Martin Kaymer había alcanzado el número 1 del mundo, se sentía integrante de una élite privilegiada después de ganar su primer major y su primer torneo de los World Golf Championships, pero algo le reconcomía: su juego era monodimensional y poco apto para ciertos escenarios. Respondiendo al estereotipo, cuando a un alemán le surge un problema se aplica a él con tesón (obstinación, dirán otros) y esfuerzo.
Después del Masters de 2011, y junto a su entrenador de toda la vida, Günter Kessler, Kaymer se dispuso a desmontar todo lo que había construido hasta la fecha, el swing que le había llevado a lo más alto del escalafón mundial. Pensó que tardaría cuatro o cinco meses. Casi tres años después, cree que está cerca de su objetivo.
No es el primero que se embarca en periplos procelosos e inciertos intentando ser mejor jugador. De hecho, es parte consustancial de la eterna búsqueda del grial que emprende casi cualquier jugador de golf. Y si no que se lo digan a Tiger Woods…
«En el circuito, parece que los jugadores son adictos a los cambios… y a los cambios importantes. La experiencia te hace ser mejor», explicaba Brandel Chamblee durante la retransmisión de Golf Channel.
Por el camino no todo han sido dolores de parto y sinsabores: también tuvo la oportunidad de protagonizar un momento mítico, aquella resolución de la Ryder de Medinah, aquel milagro donde el alemán, pese a los sombríos antecedentes, demostró su fiabilidad en un instante crítico. En cualquier caso, y cerca del final del proceso, Kaymer se siente mejor jugador y el 63 entregado en el Stadium Course del TPC at Sawgrass es una muestra innegable.
«Ahora sé pegar cualquier golpe. Antes solo podía pegar un fade. Era un swing muy seguro y fiable, pero hay que pegar golpes distintos», declaraba Kaymer a Global Golf Post hace unos días. «Soy mucho mejor que hace dos o tres años. Tengo mucha más confianza».
De momento, lidera con 63 golpes (29 en los segundos nueve) igualando el récord del campo en un The Players menos fiero de lo habitual, con 28 vueltas de menos de 70 golpes. El alemán saca dos golpes a Russell Henley, otro de los jóvenes astros estadounidenses que asomó la patita en el Masters y cuatro a un grupo de cualificados aspirantes entre los que están, entre otros, Jordan Spieth, Justin Rose y los dos españoles, Sergio García y Gonzalo Fernández-Castaño (no se pierdan sus declaraciones recogidas por nuestra corresponsal Irene Acosta).
Los nuestros estuvieron excelsos en esta primera jornada pese a que el madrileño llegaba al tee de su primer hoyo con dudas en el juego largo y sin tener muy claro cómo iba a salir el día. Con respecto a Sergio, nadie quiere elevar mucho la voz, pero se le considera uno de los favoritos al título.
“Es ejemplar de tee a green. No le cuesta nada pegar golpes de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Sabe hacer todo eso. Aquí, mover la bola es más importante que ser genial alrededor de los greens», explicaba Chamblee sobre el astro de Borriol.
Los resultados bajos de esta primera jornada también tienen su doble filo, ya que prácticamente descartan a algunos jugadores que superaron el par. Por ejemplo, el ciclotímico Phil Mickelson (+3), capaz de lo peor y de lo mejor las últimas semanas, o Adam Scott (+5), que aspiraba al número 1 del mundo (le bastaba un decimosexto puesto) y muy probablemente tenga que hacer las maletas antes de tiempo.
Se abre la puerta para los demás perseguidores de Tiger (Henrik Stenson, Bubba Watson, y Matt Kuchar), aunque en el TPC at Sawgrass nadie está pensando en el ranking mundial.
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