Un dolor de muelas es el motivo oficial y políticamente correcto que explica el abandono de Rory McIlroy en el Honda Classic, pero lo más probable es que tras su marcha se oculte otra razón de peso: el peso de las expectativas, el peso de los millones puestos encima de la mesa por su patrocinador y, por encima de todo, el peso de haberse convertido en un icono del golf.
“No me encuentro bien mentalmente”, reconocía McIlroy a un grupo de periodistas poco después de tomar las de Villadiego (o Diegoville, que para eso estaba en Estados Unidos) y escapar así de la Trampa del Oso diseñada por Nicklaus. A esas alturas ya acumulaba un aparatoso +7 en 8 hoyos y su golpe desde el tee de salida había encontrado un obstáculo de agua más, con lo que la sangría se iba a ampliar.
Poco después llegaba la nota de prensa oficial de su agencia de representación, Horizon Sports, que indicaba que McIlroy se había visto obligado a retirarse porque una muela del juicio le hacía imposible concentrarse en su juego. No hace falta ser muy avispado para detectar la maniobra de contención de daños, ya que el PGA Tour prohíbe la retirada salvo que el jugador sufra una lesión o se presente una urgencia personal justificada. Y poco después se hicieron públicas unas imágenes de McIlroy engullendo un sándwich en la calle del 18, y se supo que la noche anterior estuvo celebrando el cumpleaños de su madre sin aparente novedad en el frente dental.
Por supuesto, la oleada de comentarios negativos y de posibles interpretaciones no se hizo esperar. El primero que habló, su compañero de partido Ernie Els, un jugador que en 19 años no ha abandonado ni una sola vez. “Soy un gran fan de Rory, pero no creo que haya hecho lo correcto”, indicaba el sudafricano, para luego moderar su discurso cuando le informaron de la explicación oficial.
Y, por supuesto, no tardaron en aparecer los sospechosos habituales en la lista de posibles culpables del mal momento de Rory McIlroy. En primer lugar aparece Nike, el gigante deportivo, y su material, seguido de cerca de Caroline Wozniacki, su pareja. Pero, como en el caso del dolor de muelas, recurrir a Nike o a Wozniacki como chivos expiatorios es igual de eficaz (o fiel a la verdad) que echarle la culpa al empedrado.
Como reconocen la mayoría de los jugadores profesionales consultados, pese a que el periodo de ajuste al material nuevo puede ser más o menos amplio, todas las marcas de élite son capaces de ofrecer palos de gran nivel, ajustados al milímetro para que se acoplen al swing de sus representados. Por otro lado, el comentario sobre Wozniacki viene de largo y no deja de tener un trasfondo machista (cuando no misógino). Recordemos que Wozniacki es la misma persona que tuvo al lado durante la mejor racha de juego del norirlandés, esa misma que le llevó a sumar su segundo major y a alcanzar el número 1 del mundo hace no tantos meses.
Y quizá la palabra “racha” sea la que mejor sirva para definir el juego de McIlroy en los últimos años. Cuando está fino no hay nadie que pueda toserle, pero no es la máquina de sumar top ten que fue Tiger Woods en su mejor época o, incluso, Luke Donald. McIlroy es capaz de fallar cuatro cortes en un plazo muy corto y sumirse en un periodo gris (ya le ocurrió el año pasado), para luego deslumbrar poco después.
Su propio mentor, Michael Bannon, lo tiene claro. Tienen que seguir entrenando para librarse de los desajustes invernales. En esta pretemporada, en lugar de tomarse un mes libre como habitualmente, McIlroy estuvo entrenando a fondo con la gente de I+D de Nike y parece que han aparecido ciertos vicios en su swing que no tenía a finales del año pasado.
Graeme McDowell daba fe de esto hace apenas unas horas cuando afirmaba que en el campo de prácticas Rory estaba animado pero se le veía un tanto desajustado. “Se oían unos cuantos quejidos en el puesto de al lado. Por lo general da una exhibición, un clínic, y solo se oyen los elogios de su entrenador y del caddie en segundo plano, pero esta mañana reinaba el silencio. Es indicativo de alguien que no confía del todo en su juego ni en su técnica”.
Sin duda, McIlroy es el primero que se arrepiente de su marcha del Honda Classic, cuyo título defendía, y queda bastante claro que su “coartada” dista de ser la ideal, pero seríamos injustos al colocarle en “territorio John Daly” (ya hay quien lo ha hecho). Recordemos que es el mismo McIlroy que firmó 80 en una cuarta jornada del Masters para perder el título, el mismo que atendió infatigablemente a la prensa en su peor momento como golfista. Solo él sabe lo que pasaba por su cabeza, y dados sus antecedentes, como mínimo se merece el beneficio de la duda.
Solo cabe esperar que este abandono sirva de punto de inflexión personal y deportivo, y le ayude a sobrellevar el peso que desde hace unos meses carga sobre sus hombros: el peso del número 1, el peso de los iconos.
1 comentario a “Guardad las horcas y las antorchas”
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