Rafa Cabrera-Bello Rory McIlroy Sergio García Steve Stricker Tiger Woods Trevor Immelman Vijay Singh
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