Drama por doquier en la primera jornada del PGA Championship. Reivindicación de los veteranos después de la “revolución de los novatos” del Bridgestone, Stricker reventando al campo, McIlroy recurriendo a la épica con una muñeca lesionada, debacle de Tiger Woods, buen tono general de los españoles (a los que dedicamos un artículo exclusivo) y autodestrucción de Ishikawa, que tan buenas sensaciones dio hace apenas una semana.
Entre los 22 jugadores que lograron domeñar a este fiero Atlanta Athletic Club destaca la espectacular vuelta de Steve Stricker (-7), que igualó el récord de vuelta más baja en un PGA Championship (y en un major) con el mérito adicional de salir por el 10 y sacarle un -2 al temible tramo del 15 al 18, un cuarteto de hoyos que está sembrando el caos entre los jugadores y se está ganando apelativos tan sonoros como “los cuatro jinetes del Apocalipsis”. Stricker estuvo a un palmo en su putt del último hoyo de entrar en la historia y de conseguir el primer 62 en un grande.
Stricker está escoltado en la clasificación por su vecino de Wisconsin Jerry Kelly (-5), otro veterano con cuentas pendientes en los grandes, Shaun Micheel (-4 firmó el campeón del PGA de 2003), que vuelve a despuntar en un torneo por el que siente especial cariño y Scott Verplank, que parece haber dejado atrás la lesión de muñeca que le ha impedido rendir con regularidad esta temporada.
Y otra muñeca, la derecha de Rory McIlroy, se convirtió en la principal protagonista de la sesión vespertina del PGA Championship y tuvo en vilo a prensa, espectadores y organizadores, más si cabe después del derrumbamiento de Woods, otro de los principales reclamos del torneo.
McIlroy se dañaba la muñeca al golpear una raíz semienterrada entre los árboles que flanquean por la izquierda el hoyo 3 y, después de recurrir a hielo, vendas y antiinflamatorios, consiguió finalizar la jornada de manera heroica al par, con recuperaciones de todos los colores y desde todas las posiciones y un buen número de golpes a una mano. Decisión arriesgada la del número 4 del mundo, sin duda, pero que sirve para reforzar el aura de jugador especial y la mística de McIlroy. Después de someterse a una resonancia en el que se confirmó que tenía tocado un tendón de la muñeca, lesión que no parece revestir la gravedad que se intuía inicialmente, McIlroy decidirá hoy si sale a disputar la segunda vuelta.
Pero el drama no quedó circunscrito a los problemas físicos del norirlandés. En el turno de mañana, Woods comenzaba dando espectáculo con un -3 en cinco hoyos, un espejismo como se vio después, pero encadenó posteriormente una racha funesta (con errores de todo tipo y condición desde el tee) que le llevó a firmar un abultado 77, su peor vuelta inicial en un major. Pero lo más inquietante de Tiger, que nunca ha fallado el corte en el PGA Championship, es que parece encontrarse en una fase de negación extrema, en el que sus diagnósticos en absoluto se corresponden con lo que ocurre en el campo. Como en la campaña antidrogas, lo que dice que sucede tiene poco que ver con lo que en realidad está pasando.
Pero Woods no era la única víctima ilustre de la calurosa primera jornada en el Atlanta Athletic Club. Bubba Watson ascendía a la primera plaza con una serie de cuatro birdies seguidos del 12 al 15, para luego encadenar la peor racha de bogeys del día (cinco seguidos, del 18 al 4) y acabar desquiciado y con +4, mientras que el japonés Ryo Ishikawa, que deslumbró la semana pasada en el Bridgestone Invitational, acabó con las esperanzas del numeroso contingente periodístico nipón con seis bolas al agua y un tremendo +15 (+8 en el tramo del 15 al 18).
En aparente tierra de nadie y en segundo plano, pero bien parados después de lo visto en Atlanta, figuran los números 1 y 2 del mundo, Donald y Westwood, que con sus vueltas de par y +1 siguen metidos en la pelea por el título.
1 comentario a “Jornada dramática en el PGA Championship”
Muy buena crónica, me encanto. Increíble lo de Tiger! Todos esperábamos ansiosos una vuelta, pero el mecanismo de la culpa sumado a la presión por la vuelta, y la poca humildad de sus declaraciones, hacen estragos.
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