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Zona Pro

Honestidad brutal

Enrique Soto | 09 de abril de 2013

Si hay algo que ha definido la carrera de Sergio García desde el día en que se pasó al profesionalismo ha sido una constante y brutal honestidad. Le hemos visto jugar algunas de las mejores vueltas de la última década, escupir en un hoyo, tirar un zapato y ganar en múltiples ocasiones ante los mejores del mundo. Han sido tantos altos y bajos durante los últimos años que es realmente difícil encontrar un patrón que defina su trayectoria, un comportamiento que explique por qué Sergio es capaz, en ocasiones, de desplegar un talento que intimida y, en otras, una actitud que deja bastante que desear. Solo existe una explicación ante este vaivén de emociones: García hace lo que siente y lo que se le pasa por la cabeza en todo momento, sin diques, barreras ni cualquier otro tipo de contención.

Para entender su historia es necesario, como en cualquier otra, volver a los orígenes. Cuando Sergio se hizo profesional (1999), Tiger Woods estaba cambiando la forma en que el mundo veía el golf y una de las mayores tendencias que se seguían por aquel entonces era buscar un rival a un chico que parecía invencible. Él podría ser el indicado. Había sido el jugador más joven de la historia del Circuito Europeo en pasar un corte, fue el mejor amateur del Masters y, en su sexto torneo como profesional, ganó el Irish Open. García entró en el escenario con la fuerza arrolladora que siempre acompaña al talento, como un poderoso huracán por las verdes y apacibles praderas de los campos de golf. El máximo exponente de esta convulsión en los rankings y medios fue el PGA Championship de Medinah, donde desde detrás de un árbol pegó uno de los mejores golpes que se han ejecutado nunca en uno de los grandes. Sergio corría por la calle del hoyo 16 como un niño ilusionado detrás de su bola, como empujándola a base de zancadas, y finalizó aquel torneo en segunda posición. “El mejor día de mi vida”, lo definió pasado un tiempo. Era muy joven, un gran jugador y le encantaba la competición al más alto nivel. ¿Había algún requisito más para saltar a lo más alto?

Poco después de aquel PGA fue entrevistado sobre lo que todo el mundo preveía como prometedor, su futuro, y pudimos ver a un chico sincero que decía siempre lo que pensaba. Quería jugar la Ryder, volver a batirse con Woods y, por supuesto, mejorar esa segunda posición en un grande. No había límites ni miedos. Grabó anuncios, aparecía en las marquesinas de las paradas de autobús de Estados Unidos, en grandes paneles publicitarios, en anuncios televisivos… cada vez que disputaba un torneo acudía antes a extensas ruedas de prensa. La realidad, sin embargo, no parecía transcurrir al mismo ritmo que su eclosión. Woody Allen definió este fenómeno muy claramente durante el cenit de su carrera como director: “Hoy soy una estrella. ¿Qué seré mañana? ¿Un agujero negro?”

Mientras el fenómeno Tiger transcurría a la velocidad que había planeado con su padre, desde que era un niño, Sergio no parecía cumplir con las expectativas generadas en Medinah. Había vuelto a ganar torneos, como en Colonial (su primer triunfo en el PGA Tour, 2001), el Buick Classic, el Linde German Masters, el Trophée Lancome… Pero por otra parte le habíamos visto enfadado por muchos campos, como frustrado por no conseguir la victoria cada semana. El público se preguntaba si lo que habían contemplado años atrás se parecía en algo al jugador con una interminable rutina de waggles, que llegaba a pasar eternidades delante de la bola y que no conseguía, todavía, alcanzar a Woods. El tiempo siguió pasando y la paciencia de las grandes masas no es la misma que a veces requiere un deporte tan contradictorio como el golf. En un período de cinco temporadas, García pasó de ser considerado el deportista más prometedor desde la aparición de Tiger al mejor jugador del mundo sin un major. Apenas había superado los veinte años y ya tenía una pesada carga sobre sus hombros.

Que Phil Mickelson ganara su primer grande en el 2004 no hizo sino reforzar esa posición y, si contemplamos lo que ha sucedido desde entonces, las cosas no parecen haber cambiado demasiado. Los méritos de Sergio, sin embargo, se han acumulado a buen ritmo. Cuenta con ocho victorias en el circuito americano, diez en el europeo y otras tres en el asiático, cifras que le convierten en el jugador con más triunfos de los que participaron en el equipo europeo de la pasada Ryder Cup. Es cierto que todavía no ha ganado un major y el peso que comenzó a cargar desde que iniciara su carrera no ha dejado de crecer. “No lo conseguiré nunca”, dijo hace un año, tras el último Masters. Luego aclaró que se dejó llevar por lo que sentía en el momento, una vez más, otro vaivén de palabras, otro zapatazo a un marcador.

La gran pregunta, la que a veces se planteará él y la que se eleva en el ambiente cada vez que acude a una de las cuatro grandes citas, vuelve a acompañar una nueva edición del Masters: “¿Puede ganar Sergio?” La respuesta parece evidente. Claro que puede. Graeme McDowell, en una entrevista concedida a David Feherty en 2012, declaró que Padraig Harrington no contaba con el tipo de talento de Tiger Woods, Rory McIlroy o Sergio García, pero que sin embargo había ganado tres majors. “Le veíamos como a un tipo normal, y nos ayudó mucho todo lo que consiguió”, comentó sobre el irlandés. No se trata de un tema de capacidad, sino de aprovechar las oportunidades, como la del Open en 2006 o el PGA en 2008, donde volvió a finalizar segundo, o en cualquiera de los diecisiete top 10 que ha acumulado a lo largo de su carrera.

Andrés Calamaro publicó un disco en el año 1999 (el mismo en que Sergio se hizo profesional) titulado “Honestidad brutal”. En “Mi propia trampa”, uno de los treinta y siete temas que lo componen, cantaba: “Apenas estoy aprendiendo a volar y ya mis alas se quemaron…”, en un clara referencia a Ícaro, el hijo de Dédalo. A García le ha pasado algo similar y los tiempos que le han tocado vivir le han jugado algunas malas pasadas. Pero cuando uno le imagina ajeno a todo esto, solo ante la bola, en el hoyo uno del Augusta National, y contempla los golpes que puede llegar a dar, la pregunta no es si está capacitado para conseguirlo, sino qué tipo de jugador podría vencerlo.

2 comentarios a “Honestidad brutal”

  1. El 9 de abril de 2013 jtorres10 ha dicho:

    Qué bien le sientan a tus artículos los récords de viajes en AVE, Soto…
    Muy bien contado.
    Yo, como cada grande, vuelvo a apostar por Sergio. Cuando por fin acierte prometo no decir eso de «ya os lo decía yo…», sería oportunista e injusto, pero, sin embargo, estaré orgulloso de haber estado siempre en el mismo carro.
    Saludos

  2. El 10 de abril de 2013 irujuan ha dicho:

    Ya lo dije ayes en twitter, pero añado algo nuevo. Me ha encantado el articulo, me parece que esta muy bien entendida la evolucion de Sergio.
    Yo también apuesto por Sergio y aunque no es el mejor ejemplo a seguir en algunas cosas, nos representa a los golfistas españoles y deberiamos apoyarle más.
    Si gana, tendra que hacer como en otra cancion de Andres Calamaro, «Ok perdon fue sin querer». Aqui hasta que no te vas, no te echan de menos.

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