Open Championship by Decathlon

Habla con suavidad…

Juan José Nieto | 14 de julio de 2015

Cuando uno llega al primer tee del Old Course de Saint Andrews y ve ante sí una calle inmensa y un hoyo relativamente corto apenas protegido por un inocente y estrecho arroyo, sale reforzado en su autoestima. Es imposible fallar la calle y muy difícil, si se tira al centro, perder el green (otra cosa será luego hacer dos putts). De ahí en adelante, todo lo que ofrece el recorrido es una huida en paralelo a la playa, un requiebro en torno al estuario del río Eden (hoyos del 8 al 11) y un regreso, sin duda más tortuoso —que incluye los complicados hoyos 13 y 17— hacia la emblemática casa club, esa construcción que, elevada a mediados de siglo XIX gracias a la aportación financiera de los socios, aporta una imagen difícilmente olvidable de la cuna del golf.

El “viejo campo” recuerda, en cierta medida, a Casablanca, esa película de la que es imposible no reconocer ciertos fotogramas y algunas frases lapidarias, incluso sin haberla visto. En Saint Andrews es fácil caer enterrado en algún bunker legendario, ya sea en los ataúdes a la izquierda del 13, en el del Infierno del 14 o en el «destrozavueltas» del 17. El campo también te puede retar a jugar desde algunos lugares icónicos, como la carretera del propio hoyo 17 o desde el mismísimo Valle del Pecado, en el 18. Y qué decir de sus vastos greenes compartidos, —algunos, como el del hoyo 5, anexo al del 13, con cien yardas de profundidad— que pueden hacer dudar al jugador entre el putter y el wedge.

Precisamente sus greenes, con hondonadas que anuncian prominentes lomas, pero también provistos de sutiles caídas, pondrán a prueba el juego corto, más aún si aparece el mal tiempo. Numerosos golpes de approach requerirán de contactos puros para lograr el deseado freno, especialmente en los pares 4 cortos que, en función de la dirección del viento, pueden ser alcanzados: hoyos 9, 10, 12 y 18 (si el viento sopla a favor en el 9 también lo hará en el 12 y el 18, pero en contra en el 10). Es imposible ganar en Saint Andrews sin ser sutil en las distancias cortas.

Pero bendita potencia. De cuántos peligros librará a los grandes pegadores el poder disponer de unas yardas más para sobrevolar las tumbas de arena salpicadas por el recorrido. En un campo de calles anchas, provistas a su izquierda de generosas zonas de escape, los pegadores se han visto tradicionalmente beneficiados. En el Old Course triunfaron jugadores como Sam Snead (su única victoria llegó en Saint Andrews), Jack Nicklaus (dos de sus tres victorias fueron en el Old Course), Severiano Ballesteros, Tiger Woods (misma situación que Nicklaus) o John Daly, jugadores, estos tres últimos, que nunca se caracterizaron por ir rectos desde el tee, aunque sí por tener unas manos privilegiadas, como decíamos antes, alrededor de green.

Ya lo dijo Theodore Roosevelt, vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos, citando un viejo proverbio africano y refiriéndose a la necesidad de reforzar el armamento naval, mientras, por otra parte, su país se erigía en garante de la ley y la moral en el mundo. «Habla con suavidad y lleva un buen garrote; llegarás lejos». Esta cita, trasladada a julio de 2015, y al tee del hoyo 1 de Saint Andrews, debe recordarle al jugador la necesidad de, aun respetando la leyenda del campo al que se va a enfrentar, ser agresivo, buscar distancia y atacar banderas.

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