La capacidad de reacción ante los reveses es otra marca de los grandes campeones. Durante el comienzo de la que iba a ser la jornada final del OHL Classic, Jon Rahm encajó dos duros golpes seguidos, dos impactos directos al plexo solar de los que dejan sin respiración y siembran el desconcierto. Gran parte del buen trabajo de los días previos se borraba de dos plumazos, con sendos dobles bogeys en los dos primeros compromisos del día. Tocaba serenarse y recuperar la senda.
Haciendo acopio de una madurez cada vez más habitual entre los amateurs de primer nivel, Rahm se ponía manos a la obra y en el hoyo 5 caía el primer birdie. Otros dos más antes de la llegada de la segunda mitad le acercaban a su nuevo objetivo, equilibrar la tarjeta y alcanzar cuanto antes el par del campo. Esa meta la lograba con un gran birdie en el hoyo 10, que vino de la mano de otro en el siguiente, pero su progresión se vio frenada cuando se abrieron los cielos y el impresionante chaparrón que cayó sobre El Camaleón, el diseño de Greg Norman en Mayakoba, obligó a suspender el juego durante más de tres horas.
Después de que el magnífico drenaje del campo hiciera su labor, Rahm volvía al campo y conseguía un birdie y un bogey más, con lo que al final se despidió provisionalmente del campo mexicano con -1 en el día, un resultado especialmente meritorio después del atribulado comienzo, en la decimoquinta plaza a falta de tres hoyos. El top ten está a dos golpes y muy complicado, pero la actitud y el juego desplegado por Rahm hacen que el resultado obtenido sea una consideración secundaria.
En cabeza, Russell Knox y Graeme McDowell lograron seis birdies por barba en los hoyos que les dio tiempo a disputar (12 en el caso del escocés y uno más el norirlandés) para compartir la primera plaza con -19. Por detrás, el estadounidense Jason Bohn cierra el podio provisional con -17 en 12 hoyos.
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