Llevaba gestándose toda la semana. Los primeros clasificados del John Deere Classic iban cambiando día a día, alcanzando vueltas de menos ocho o menos nueve pero también de menos dos o menos tres; nadie parecía tomar el control de un torneo en el que los pares valían de bien poco. No había referencias ni líderes, solo un grupo de diez hombres que se mantenían con opciones de cara al domingo. Evidentemente, en los últimos hoyos la tensión creció hasta provocar el error en muchos de ellos y otros tantos terminaron empatados. No podía ser de otra forma: playoff.
Parecía lo más justo después de cuatro días de asedio constante. Zach Johnson, que había ganado en el TPC Deere Run hacía un año con un acumulado de menos veinte, ejecutó un approach mediocre para firmar un bogey en el 18 y terminar con menos diecinueve, perdiendo por un impacto respecto a sí mismo la temporada anterior. Antes, a David Hearn le había bastado con una tarjeta de menos dos para alcanzarle, mientras que un chico de diecinueve años había vuelto a dejar boquiabiertos a sus rivales tras alcanzar los 65 impactos en la última jornada de un torneo del PGA Tour. Muy poco tiene sentido cuando se observa el carnet de identidad de Jordan Spieth: diecinueve años, cinco top 10 en el circuito en quince eventos y recién llegado a las grandes ligas desde la escuela.
La edad, sin embargo, no es un factor excesivamente relevante en un playoff por el título. Spieth estaba nervioso, sí, pero también lo estaban Johnson y Hearn, algo más acostumbrados al día a día en la élite. Todos ellos firmaron el par en los dos primeros hoyos de desempate en el 18, otro en el 16 y otro en el 17, como si quisieran convertir este desempate en una prueba de resistencia. El ganador del Masters de 2007 rozó la victoria con un chip que rozó el borde del agujero, mientras que el canadiense tuvo un putt de poco más de dos metros que también se resistió a entrar. Estaban rompiendo la principal regla de un playoff: aprovechar la más mínima oportunidad que surja, ya que puede llegar a ser la última. Y efectivamente, no tuvieron más. En el quinto hoyo, Zach envió su bola a los árboles y se quedó sin tiro hacia el green del 18, mientras que Hearn se las había apañado para llegar en tres golpes a seis metros del agujero. El devenir del torneo estaba en las manos del novato. Él no falló.
Es el ganador más joven en la historia del PGA Tour (19 años, 11 meses y 17 días) desde Ralph Guldahl (Santa Monica Open, 1931). “No lo sé”, declaró sobre cómo se sentía al ganar antes que Tiger, Mickelson o McIlroy. “No pienso en mi edad. Solo pienso en jugar y competir contra el resto. Cada torneo, cada semana, no pienso en mí mismo como alguien más joven. No sabía que ganaría tan pronto. El año pasado ganamos un campeonato universitario en Texas y pensé que estaría allí ahora mismo”.
Spieth ha ido madurando a marchas forzadas durante los últimos meses e incluso ayer, a medida que avanzaba el desempate, se le pudo ver más y más cómodo. “Los dos primeros fueron los peores por la presión”, declaró. “Un putt se seis metros se convierte en uno de quince. No sabes cómo pegarle a la bola. Una vez que los jugamos, no sentí más nervios. Fue raro, pero me sentí cómodo mientras duraba el resto del playoff”. Es el decimoprimer clasificado en la FedEx Cup y con esta victoria ha conseguido una plaza para el Open Championship de esta semana, el Bridgestone Invitational, el PGA Championship y el Masters. La edad para ganar en el circuito sigue reduciéndose, como ya sucediera en el golf femenino. El talento se impone a los años.
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