El que ganar en el LPGA Tour se está convirtiendo en una tarea gigantesca bien podría explicarse a través de la JTBC Founders Cup. El fuego abierto en Wildfire a través de los últimos cuatro días ha visto cómo dos chicas sin una gran experiencia en la élite dominaban el torneo, cómo la clasificación se iba apretando para la última jornada y cómo una veterana, competitiva hasta que el tiempo haga su función natural, se imponía en un final de vértigo, lleno de birdies, subidas, bajadas y un golf no apto para cardiacos. El nombre que quedará en los registros es el de Karrie Webb. Las cinco segundas clasificadas, a un solo golpe, probablemente se olviden. Pero todas ellas hicieron de este campeonato un paradigma de lo que es el circuito más fuerte del mundo a día de hoy.
Azahara Muñoz se encontraba a tres golpes del liderato a falta de dieciocho hoyos. La malagueña había seguido insistiendo en los mismos patrones que le llevaron a finalizar segunda en Singapur tres semanas atrás; el juego tan consistente que ella definió, en una ocasión, como “fallo poco”. Vueltas de 68, 71 y 64 impactos le habían otorgado otro disparo hacia la victoria, la primera en Estados Unidos desde que consiguiera aquella en formato match play. ¿Dificultades? Todas, ya que en la clasificación, al igual que ella, había todo un batallón de candidatas dispuestas a dar en el blanco. No se podía descartar a nadie, al menos en Wildfire, territorio abonado para los birdies.
Esa amplitud de posibilidades era justo a lo que se agarraba Karrie Webb, ganadora este año del Australian Open, su cuadragésima victoria en el circuito. Nadie, entre todas las que estaban ayer en Phoenix, conoce tan bien qué es necesario para cerrar un torneo como ella, que se las vio con Annika, Lorena y Yani en el pasado. Así que salió ayer dispuesta a entregar una vuelta más, sin presiones ni obstáculos añadidos a parte de este campo. En sus primeros nueve hoyos firmó cuatro birdies y un bogey. De pronto, en un espacio tan limitado, no parecía tan lejos de Ko. En los segundos llevó a cabo una carrera tan memorable que bien podría parecerse a un sprint de Usain Bolt en la pista de unas Olimpiadas. Un galope perfecto que incluyó seis aciertos en un tramo de ocho hoyos.
“No esperaba estar sentada hoy aquí”, diría después sonriendo. Karrie igualó el récord del campo con su vuelta, de 63 golpes, y ascendió fulgurante hasta la primera posición. Todavía quedaban hoyos para que la igualaran, pero esa ronda frenética sonó como un disparo en Arizona. Puede que Azahara, la misma semana que se disputa el Arnold Palmer Invitational, recordara algo que dijo en su momento El Rey: “Jamás he dejado de intentarlo; jamás he pensando que no tenía opciones de victoria”. Sin bogeys en sus últimos treinta y seis hoyos del campeonato, entregó un 67 en casa club que la situó segunda. En los dos últimos tuvo oportunidades de igualarla, aunque no entraron. A veces lo hacen, como le sucedió a Creamer en Singapur. Para ella pueden hacerlo dentro de bien poco.
Empató con Lewis, Yang, Lee y Ko en el subcampeonato. Si uno echa un vistazo a los números de cualquiera de ellas comprobará que todas podían haber salido vencedoras de este evento: bajaron de los 70 impactos en la última jornada, se habían mostrado consistentes y tuvieron su oportunidad. Solo Karrie estuvo sentada en esa rueda de prensa. “Incluso cuando terminé mi vuelta no esperaba estar sentada aquí”, continuó Webb. “Me siento algo afortunada, supongo. Aunque no hace que sea menos especial. Para ser honesta, no puedo decir que pensara hoy en ganar. Podía haber pensado en hacer un 63 o un 62 y aún así no sería suficiente, por lo que no me concentré en ningún resultado”.
Sí lo fue. Un nuevo ataque desatado privó a Azahara de una ocasión de victoria. Primero fue Creamer, ayer Karrie. La próxima vez se asegurará de que nada ni nadie pueda frenarla.
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