En el brumoso origen del golf, un deporte con muchos padres (desde la paganica romana al chole francés, pasando por el kolf holandés) destaca la bucólica leyenda de unos pastores escoceses que se entretenían pegándole a piedras con la cachava para pasar el rato mientras iban de acá para allá con sus rebaños. Tal vez ellos fueran los primeros practicantes de la versión “campo a través” del golf, una actividad heterodoxa y asociada, por lo general, a apuestas y desafíos más o menos descabellados.
P. G. Wodehouse y Dan Jenkins, dos de las mejores plumas que se han ocupado de este deporte, reflejaron en sus escritos un par de competiciones de este estilo. En The Long Hole, relato que Wodehouse pone en boca de uno de sus personajes estelares, el Socio Decano, dos hombres se disputan la mano de una dama jugándosela a un hoyo… de veinticinco kilómetros de largo, desde el tee del 1 de su campo a la puerta del Hotel Majestic de una ciudad que no se nombra. Por su parte, Dan Jenkins dedica un capítulo de su hilarante Dead Solid Perfect a describir el duelo que libran Kenny Lee Puckett y sus amigos buscavidas a lo largo de treinta manzanas de Forth Worth, partida que ganaría el primero que embocara la boca en el zapato guardado en un armario del protagonista. Por disparatada que parezca, esta y otras hazañas descritas por Jenkins estaban basadas en las vivencias de auténticos jugadores de ventaja y muchos de los trucos usados por Spec Reynolds, un secundario de lujo en la novela, procedían del repertorio de Titanic Thompson, una leyenda de las apuestas.
Volviendo a la realidad, hace casi dos siglos, en 1830, tuvo lugar la primera proeza documentada de un jugador que decidió alejarse de los recorridos tradicionales movido por una apuesta. William Holcroft, medalla de oro del Royal and Ancient Golf Club de St. Andrews aquel año (es decir, ganador de su competición anual y poseedor durante un año de la medalla que acreditaba aquel triunfo) apostó que llegaría desde el tee del hoyo 1 de St. Andrews hasta el peaje de Cupar, que estaba a más de 14 kilómetros, en menos de 200 golpes (con tee todos ellos, eso sí). Holcroft, un consumado golfista, ganó sin problemas.
También es célebre la apuesta de Freddie Tait, doble campeón del British Amateur, quien afirmó en 1898 que recorrería los cinco kilómetros que separaban la casa club del Royal Cinque Ports Golf Club de la casa club del Royal St George’s Golf Club (sede del Open Championship de este año) en cuarenta golpes o menos. Tait atravesó una de las ventanas del edificio del Royal Cinque Ports con su trigésimo segundo impacto.
Ya en nuestros tiempos tenemos el Elfego Baca Shootout, torneo anual que lleva celebrándose desde 1960 en Socorro, Nuevo México, y que consiste en recorrer algo más de cinco kilómetros golpeando una bola desde lo alto del pico Socorro (a más de 800 metros sobre el nivel del mar) hasta la ciudad del mismo nombre. Serpientes venenosas, temperaturas extremas y cactus son interesantes complementos para esta competición que lleva el nombre de un mítico sheriff de la época del Salvaje Oeste y que hay que finalizar “embocando” la bola en un círculo de 15 metros, como podemos ver en la pieza adjunta de la cadena ESPN. El récord del “campo”: nueve golpes.
Y aunque transite en el nebuloso terreno entre la hazaña difícilmente verificable y la leyenda, quien se lleva la palma al hablar de golf campo a través es Floyd Rood, profesional de Luisiana que inventó la modalidad “highway golf” (golf en la autovía) para promover su fundación Youth in Sports Foundation, entidad benéfica que pretendía alejar a los jóvenes de la tentación de las drogas.
Según muchos libros de récords y estadísticas improbables, Floyd Rood cruzó el país desde California hasta la Costa Este dando 114.737 golpes (con 3511 bolas perdidas) en las casi 3400 millas (5468 km) que recorrió entre el 14 de septiembre de 1963 y el 3 de octubre de 1964. Sin embargo, estas cifras no se corresponden con las que el propio Rood dio en el programa I’ve got a secret del 8 de febrero de 1965 y en el que “rebajó” a solo 340 días el periplo. En ellos, supuestamente empleó 96.838 golpes y perdió 2.559 bolas, dado que no llegó a cruzar todo el país y “solo” fue de California a Florida. Si queréis ver al señor Rood afanado en su tarea, lo tenéis en los últimos dos minutos del vídeo adjunto.
En el caso de Rood podríamos rescatar el aforismo “Hay gente pa tó” que el torero cordobés Guerrita le dedicó a Ortega y Gasset cuando se enteró de que este era filósofo, pero no es el único golfista que figura en los libros gracias al campo a través. Véase el caso del meteorólogo noruego Nils Lied, que no necesitó pistas de aeropuerto, elevaciones excesivas ni una potencia propia de un especialista en “long drive” para conseguir que un golpe suyo batiera récords al alcanzar las 2640 yardas (más de 2,4 km). ¿El truco? Dicho golpe lo ejecutó desde la base Mawson en la Antártida y la bola, ayudada por un vendaval y el hielo, alcanzó esa distancia inverosímil.
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