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Zona Pro

Europa anestesiada

Enrique Soto | 29 de septiembre de 2012

G-Mac y McIlroy solo consiguieron realizar dos birdies en 18 hoyos

En el último partido de la primera jornada de la Ryder Cup, Nicolas Colsaerts consiguió realizar en su debut en la competición ocho birdies y un eagle para superar a Woods y Stricker. Aquella gesta no solo sirvió para que el equipo de Olazábal se mantuviera a una distancia prudente del americano, sino demostró que era posible encadenar múltiples aciertos en el Medinah Country Club. Un parcial de menos diez en dieciocho hoyos que encerraba una realidad: hay que meter putts para jugar bajo el par.

Después del pobre rendimiento de Lawrie, Hanson y Kaymer, el capitán europeo decidió sentarles en un banquillo ficticio a la espera de que la gesta de Colsaerts espoleara a los hombres más importantes de su equipo. McIlroy, G-Mac, García, Donald y Westwood debían de coger el relevo y salir a jugar como lo hubiera hecho el rookie belga de haberse disputado un hoyo 19.

Dos asesinos sin piedad

(Keegan Bradley / Phil Mickelson ganan 7&6 a Luke Donald / Lee Westwood)
Mickelson y Bradley han formado una sociedad perfecta que ha disputado 44 hoyos, de los cuales, han ganado 18, empatado 21 y perdido solo 5. Mientras toda clase de estadistas se echan las manos a la cabeza, Donald y Westwood se quedaron paralizados ante una nueva exhibición de contundencia. En el hoyo 3 ya ganaban por dos arriba, en el 9 por cinco y en el 12 cualquier entrenador precavido hubiera arrojado la toalla al green rogando clemencia. La primera ocasión fue por 4&3, la segunda por 2&1 y ésta última a falta de seis hoyos para finalizar el recorrido.

Luke y Westwood miraban al suelo conscientes de que nadie en su equipo llegaría al hoyo 18 contra dos jugadores incendiarios, sin piedad alguna. Han unido sus caminos en un momento en que sus dos formas de jugar se apoyan la una en la otra, se complementan como el martillo y la estaca. Es difícil recordar malos momentos en esta Ryder Cup de Phil Mickelson, tradicionalmente abocado a los errores, o de un joven debutante que celebra con la misma intensidad un putt para ponerse cinco arriba que uno para salvar un mal hoyo. Dos asesinos sin piedad han mermado las filas europeas en esta batalla y no es difícil imaginar a Olazábal agradeciendo a Davis Love III su política de regulación de esfuerzos, en la que ningún jugador compite en cinco partidos.

El punzón europeo

(Justin Rose / Ian Poulter ganan 1 arriba a Bubba Watson / Webb Simpson)
La pareja inglesa ha ganado los dos partidos que ha disputado por dos razones muy claras: en primer lugar, sus oponentes no han desplegado su mejor golf y en segundo, evitan los errores no forzados. Ni Justin Rose ni Ian Poulter se encuentran en el momento dulce que en ocasiones han alcanzado este año, pero saben defenderse hombro con hombro y no necesitan mucho más que una mirada para saber qué hacer a continuación. El viernes ganaron porque Brandt Snedeker ejecutó su peor drive en meses en el hoyo 18, condenando a Furyk a perder un golpe en el camino al green. Hoy lo hicieron porque Webb Simpson se mostró errático durante toda la vuelta, incluyendo un putt para empatar el encuentro en el último hoyo.

Sin mostrar todavía su mejor versión, han sido lo mejor de su equipo durante el último día y medio. Dos jugadores defendiéndose con uñas y dientes, barro y sudor, consiguieron más birdies que ninguna otra pareja del viejo continente. Ahí está el problema: solo fueron cuatro.

La remontada interrumpida

(Jason Dufner y Zach Johnson ganan 2&1 a Sergio García y Nicolas Colsaerts)
Para enfrentar la regularidad que imponen en sus partidos Dufner y Johnson, dos jugadores autómatas, se presentaron a la cita García y Colsaerts. El belga venía de destrozar el recorrido a base de birdies y remontadas en la primera jornada, por lo que Sergio parecía el complemento adecuado para catalizar toda esa pasión al resto del equipo. Olazábal lo había visto ya el viernes, Europa estaba anestesiada por momentos y ninguno de sus partidos terminaba de arrancar, cedían ante la voluntad estadounidense. Había que remediarlo.

Pero el experimento no salió bien porque todos los putts que embocó ayer Nicolas en las narices de Tiger comenzaron a deslizarse hoy por el borde de los hoyos. Comenzó con uno muy corto, que les dejaba dos abajo en el hoyo 5, pero empezó a transmitirse como una plaga en las múltiples oportunidades de birdie con las que contaron. Parecía una clase de maldición porque en el momento en que su equipo más necesitaba de su energía se vieron incapaces de transmitirla, a pesar de un gran juego largo.

En lo que podía haberse convertido en una remontada antológica (Sergio embocó un chip para birdie en el 16), Colsaerts envió su bola al agua en la salida del par 3 del 17. El sino europeo durante la mañana en la cara del joven belga, pensando: “Cómo hemos podido hacer hoy solo tres birdies”.

La distancia crítica en los greenes

(Jim Furyk y Brandt Snedeker ganan uno arriba a Rory McIlroy y Graeme McDowell)
En una demostración de fe en sus hombres, Davis Love III decidió apostar de nuevo por una pareja que salió el viernes derrotada. Sabía que ganar a Snedeker y Furyk sería muy complicado a poco que el rookie se entonara en los greenes, y aunque no sucedió, contó con un aliado inesperado. La pareja norilandesa no consiguió un solo birdie en trece hoyos y terminaron desesperados.

La misma distancia en la que Tiger ha sufrido más esta temporada, los putts de 3 a 5 metros, se volvieron ilegibles para los norilandeses. De poco sirvió que Rory saliera más entonado que en la tarde del viernes y comenzara su prolífica producción de oportunidades de birdie, la bola nunca finalizaba en el hoyo. En los nueve primeros, en vez de uno abajo, bien podían haber finalizado tres arriba. Sus nueve segundos se convirtieron en una agonía mesurada, que finalizó con una ocasión perfecta en el hoyo 17 para empatar el enfrentamiento. Europa mostró insistencia y credenciales pero los birdies no llegan, y el tiempo comienza a agotarse.

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