Después de pasar por Pebble Beach y Baltusrol, Javier Pinedo nos recuerda sus avatares en el US Open de 1994 y algunas peculiaridades de la idiosincrasia estadounidense.
Siempre he dicho que reconozco que los Estados Unidos son una gran potencia con una materia prima excepcional, pero no los no cambiaría por mi vieja Europa y mis dos países, España y Francia, por nada del mundo. Puede que mi primera experiencia en Estados Unidos me marcase. Fue al aterrizar en Nueva York en 1989, en mi primer viaje a Estados Unidos, y constatar como una persona de inmigración mandaba a los residentes por las escaleras mecánicas mientras que los no residentes tenían que coger las escaleras. En España, desde luego, hubiese sido al revés, ya que nada es poco para los visitantes. Luego, en el aeropuerto durante la escala (iba a Houston para el Shell Houston Open), observé con asombro como allí también tenían goteras y en vez de taparlas ponían, como hacemos nosotros, unos cubos de basura para recoger el agua.
Si esta gente viene a Madrid y asiste a la misma escena que yo en el JFK, pensé yo, nos llama de todo menos primermundistas, si me permiten la expresión. Pero esa idea mía de los Estados Unidos se iba a ver reforzada en 1994 durante el US Open. Al terminar los 72 hoyos del torneo, tres hombres, Ernie Els, Colin Montgomerie y Loren Roberts estaban empatados, con lo que iba a vivir mi primer desempate a 18 hoyos un lunes (esa es la norma de desempate en este torneo). Evidentemente lo iba a tener que hacer yo solo, ya que mi habitual compañero de retransmisión por aquel entonces, Sergio Gómez, se volvía a España con José María Olazábal al finalizar el domingo.
Pues bien, llegué el lunes al campo con curiosidad por ver cómo era un desempate el lunes y lo primero que constaté es que el ambiente no era el mismo, lo que ya entonces me hizo pensar en que la USGA igual debía cambiar la tradición pues hoy en día lo del lunes pocos lo asimilan. Y esa primera impresión se iba a confirmar al llegar a mi cabina y ver horrorizado que el ordenador había desaparecido. Raudo y veloz fui a pedir explicaciones y la que me dieron me sumió en la perplejidad más absoluta y me llevó a convencerme de que los americanos tienen muchas más limitaciones de las que creemos.
“El contrato con IBM, el proveedor informático, se acabó ayer”, esa fue la explicación que me dieron. Como el contrato se había terminado el día anterior, pese a que el torneo seguía lo íbamos a hacer sin soporte informático. Pero ahí no terminaba la cosa: tampoco teníamos satélite para enviar las imágenes a Europa ya que estaba ocupado por Wimbledon, que empezaba ese lunes. Y no fue hasta media hora antes de arrancar cuando se resolvió el problema ante el asombro de los técnicos de Canal Plus que no podían, como yo, creer que eso lo hiciesen los estadounidenses. Evidentemente, el contrato de catering había expirado el domingo con lo que ni bocadillos tuvimos.
Mientras comentaba el desempate yo no paraba de pensar qué ocurriría si esa situación la viviesen en España los periodistas norteamericanos. ¿Se imaginan los comentarios y las broncas? Ellos aplicaban la política de las lentejas, o las comes o las dejas, y no contribuyeron a que mi opinión fuese muy buena. Afortunadamente la victoria, su primer grande, fue para Ernie Els, con quien me une una muy buena amistad.
1992, año récord
Y llegó Sandalio
Javier Pinedo es la voz del golf en nuestro país. Este periodista especializado atesora un currículum inigualable y lleva en el «zurrón» innumerables majors, Ryder Cups y competiciones de primer nivel. Gracias a su experiencia y conocimientos, se ha convertido en una referencia ineludible tanto en las retransmisiones televisivas de Canal+ Golf como en su columna mensual en la revista Golf Digest. Esta semana Javier Pinedo nos acompañará con una serie de artículos acerca de sus recuerdos y vivencias asociados al US Open.
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